¿Cuál es la diferencia entre judíos y gentiles?

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La distinción entre judíos y gentiles es un aspecto fundamental del paisaje cultural y religioso del Nuevo Testamento, particularmente en el contexto de las Epístolas Paulinas. Para entender esta diferencia, debemos explorar las dimensiones históricas, teológicas y culturales que definen a estos dos grupos.

Contexto Histórico

En la época de Jesús y la Iglesia Cristiana primitiva, el término "judío" se refería a los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, que formaban parte de la comunidad del pacto de Israel. Eran el pueblo elegido por Dios para recibir Su Ley, adorarlo en el Templo y ser una luz para las naciones. La identidad de los judíos estaba profundamente arraigada en su ascendencia, prácticas religiosas y adherencia a la Ley Mosaica, incluyendo la circuncisión, las leyes dietéticas y la observancia del sábado.

Por otro lado, los "gentiles" (del latín "gens," que significa "naciones") eran todos los demás pueblos que no formaban parte de esta comunidad del pacto. A menudo se les refería como "las naciones" o "los incircuncisos" en las Escrituras. Los gentiles seguían diversas prácticas y creencias religiosas, a menudo politeístas, y no estaban sujetos a la Ley Mosaica.

Distinciones Teológicas

Teológicamente, la distinción entre judíos y gentiles es significativa para entender el desarrollo del plan redentor de Dios. Los judíos fueron los receptores de la revelación especial y las promesas de Dios. Pablo, en Romanos 9:4-5, subraya este privilegio:

"Son israelitas, y a ellos pertenecen la adopción, la gloria, los pactos, la entrega de la ley, el culto y las promesas. A ellos pertenecen los patriarcas, y de ellos, según la carne, proviene el Cristo, que es Dios sobre todo, bendito por los siglos. Amén."

Sin embargo, el Antiguo Testamento también contiene numerosas profecías de que la salvación de Dios se extendería a los gentiles. Por ejemplo, Isaías 49:6 dice:

"Te haré luz para las naciones, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra."

En el Nuevo Testamento, esta inclusión de los gentiles se convierte en un tema central, particularmente en los escritos de Pablo. El Apóstol de los gentiles enfatiza que a través de Jesucristo, el muro divisorio entre judíos y gentiles ha sido derribado. Efesios 2:14-16 ilustra esto bellamente:

"Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando en su carne la pared intermedia de separación, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades."

Diferencias Culturales y Sociales

Culturalmente, los judíos y los gentiles vivían en mundos muy diferentes. La vida judía se centraba en el Templo de Jerusalén, la observancia de la Torá y los diversos festivales y rituales prescritos por la Ley. Su identidad estaba estrechamente ligada a sus prácticas religiosas y su historia como el pueblo elegido de Dios.

Los gentiles, por otro lado, provenían de una variedad de antecedentes culturales. Muchos formaban parte del mundo grecorromano, caracterizado por un panteón de dioses, escuelas filosóficas y un conjunto diferente de normas morales y sociales. La Iglesia Cristiana primitiva enfrentó el desafío de integrar estos diversos antecedentes culturales en una comunidad unificada de creyentes.

La Misión de Pablo a los Gentiles

La misión de Pablo fue revolucionaria en el sentido de que buscaba llevar el mensaje de Jesucristo a los gentiles, derribando barreras de siglos. En Gálatas 3:28, Pablo declara:

"Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús."

Esta inclusividad radical no estuvo exenta de controversia. La Iglesia primitiva lidió con preguntas sobre la necesidad de la circuncisión, la adherencia a la Ley Mosaica y la integración de los conversos gentiles. El Concilio de Jerusalén (Hechos 15) abordó algunas de estas cuestiones, decidiendo que los conversos gentiles no necesitaban adoptar completamente las costumbres judías para ser parte de la comunidad cristiana.

Unidad en Cristo

El punto teológico clave en los escritos de Pablo es que en Cristo, las distinciones que una vez separaban a judíos y gentiles son trascendidas. Romanos 10:12-13 enfatiza esta unidad:

"Porque no hay distinción entre judío y griego; porque el mismo Señor es Señor de todos, y da abundantemente a todos los que lo invocan. Porque todo el que invoque el nombre del Señor será salvo."

Esto no significa que las diferencias culturales e históricas se borren, sino que se subordinan a la nueva identidad encontrada en Cristo. La Iglesia se concibe como una nueva humanidad, donde las barreras étnicas, sociales y culturales son superadas por la obra reconciliadora de Jesús.

Implicaciones Prácticas para la Iglesia Primitiva

Las implicaciones prácticas de esta visión teológica fueron profundas. La Iglesia primitiva tuvo que navegar las complejidades de integrar diversos grupos en una sola comunidad. Las cartas de Pablo a menudo abordan cuestiones de unidad, respeto mutuo y amor entre los creyentes. Por ejemplo, en Romanos 14, Pablo aconseja a los cristianos romanos que se acepten unos a otros a pesar de las diferencias en prácticas dietéticas y la observancia de días especiales, instándolos a buscar lo que conduce a la paz y la edificación mutua.

Conclusión

En resumen, la diferencia entre judíos y gentiles en el contexto del Nuevo Testamento abarca dimensiones históricas, teológicas, culturales y sociales. Los judíos eran el pueblo del pacto de Dios, con una identidad religiosa y cultural única arraigada en la Ley Mosaica. Los gentiles, que representaban a las naciones más amplias, estaban inicialmente fuera de este pacto, pero fueron acercados a través de la obra redentora de Cristo. Las epístolas de Pablo enfatizan la ruptura del muro divisorio y la creación de una nueva humanidad unificada en Cristo, donde todos los creyentes, independientemente de su origen, son igualmente parte del cuerpo de Cristo.

Esta comprensión tiene profundas implicaciones para cómo vemos la comunidad, la identidad y la unidad dentro de la Iglesia hoy. Nos llama a trascender nuestras diferencias y abrazar nuestra identidad compartida en Cristo, trabajando juntos para reflejar el amor inclusivo y reconciliador de Dios al mundo.

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