En la Epístola a Tito, una de las cartas pastorales atribuidas al Apóstol Pablo, encontramos una guía concisa pero profunda sobre la gobernanza de la iglesia. Esta carta, aunque breve, está llena de instrucciones y directrices que estaban dirigidas no solo a Tito mismo, un creyente griego y compañero de Pablo, sino también a proporcionar un modelo para la conducta ordenada de la iglesia que resuena a través de los tiempos.
Tito fue dejado en Creta por Pablo para cumplir una misión específica: poner en orden lo que quedaba por hacer y nombrar ancianos en cada ciudad (Tito 1:5). El contexto aquí es crucial; Creta era conocida por su laxitud moral y normas sociales desafiantes, que probablemente infiltraron la conducta dentro de la iglesia misma. Las directrices de Pablo a Tito no son meramente administrativas, sino profundamente morales y espirituales, reflejando una preocupación por el testimonio de la iglesia en una sociedad que no era propicia para el monoteísmo ético.
Una de las principales preocupaciones que Pablo aborda son las calificaciones para el liderazgo de la iglesia, particularmente los ancianos (Tito 1:6-9). Los criterios establecidos por Pablo son estrictos y se centran predominantemente en el carácter y la gestión del hogar de los ancianos. Deben ser irreprochables, fieles a su cónyuge, y sus hijos deben ser creyentes y no estar sujetos a la acusación de libertinaje o insubordinación. Este enfoque en la gestión del hogar como criterio para el liderazgo de la iglesia es perspicaz; sugiere que quien no puede liderar bien su propio hogar difícilmente estaría capacitado para liderar una iglesia.
Además, Pablo enfatiza que un anciano debe "aferrarse a la palabra fiel tal como ha sido enseñada" (Tito 1:9). Esta adherencia a la sana doctrina no se trata solo de convicción personal, sino que también es una salvaguardia para la iglesia. El anciano debe ser capaz de dar instrucción en la sana doctrina y también de reprender a los que la contradicen. Esto es particularmente significativo en el contexto cretense, donde las falsas enseñanzas podrían fácilmente descarrilar a la joven iglesia.
A lo largo de la carta, Pablo es enfático sobre la importancia de la sana doctrina y la enseñanza saludable (Tito 2:1). El apóstol entiende que la integridad de la gobernanza de la iglesia está inextricablemente ligada a la pureza de su enseñanza. Por eso, describe las características de la sana enseñanza para varios grupos dentro de la iglesia: hombres mayores, mujeres mayores, mujeres jóvenes, hombres jóvenes y siervos. Cada instrucción está diseñada para abordar necesidades y desafíos específicos, reforzando la idea de que una vida práctica y santa surge de una doctrina saludable.
La preocupación de Pablo se extiende al comportamiento de estos grupos, indicando que el testimonio de la iglesia es un testimonio público de la verdad del Evangelio. Por ejemplo, se insta a Tito a mostrarse en todos los aspectos como un modelo de buenas obras, y en su enseñanza a mostrar integridad, dignidad y un discurso sano (Tito 2:7-8). El mensaje subyacente es claro: la credibilidad del liderazgo de la iglesia influye en la misión de la iglesia y en su percepción en la comunidad en general.
Otro tema significativo en Tito es el énfasis en las buenas obras. Pablo instruye a Tito a recordar a la iglesia que sea sumisa a los gobernantes y autoridades, que sea obediente y esté lista para toda buena obra (Tito 3:1). Esta disposición para las buenas obras no es periférica, sino central en la vida del creyente y, por extensión, en la gobernanza de la iglesia. Pablo conecta las buenas obras con la doctrina de Dios nuestro Salvador e insiste en que estas obras son provechosas para todos (Tito 3:8).
Este énfasis no es meramente ético, sino teológico. En Tito 3:4-7, Pablo vincula la motivación para las buenas obras con la bondad, el amor y la misericordia de Dios, mostrados a través del lavamiento de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo. Así, la gobernanza de la iglesia debe facilitar un entorno donde tal regeneración pueda dar fruto en buenas obras.
Finalmente, Pablo aborda la necesidad de manejar decisivamente la oposición y la división dentro de la iglesia (Tito 3:9-11). Advierte contra enredarse en controversias y disputas sobre la ley, que son inútiles y sin valor. En cambio, proporciona a Tito un protocolo para tratar con aquellos que causan división, aconsejándole que advierta a una persona divisiva una vez y luego dos veces, antes de no tener nada más que ver con ellos.
Esta guía subraya un aspecto crítico de la gobernanza de la iglesia: la protección de la unidad y la pureza de la iglesia. Refleja la preocupación pastoral de Pablo de que la iglesia no debe ser paralizada por disputas interminables, sino que debe centrarse en su misión y en la sana enseñanza que la sustenta.
En resumen, la carta de Pablo a Tito es una rica fuente de sabiduría apostólica sobre la gobernanza de la iglesia, profundamente preocupada por la integridad moral y doctrinal de los líderes, la santidad práctica de los miembros de la iglesia y el testimonio público de la iglesia a través de las buenas obras. Ofrece principios atemporales que pueden guiar a los líderes de la iglesia hoy en día en la creación de comunidades que reflejen el poder transformador del Evangelio. Al adherirse a estas directrices, los líderes de la iglesia pueden asegurar que su gobernanza no solo dirija, sino que también proteja y nutra al rebaño que se les ha confiado.