El término "Gentil" en el contexto bíblico es fascinante, profundamente arraigado en el entorno cultural y religioso del mundo antiguo. Para entender la definición bíblica de un gentil, primero debemos considerar el trasfondo histórico y escritural contra el cual se usa este término, particularmente en el Nuevo Testamento y las Epístolas Paulinas.
En la Biblia, la palabra "Gentil" se deriva del término latino "gentilis", que significa "de una familia o nación". El equivalente griego utilizado en el Nuevo Testamento es "ethnos", que a menudo se traduce como "nación" o "pueblo". En el Antiguo Testamento, se usa la palabra hebrea "goyim", que también se refiere a naciones. Así, en su esencia, "Gentil" simplemente se refiere a alguien que no es de ascendencia judía, una persona perteneciente a cualquier nación que no sea Israel.
Desde la perspectiva judía durante el tiempo de Jesús y el Apóstol Pablo, el mundo estaba esencialmente dividido en dos grupos: judíos y gentiles. Los judíos eran los descendientes de Abraham, Isaac y Jacob, el pueblo elegido de Dios, a quienes se les dio la Ley a través de Moisés y estaban en una relación de pacto con Dios. En contraste, los gentiles abarcaban todas las demás etnias y naciones que no formaban parte de este pueblo del pacto.
En el Antiguo Testamento, la distinción entre judíos y gentiles es bastante pronunciada. El pueblo judío fue apartado por Dios para ser una nación santa (Éxodo 19:5-6), y su identidad estaba estrechamente ligada a la Ley y al pacto. Los gentiles, por otro lado, a menudo eran vistos como forasteros, y en muchos casos, se les asociaba con prácticas paganas y adoración de ídolos. Sin embargo, es importante notar que el plan de salvación de Dios siempre incluyó a los gentiles. Por ejemplo, el pacto abrahámico incluía una promesa de que "todas las familias de la tierra serán bendecidas en ti" (Génesis 12:3), indicando que el plan redentor de Dios no estaba limitado solo a Israel.
En el Nuevo Testamento, el papel y la definición de los gentiles experimentan una transformación significativa, particularmente a través del ministerio de Jesús y las enseñanzas de Pablo. Las interacciones de Jesús con los gentiles, como el centurión romano (Mateo 8:5-13) y la mujer samaritana (Juan 4:1-26), revelan una ruptura de las barreras tradicionales y un presagio del alcance universal del Evangelio. La Gran Comisión de Jesús de "hacer discípulos de todas las naciones" (Mateo 28:19) subraya aún más este enfoque inclusivo.
El Apóstol Pablo, en sus epístolas, elabora sobre las implicaciones teológicas de que los gentiles sean incluidos en el plan de salvación de Dios. La misión de Pablo como "apóstol de los gentiles" (Romanos 11:13) fue revolucionaria. Argumentó que la fe en Jesucristo, en lugar de la adhesión a la Ley judía, era el medio por el cual tanto judíos como gentiles podían reconciliarse con Dios. En Efesios 2:11-22, Pablo habla sobre cómo Cristo ha derribado el "muro divisorio de hostilidad" entre judíos y gentiles, creando una nueva humanidad. Escribe: "Por lo tanto, ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios" (Efesios 2:19).
La carta de Pablo a los Romanos explora aún más el concepto de que la justicia viene a través de la fe tanto para judíos como para gentiles. En Romanos 1:16, afirma: "Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree: al judío primeramente, y también al griego". Esta declaración refleja el orden cronológico de la proclamación del Evangelio, pero enfatiza la igualdad de oportunidades para la salvación.
La inclusión de los gentiles en la comunidad cristiana primitiva no estuvo exenta de controversia. El Concilio de Jerusalén, descrito en Hechos 15, abordó la cuestión de si los conversos gentiles debían adherirse a la ley judía, particularmente la circuncisión. El concilio, guiado por el Espíritu Santo, concluyó que los gentiles no debían ser cargados con el yugo completo de la Ley, afirmando que la salvación es por gracia y fe en Jesucristo solamente.
A lo largo de sus escritos, Pablo usa el término "gentil" no solo para describir una identidad étnica no judía, sino también para resaltar la realidad espiritual más amplia de la inclusión en la comunidad del pacto de Dios. En Gálatas 3:28, Pablo declara famosamente: "Ya no hay judío ni gentil, esclavo ni libre, hombre ni mujer, porque todos sois uno en Cristo Jesús". Esta declaración encapsula la naturaleza radical del Evangelio, que trasciende las divisiones étnicas, sociales y de género, uniendo a todos los creyentes en Cristo.
Teológicamente, la inclusión de los gentiles en la comunidad del pacto es un testimonio de la fidelidad de Dios y el cumplimiento de Sus promesas. Refleja el desarrollo del plan redentor de Dios, que siempre tuvo la intención de abarcar a todas las naciones. La profecía en Isaías 49:6, donde Dios declara que Su siervo será "luz para las naciones", encuentra su cumplimiento en el ministerio de Jesús y la misión apostólica a los gentiles.
Por lo tanto, la definición bíblica de un gentil es multifacética. Históricamente, se refería a cualquier persona o nación no judía. Sin embargo, a la luz de la revelación del Nuevo Testamento, también significa la ruptura de las barreras étnicas y el alcance universal del Evangelio. El término "gentil" en la narrativa bíblica evoluciona de una designación de identidad étnica a un símbolo poderoso del amor y la gracia inclusivos de Dios, extendidos a toda la humanidad a través de Jesucristo.
En conclusión, entender la definición bíblica de un gentil nos requiere apreciar tanto el contexto histórico como los desarrollos teológicos presentados en las Escrituras. Desafía a los creyentes a abrazar la universalidad del Evangelio y a reconocer la unidad y diversidad dentro del cuerpo de Cristo. La historia de los gentiles en la Biblia es, en última instancia, una historia del amor expansivo de Dios, un amor que no conoce límites y llama a todas las personas a una relación con Él a través de la fe en Jesucristo.