¿Qué dice Filipenses 2:11 sobre Jesús?

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Filipenses 2:11 es un versículo profundo y poderoso que forma parte de un pasaje más amplio, similar a un himno, en la carta de Pablo a los Filipenses. Este versículo dice: "y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (NVI). Para apreciar plenamente la importancia de esta declaración, es esencial examinar el contexto en el que aparece, así como sus implicaciones teológicas.

El pasaje en cuestión, Filipenses 2:5-11, a menudo se conoce como el "Himno de Cristo" o "Himno de Kenosis". Es una de las secciones teológicamente más ricas del Nuevo Testamento, encapsulando la encarnación, humildad, obediencia, exaltación y señorío último de Jesucristo. Pablo escribe:

"Tengan entre ustedes esta manera de pensar, que es la de Cristo Jesús, quien, siendo en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a lo que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y al encontrarse en forma humana, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios lo exaltó hasta lo sumo y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla, en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (Filipenses 2:5-11, ESV).

La Humildad y Exaltación de Jesús

El Himno de Cristo comienza enfatizando la preexistencia de Jesús y su naturaleza divina. Jesús, estando en la "forma de Dios", no consideró la igualdad con Dios como algo para usar en su propio beneficio. En cambio, "se despojó a sí mismo" (griego: kenosis), tomando forma humana y el rol de un siervo. Este despojo no es una renuncia a su divinidad, sino una puesta voluntaria a un lado de sus privilegios y gloria divinos.

La humildad de Jesús se destaca aún más por su obediencia hasta la muerte, incluso la humillante y excruciante muerte en una cruz. Este acto de humildad y obediencia suprema es la base de su posterior exaltación. Debido a su obediencia, Dios lo exaltó hasta lo sumo y le dio el nombre que es sobre todo nombre.

La Confesión de Jesús como Señor

Filipenses 2:11 culmina el himno con el reconocimiento universal del señorío de Jesús: "y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre". Esta confesión no se limita a un grupo específico de personas, sino que es universal en alcance, abarcando a todo ser "en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra".

El término "Señor" (griego: Kyrios) es significativo y multifacético. En el mundo grecorromano, "Kyrios" era un título de autoridad y respeto, a menudo usado para emperadores y deidades. En la Septuaginta (la traducción griega del Antiguo Testamento), "Kyrios" se usa para traducir el nombre divino YHWH, asociando así a Jesús con el Dios de Israel. Al declarar a Jesús como "Señor", Pablo está afirmando su divinidad, soberanía y autoridad última sobre toda la creación.

Implicaciones Teológicas

La confesión de que "Jesucristo es el Señor" tiene profundas implicaciones teológicas:

  1. Autoridad Divina: El reconocimiento de Jesús como Señor afirma su autoridad divina y soberanía. Esto no es meramente un reconocimiento de sus enseñanzas morales o éticas, sino un reconocimiento de su identidad como el Hijo divino de Dios, co-igual con el Padre. Esto es consistente con pasajes como Juan 1:1-14, donde Jesús es identificado como el Verbo (Logos) que estaba con Dios y era Dios, y que se hizo carne y habitó entre nosotros.

  2. Cumplimiento de la Profecía: El reconocimiento universal del señorío de Jesús cumple las profecías del Antiguo Testamento, como Isaías 45:23, donde Dios declara: "Por mí mismo he jurado; de mi boca ha salido en justicia una palabra que no volverá: 'A mí se doblará toda rodilla, toda lengua jurará lealtad.'" Pablo ve en Jesús el cumplimiento de esta promesa divina, indicando que Jesús es la encarnación del plan redentor de Dios.

  3. Enfoque Cristológico: La confesión subraya la centralidad de Cristo en la fe y práctica cristiana. Jesús no es meramente un maestro moral o un profeta, sino el Verbo encarnado, el Señor de todos. Esto tiene implicaciones prácticas para cómo los cristianos viven sus vidas, enfatizando la necesidad de obediencia, humildad y un enfoque centrado en Cristo.

  4. Teología Trinitaria: La frase "para gloria de Dios Padre" indica que la exaltación y reconocimiento de Jesús como Señor finalmente glorifican a Dios Padre. Esto refleja la relación trinitaria donde la glorificación del Hijo está intrínsecamente conectada con la gloria del Padre. La glorificación mutua dentro de la Trinidad subraya la unidad y co-igualdad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Aplicación Práctica

Entender que Jesucristo es el Señor tiene profundas implicaciones para la vida cristiana. Llama a una respuesta de adoración, obediencia y lealtad. Si Jesús es el Señor, entonces tiene autoridad sobre cada aspecto de nuestras vidas, y estamos llamados a someternos a su señorío en nuestros pensamientos, acciones y decisiones.

  1. Adoración: Reconocer a Jesús como Señor lleva a una vida de adoración. La adoración no se limita a cantar himnos los domingos, sino que es un estilo de vida de honrar y glorificar a Jesús en todo lo que hacemos. Como Pablo escribe en Romanos 12:1, "Por lo tanto, hermanos, les ruego por las misericordias de Dios, que presenten sus cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, que es su culto racional".

  2. Obediencia: El señorío de Jesús llama a la obediencia a sus enseñanzas y mandamientos. Jesús mismo dijo: "Si me aman, guardarán mis mandamientos" (Juan 14:15). La obediencia es una expresión tangible de nuestro amor y lealtad a Cristo.

  3. Misión: El reconocimiento universal de Jesús como Señor tiene implicaciones misioneras. Como cristianos, estamos llamados a proclamar el señorío de Jesús hasta los confines de la tierra. La Gran Comisión en Mateo 28:18-20 está arraigada en la autoridad de Jesús: "Toda autoridad en el cielo y en la tierra me ha sido dada. Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado".

  4. Esperanza: El reconocimiento de que toda lengua confesará que Jesús es el Señor da a los cristianos esperanza y seguridad. A pesar de los desafíos y sufrimientos de esta era presente, tenemos la promesa de la victoria última de Cristo y la restauración de todas las cosas. Como Pablo escribe en Filipenses 3:20-21, "Pero nuestra ciudadanía está en los cielos, y de allí esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo, que transformará nuestro cuerpo humilde para ser como su cuerpo glorioso, por el poder que le permite sujetar todas las cosas a sí mismo".

Conclusión

Filipenses 2:11 es una afirmación poderosa del señorío de Jesucristo. Encapsula el núcleo de la creencia cristiana: que Jesús, quien se humilló y fue obediente hasta la muerte, ha sido exaltado por Dios y es reconocido como Señor por toda la creación. Este reconocimiento glorifica a Dios Padre y llama a una respuesta de adoración, obediencia, misión y esperanza por parte de los creyentes. Entender y abrazar el señorío de Jesús transforma nuestras vidas y nos alinea con los propósitos redentores de Dios para el mundo.

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