Romanos 10:14 se presenta como un versículo fundamental dentro de las epístolas paulinas, particularmente en la carta del Apóstol Pablo a los Romanos. Este versículo encapsula la necesidad y urgencia de predicar el Evangelio y el papel indispensable de la audición en el proceso de salvación. Para comprender plenamente la profundidad e implicaciones de Romanos 10:14, es esencial considerar el versículo en su contexto inmediato y dentro del marco más amplio de la teología paulina.
Romanos 10:14 dice: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?" (RVR1960).
En este versículo, Pablo plantea una serie de preguntas retóricas que destacan la secuencia lógica necesaria para la salvación. Las preguntas están diseñadas para enfatizar el papel crítico que juegan la predicación y la audición en llevar a las personas a una fe salvadora en Jesucristo.
En primer lugar, Pablo pregunta: "¿Cómo, pues, invocarán a aquel en quien no han creído?" Esta pregunta subraya la necesidad de la creencia como un requisito previo para invocar el nombre del Señor para la salvación. En Romanos 10:13, Pablo acaba de citar Joel 2:32, diciendo: "Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo." Así, invocar al Señor es un acto de fe que presupone creer en Él. Sin creencia, no puede haber una invocación genuina del nombre del Señor.
La segunda pregunta, "¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído?" señala el papel indispensable de la audición en el proceso de llegar a la fe. La creencia en Cristo depende de escuchar el mensaje acerca de Él. Pablo está enfatizando que la fe no es un salto ciego en la oscuridad, sino una respuesta al mensaje escuchado del Evangelio. En Romanos 10:17, Pablo aclara esto aún más al decir: "Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios." El mensaje acerca de Cristo debe ser comunicado para que las personas puedan escucharlo, entenderlo y responder en fe.
La tercera pregunta, "¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?" destaca la necesidad de un proclamador del Evangelio. El término "predicador" aquí no se limita a aquellos que ocupan posiciones oficiales en la iglesia, sino que se extiende a todos los que comparten el mensaje de Cristo. La palabra griega utilizada para "predicador" es "kērussontos," que significa uno que anuncia o proclama. Esta proclamación es esencial porque es a través de la palabra hablada que el mensaje de Cristo se transmite a otros. El predicador sirve como el vehículo a través del cual se entrega la buena nueva, haciendo posible que otros escuchen y crean.
La línea de preguntas de Pablo en Romanos 10:14 revela una cadena de eventos que deben ocurrir para que la salvación se realice: un predicador debe proclamar el Evangelio, las personas deben escuchar el mensaje, y al escuchar, deben creer en Cristo, llevándolos a invocar Su nombre para la salvación. Esta secuencia subraya la responsabilidad de los creyentes de compartir el Evangelio y la importancia de la audición en el proceso de la fe.
La necesidad de predicar y escuchar se ilustra aún más en el contexto más amplio de Romanos 10. En los versículos 11-13, Pablo enfatiza la universalidad del Evangelio, afirmando que no hay distinción entre judío y griego y que el mismo Señor es rico para con todos los que lo invocan. Esta inclusividad subraya la urgencia de predicar el Evangelio a todas las personas, independientemente de su origen étnico o cultural.
Además, la importancia de predicar y escuchar no es un concepto nuevo introducido por Pablo, sino que está arraigado en el Antiguo Testamento. En Deuteronomio 30:14, Moisés dice a los israelitas: "Porque muy cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón, para que la cumplas." Esta idea de que la palabra está cerca y accesible es repetida por Pablo en Romanos 10:8, donde dice: "Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón: esta es la palabra de fe que predicamos." La accesibilidad de la palabra de fe subraya la importancia de su proclamación y recepción.
Además, la necesidad de predicar y escuchar es afirmada por el mismo Jesús. En la Gran Comisión, registrada en Mateo 28:19-20, Jesús ordena a sus discípulos: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado." Este mandato de hacer discípulos de todas las naciones implica predicar el Evangelio para que las personas puedan escuchar, creer y ser bautizadas.
La iglesia primitiva tomó este mandato en serio, como lo demuestran los numerosos relatos de predicación en el libro de los Hechos. Por ejemplo, en Hechos 2, el sermón de Pedro en el día de Pentecostés resultó en que unas tres mil personas aceptaran el mensaje y fueran bautizadas. De manera similar, en Hechos 8, la predicación de Felipe en Samaria llevó a muchos a creer y ser bautizados, y su encuentro con el eunuco etíope resultó en la conversión y bautismo del eunuco.
El papel de la predicación y la audición en el proceso de salvación también se destaca en la literatura cristiana a lo largo de la historia. Agustín de Hipona, en su obra "Confesiones," reflexiona sobre el poder transformador de escuchar el Evangelio. Relata cómo escuchar la predicación de Ambrosio jugó un papel significativo en su propia conversión. De manera similar, el énfasis de Martín Lutero en el principio de "sola scriptura" durante la Reforma subrayó la importancia de la palabra predicada para llevar a las personas a la fe.
En tiempos contemporáneos, la necesidad de predicar y escuchar sigue siendo tan vital como siempre. El mundo moderno, con sus diversas culturas y miríadas de cosmovisiones, presenta tanto desafíos como oportunidades para la proclamación del Evangelio. El auge de los medios digitales y las tecnologías de comunicación ha abierto nuevas avenidas para la predicación, haciendo posible llegar a personas de todo el mundo con el mensaje de Cristo. Sin embargo, el principio fundamental sigue siendo el mismo: el Evangelio debe ser predicado, y las personas deben escucharlo para creer y ser salvas.
Romanos 10:14, por lo tanto, sirve como un llamado claro a todos los creyentes para participar activamente en la misión de predicar el Evangelio. Nos desafía a reconocer la urgencia de la tarea y la importancia eterna de nuestros esfuerzos. Como Pablo escribe en 2 Corintios 5:20, "Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: reconciliaos con Dios." Como embajadores de Cristo, se nos ha confiado el mensaje de reconciliación, y es nuestra responsabilidad proclamarlo para que otros puedan escuchar, creer e invocar el nombre del Señor para la salvación.
En resumen, Romanos 10:14 subraya el papel crítico de la predicación y la audición en el proceso de salvación. Presenta una secuencia lógica que destaca la necesidad de un predicador para proclamar el Evangelio, la importancia de escuchar el mensaje y la respuesta esencial de creer que lleva a invocar el nombre del Señor. Este versículo desafía a los creyentes a asumir su papel como proclamadores del Evangelio y a reconocer el poder transformador de la palabra hablada para llevar a las personas a la fe en Cristo.