La segunda carta del apóstol Pablo a los Corintios está llena de ideas teológicas y exhortaciones prácticas, y uno de los conceptos más profundos que introduce es el de los creyentes como "embajadores de Cristo". En 2 Corintios 5:20, Pablo escribe: "Así que somos embajadores de Cristo, como si Dios rogara a través de nosotros. En nombre de Cristo les rogamos: reconcíliense con Dios" (NVI). Este versículo encapsula un aspecto significativo de la identidad y misión cristiana, y desentrañar sus capas revela una comprensión multifacética de lo que significa representar a Cristo en el mundo.
Para empezar, el término "embajador" en el contexto de Pablo tiene un peso significativo. Un embajador es un alto funcionario que representa los intereses y la autoridad de su país de origen mientras reside en una tierra extranjera. Esta metáfora es particularmente adecuada para los cristianos, quienes, según Pablo, son ciudadanos del cielo (Filipenses 3:20) pero viven en un mundo que no es su hogar definitivo. El papel de un embajador implica varias responsabilidades clave: representación, comunicación y reconciliación.
Como embajadores de Cristo, los creyentes están llamados a representar a Jesús en todos los aspectos de sus vidas. Esto implica encarnar Sus enseñanzas, carácter y amor. El propio Pablo buscó vivir de una manera que reflejara a Cristo, instando a otros a seguir su ejemplo como él seguía a Cristo (1 Corintios 11:1). Esta representación no se trata solo de acciones externas, sino que implica una transformación del corazón y la mente. Romanos 12:2 exhorta a los creyentes a ser transformados mediante la renovación de sus mentes, lo que les permite discernir y vivir la voluntad de Dios.
El concepto de representación también implica responsabilidad. Así como un embajador es responsable ante su nación de envío, los cristianos son responsables ante Dios. Esta responsabilidad es tanto un privilegio como una obligación. Es un privilegio porque significa que los creyentes están encargados de una misión divina. Es una responsabilidad porque sus acciones y palabras pueden atraer a las personas a Cristo o alejarlas.
Otro aspecto crucial de ser un embajador de Cristo es el papel de la comunicación. Los embajadores tienen la tarea de transmitir mensajes de su país de origen a la tierra extranjera en la que residen. De la misma manera, los cristianos están llamados a comunicar el evangelio, las buenas nuevas de Jesucristo, al mundo. Esto es evidente en la Gran Comisión, donde Jesús ordena a Sus seguidores que vayan y hagan discípulos de todas las naciones (Mateo 28:19-20).
El propio ministerio de Pablo se caracterizó por un compromiso inquebrantable con la predicación del evangelio. En 1 Corintios 9:16, declara: "¡Ay de mí si no predico el evangelio!" Este sentido de urgencia y responsabilidad también debe caracterizar la vida de todos los creyentes. El mensaje que deben comunicar es uno de reconciliación, reconciliación entre Dios y la humanidad. Esta es la esencia del evangelio, como Pablo explica anteriormente en 2 Corintios 5:18-19: "Todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación: que Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo en Cristo, no tomando en cuenta los pecados de las personas contra ellos. Y nos ha encomendado el mensaje de la reconciliación."
El tema de la reconciliación es central para entender lo que significa ser un embajador de Cristo. La reconciliación implica restaurar una relación rota, y en el contexto del evangelio, se refiere a la restauración de la relación entre Dios y la humanidad que fue fracturada por el pecado. A través de la muerte sacrificial y la resurrección de Jesús, esta relación rota se repara, y los creyentes reciben el ministerio de la reconciliación.
La súplica de Pablo en 2 Corintios 5:20, "Les rogamos en nombre de Cristo: reconcíliense con Dios", subraya la urgencia e importancia de este mensaje. Es como si Dios mismo estuviera haciendo su apelación a través de los creyentes, instando a las personas a aceptar la reconciliación que Cristo ha hecho posible. Esta apelación no es solo una invitación pasiva, sino una súplica activa y apasionada. Refleja el profundo amor de Dios por la humanidad y su deseo de que todas las personas sean salvas y lleguen al conocimiento de la verdad (1 Timoteo 2:4).
Vivir como un embajador de Cristo implica un enfoque holístico de la vida. No se limita a actividades religiosas específicas o momentos de evangelismo, sino que permea todos los aspectos de la existencia de un creyente. Implica vivir con integridad, mostrar compasión, buscar justicia y caminar humildemente con Dios (Miqueas 6:8). Significa ser testigo del amor y la gracia de Cristo en las interacciones cotidianas, ya sea en el hogar, el trabajo o en la comunidad.
La vida de un embajador de Cristo también se caracteriza por la disposición a sufrir por el bien del evangelio. El propio Pablo soportó inmensas dificultades, incluyendo encarcelamientos, golpizas y persecuciones, pero se mantuvo firme en su misión. En 2 Corintios 4:8-10, escribe: "Estamos atribulados en todo, pero no aplastados; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos. Siempre llevamos en nuestro cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se revele en nuestro cuerpo." Esta resiliencia y compromiso son cualidades esenciales para cualquiera que busque ser un embajador efectivo de Cristo.
Es importante notar que los creyentes no están solos para cumplir este papel con sus propias fuerzas. El Espíritu Santo los empodera y guía en su misión. Jesús prometió a sus discípulos que recibirían poder cuando el Espíritu Santo viniera sobre ellos, permitiéndoles ser sus testigos hasta los confines de la tierra (Hechos 1:8). El Espíritu Santo equipa a los creyentes con dones espirituales, proporciona sabiduría y discernimiento, y los fortalece en tiempos de prueba.
En Efesios 6:19-20, Pablo pide oración para que pueda declarar el evangelio sin temor, como debe hacerlo, incluso mientras está encadenado. Esta solicitud destaca la importancia de depender de la fuerza de Dios y del apoyo de la comunidad cristiana para cumplir el papel de embajador. Es un esfuerzo colaborativo, que involucra a todo el cuerpo de Cristo trabajando juntos para avanzar en el reino de Dios.
El objetivo final de ser un embajador de Cristo es dar gloria a Dios y ver su reino venir en la tierra como en el cielo. Esto implica tanto la proclamación del evangelio como la demostración del amor de Dios a través de actos de servicio y compasión. Significa trabajar por la justicia, la paz y la reconciliación en un mundo roto, reflejando el corazón de Dios en todas las cosas.
En conclusión, 2 Corintios 5:20 presenta un llamado profundo y desafiante para que los creyentes vivan como embajadores de Cristo. Implica representar a Jesús en todos los aspectos de la vida, comunicar el mensaje del evangelio con urgencia y claridad, y participar activamente en el ministerio de la reconciliación. Requiere una profunda dependencia del Espíritu Santo y un compromiso con vivir los valores del reino de Dios. A medida que los creyentes abrazan este llamado, se convierten en instrumentos a través de los cuales Dios hace su apelación al mundo, invitando a todas las personas a reconciliarse con Él.