Romanos 15 es un capítulo profundo que encapsula el corazón del mensaje de Pablo a los cristianos romanos, enfocándose en la unidad, la edificación mutua y el cumplimiento de las promesas de Dios tanto para judíos como para gentiles. Como pastor cristiano no denominacional, me gustaría explorar este capítulo profundizando en sus ricas enseñanzas teológicas y prácticas.
Pablo comienza Romanos 15 exhortando a los fuertes a soportar las flaquezas de los débiles y a edificarlos. Él escribe: "Nosotros, los fuertes, debemos soportar las flaquezas de los débiles y no agradarnos a nosotros mismos. Cada uno de nosotros debe agradar a su prójimo para su bien, para edificarlo" (Romanos 15:1-2, NVI). Este llamado al apoyo mutuo y la edificación dentro de la comunidad cristiana es una continuación de los temas del capítulo anterior, donde Pablo discute la importancia de no hacer tropezar a otros sobre asuntos discutibles.
La motivación para este comportamiento desinteresado está arraigada en el ejemplo de Cristo. Pablo recuerda a sus lectores: "Porque ni siquiera Cristo se agradó a sí mismo, sino que, como está escrito: 'Los insultos de los que te insultan han caído sobre mí'" (Romanos 15:3, NVI). Aquí, Pablo cita el Salmo 69:9 para ilustrar cómo Cristo soportó los reproches de otros por el bien de la gloria de Dios. Esta disposición a sacrificar la comodidad personal por el beneficio de otros es un principio central de la vida cristiana.
Pablo luego enfatiza la importancia de las Escrituras para proporcionar resistencia y aliento. Él escribe: "Porque todo lo que se escribió en el pasado se escribió para enseñarnos, de modo que, mediante la resistencia que enseñan las Escrituras y el aliento que proporcionan, tengamos esperanza" (Romanos 15:4, NVI). Este versículo destaca la relevancia atemporal del Antiguo Testamento y su papel en nutrir la fe y la esperanza de los creyentes.
En los versículos 5 y 6, Pablo ofrece una oración por la unidad entre los cristianos romanos: "Que el Dios que da resistencia y aliento les dé a ustedes el mismo modo de pensar entre sí que tuvo Cristo Jesús, para que con un solo corazón y una sola voz glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 15:5-6, NVI). La unidad en el cuerpo de Cristo no es meramente un objetivo organizacional, sino un imperativo espiritual que refleja la relación armoniosa dentro de la Trinidad y glorifica a Dios.
Pablo continúa instando a los cristianos romanos a aceptarse unos a otros tal como Cristo los ha aceptado, para alabanza de Dios. Él escribe: "Acéptense mutuamente, así como Cristo los aceptó a ustedes, para la gloria de Dios" (Romanos 15:7, NVI). Esta aceptación trasciende las barreras culturales, étnicas y sociales, reflejando la naturaleza inclusiva del evangelio que es para todas las personas, tanto judíos como gentiles.
Para reforzar este punto, Pablo cita varios pasajes del Antiguo Testamento que profetizan la inclusión de los gentiles en el plan de salvación de Dios. Él cita Deuteronomio, Salmos e Isaías, demostrando que la inclusión de los gentiles siempre fue parte del plan redentor de Dios. Por ejemplo, él escribe: "Y otra vez dice: 'Alégrense, gentiles, con su pueblo'" (Romanos 15:10, NVI, citando Deuteronomio 32:43). Estas referencias subrayan la continuidad entre el Antiguo y el Nuevo Testamento y el compromiso inquebrantable de Dios de cumplir Sus promesas.
En el versículo 13, Pablo ofrece otra oración, esta vez por gozo, paz y esperanza a través del poder del Espíritu Santo: "Que el Dios de la esperanza los llene de todo gozo y paz a medida que confían en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo" (Romanos 15:13, NVI). Este versículo encapsula la obra transformadora del Espíritu Santo en la vida de los creyentes, produciendo gozo, paz y una esperanza desbordante que trasciende las circunstancias.
Pablo luego cambia a una nota más personal, expresando su confianza en la bondad, el conocimiento y la capacidad de los cristianos romanos para instruirse mutuamente. Él escribe: "Estoy convencido, hermanos y hermanas, de que ustedes mismos están llenos de bondad, llenos de conocimiento y competentes para instruirse mutuamente" (Romanos 15:14, NVI). A pesar de esta confianza, Pablo explica que ha escrito con audacia para recordarles ciertas verdades debido a la gracia que Dios le ha dado para ser ministro de Cristo Jesús a los gentiles.
Pablo describe su ministerio como un deber sacerdotal, con el objetivo de presentar a los gentiles como una ofrenda aceptable a Dios, santificada por el Espíritu Santo. Él dice: "Me dio el deber sacerdotal de proclamar el evangelio de Dios, para que los gentiles se conviertan en una ofrenda aceptable a Dios, santificada por el Espíritu Santo" (Romanos 15:16, NVI). Esta imagen del sacerdocio y la ofrenda subraya la naturaleza sagrada de la misión de Pablo y el poder transformador del evangelio.
Reflexionando sobre su ministerio, Pablo habla de su ambición de predicar el evangelio donde Cristo no era conocido, para no estar edificando sobre el fundamento de otro. Él escribe: "Siempre ha sido mi ambición predicar el evangelio donde Cristo no era conocido, para no estar edificando sobre el fundamento de otro" (Romanos 15:20, NVI). Este espíritu pionero demuestra el compromiso de Pablo de difundir el evangelio a los no alcanzados y su deseo de cumplir la Gran Comisión.
Pablo también comparte sus planes de viaje con los cristianos romanos, expresando su deseo de visitarlos en su camino a España. Él escribe: "Planeo hacerlo cuando vaya a España. Espero verlos al pasar y que me ayuden en mi viaje allí, después de haber disfrutado de su compañía por un tiempo" (Romanos 15:24, NVI). Esto revela el enfoque estratégico de Pablo para el trabajo misionero y su intención de involucrar a los cristianos romanos en su ministerio.
Antes de dirigirse a Roma y España, Pablo explica que primero debe ir a Jerusalén para entregar una contribución financiera de las iglesias gentiles a los pobres entre el pueblo del Señor allí. Él escribe: "Ahora, sin embargo, estoy de camino a Jerusalén al servicio del pueblo del Señor allí" (Romanos 15:25, NVI). Este acto de caridad no solo satisface necesidades prácticas, sino que también simboliza la unidad y solidaridad entre los creyentes judíos y gentiles.
Pablo concluye el capítulo con una solicitud de apoyo en oración, pidiendo a los cristianos romanos que se unan a él en su lucha orando por su seguridad y el éxito de su misión. Él escribe: "Les ruego, hermanos y hermanas, por nuestro Señor Jesucristo y por el amor del Espíritu, que se unan a mí en mi lucha orando a Dios por mí" (Romanos 15:30, NVI). Este llamado destaca la importancia de la oración intercesora y la responsabilidad colectiva de la comunidad cristiana en apoyar el trabajo misionero.
En resumen, Romanos 15 es un rico tapiz de ideas teológicas y exhortaciones prácticas. Pablo llama a la edificación mutua, la unidad y la aceptación dentro de la comunidad cristiana, arraigadas en el ejemplo de Cristo y las enseñanzas de las Escrituras. Él subraya la inclusividad del evangelio, la obra transformadora del Espíritu Santo y la naturaleza sagrada de su misión a los gentiles. A través de sus reflexiones personales y planes de viaje, Pablo demuestra su enfoque estratégico para el trabajo misionero y su dependencia del apoyo y las oraciones de la comunidad cristiana. Este capítulo sirve como un poderoso recordatorio de la interconexión de los creyentes y el llamado colectivo a avanzar el evangelio y glorificar a Dios.