1 Corintios 4 es un capítulo que proporciona profundos conocimientos sobre la naturaleza del liderazgo cristiano, las responsabilidades de los apóstoles y las actitudes que los creyentes deben adoptar hacia sus líderes espirituales. El Apóstol Pablo, escribiendo a la iglesia en Corinto, aborda varios temas clave relacionados con el juicio de los ministros, la naturaleza del verdadero apostolado y la perspectiva adecuada sobre la jactancia y la humildad.
Pablo comienza instruyendo a los corintios sobre cómo deben considerarlo a él y a otros apóstoles. Él enfatiza que son siervos de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Esta perspectiva es crucial porque establece el tono para comprender el papel de los líderes de la iglesia. En 1 Corintios 4:1-2, Pablo escribe:
"Así pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores que cada uno sea hallado fiel."
Aquí, Pablo subraya que el requisito principal para un administrador es la fidelidad. Esta fidelidad no es solo en sus deberes, sino en su adhesión a las verdades del evangelio. El término "siervos" (griego: hyperetas) implica subordinación y servicio, mientras que "administradores" (griego: oikonomos) sugiere responsabilidad y gestión de algo valioso, en este caso, los misterios de Dios.
Pablo luego aborda el tema del juicio. Deja claro que el juicio humano tiene poca importancia para él. En cambio, está más preocupado por el juicio de Dios. En 1 Corintios 4:3-5, Pablo declara:
"A mí, en muy poco se me tiene el ser juzgado por vosotros o por tribunal humano; y ni aun yo me juzgo a mí mismo. Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado; pero el que me juzga es el Señor. Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios."
El énfasis de Pablo en el juicio divino sobre el juicio humano sirve como un recordatorio de que la responsabilidad última recae en Dios. Advierte contra los juicios prematuros y urge a los corintios a esperar el regreso del Señor, momento en el cual se revelarán las verdaderas intenciones y acciones. Este pasaje llama a la humildad y la paciencia, reconociendo que las perspectivas humanas son limitadas y a menudo defectuosas.
En los versículos siguientes, Pablo aborda el tema del orgullo y la jactancia entre los corintios. Usa ironía y sarcasmo para resaltar su arrogancia. En 1 Corintios 4:6-8, escribe:
"Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros. Porque ¿quién te distingue? ¿O qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?"
Las preguntas retóricas de Pablo están diseñadas para hacer que los corintios reflexionen sobre sus actitudes. Les recuerda que todo lo que tienen es un regalo de Dios y, por lo tanto, no hay base para la jactancia. Esta enseñanza se alinea con el principio bíblico más amplio de que la humildad es una virtud y el orgullo es un vicio (Proverbios 16:18, Santiago 4:6).
Pablo luego contrasta las experiencias de los apóstoles con la autopercepción de los corintios. Describe las dificultades y sufrimientos de los apóstoles para ilustrar el costo del verdadero apostolado. En 1 Corintios 4:9-13, pinta un cuadro vívido:
"Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles como postreros, como a sentenciados a muerte; pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres. Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, mas vosotros fuertes; vosotros honorables, mas nosotros despreciados. Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed, estamos desnudos, somos abofeteados y no tenemos morada fija; nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos; nos maldicen, y bendecimos; padecemos persecución, y la soportamos; nos difaman, y rogamos; hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos."
Este pasaje contrasta claramente la realidad de los apóstoles con la sabiduría y fuerza percibidas de los corintios. La descripción de Pablo de los apóstoles como "insensatos por amor de Cristo" y "escoria del mundo" sirve para humillar a los corintios y recordarles la verdadera naturaleza del liderazgo cristiano, que se caracteriza por el sacrificio y el sufrimiento en lugar de la gloria y el honor.
Hacia el final del capítulo, Pablo cambia su tono a uno de afecto paternal y amonestación. Expresa su profunda preocupación por los corintios y su deseo de corregir su comportamiento. En 1 Corintios 4:14-17, escribe:
"No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados. Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; pues en Cristo Jesús yo os engendré por medio del evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis. Por esto mismo os he enviado a Timoteo, que es mi hijo amado y fiel en el Señor, el cual os recordará mi proceder en Cristo, de la manera que enseño en todas partes y en todas las iglesias."
El uso de Pablo del lenguaje familiar enfatiza su genuino cuidado y responsabilidad por los corintios. Se ve a sí mismo como su padre espiritual, habiéndolos llevado a la fe en Cristo. Su apelación para que lo imiten no es por arrogancia, sino por un deseo de guiarlos hacia una vida cristiana fiel. Al enviar a Timoteo, Pablo se asegura de que tengan un ejemplo confiable a seguir.
Finalmente, Pablo aborda el tema de la arrogancia dentro de la iglesia de Corinto. Advierte que algunos se han vuelto arrogantes, pensando que Pablo no regresará. Sin embargo, les asegura su próxima visita y desafía su arrogancia. En 1 Corintios 4:18-21, concluye:
"Mas algunos están envanecidos, como si yo nunca hubiese de ir a vosotros. Pero iré pronto a vosotros, si el Señor quiere, y conoceré, no las palabras, sino el poder de los que andan envanecidos. Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder. ¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?"
Las palabras finales de Pablo son un llamado a la responsabilidad. Contrasta las palabras vacías con el poder genuino, indicando que el verdadero liderazgo cristiano se demuestra a través del poder del Espíritu Santo, no solo a través de palabras. Su pregunta retórica sobre venir con una vara de disciplina o con amor y mansedumbre subraya su autoridad y su compromiso con el bienestar espiritual de ellos.
En resumen, 1 Corintios 4 es un capítulo rico y multifacético que aborda la naturaleza del liderazgo cristiano, la importancia de la humildad y la necesidad de responsabilidad dentro de la iglesia. Las enseñanzas de Pablo en este capítulo son un recordatorio atemporal de los valores que deben caracterizar a la comunidad cristiana: fidelidad, humildad, sacrificio y poder espiritual genuino. Estos principios, cuando se abrazan, pueden ayudar a los creyentes a navegar las complejidades de la vida en la iglesia y fomentar una comunidad que refleje el corazón de Cristo.