El Himno de Cristo en Filipenses 2, específicamente los versículos 6-11, es uno de los pasajes más profundos y teológicamente ricos del Nuevo Testamento. Ofrece profundas ideas sobre la comprensión cristiana temprana de la naturaleza de Jesucristo. Este pasaje no solo sirve como pieza central en la Epístola a los Filipenses, sino que también ha sido fundamental en el desarrollo de la doctrina cristiana sobre la persona y obra de Jesucristo.
El himno dice lo siguiente (Filipenses 2:6-11, NVI):
Quien, siendo en naturaleza Dios,
no consideró el ser igual a Dios como algo a lo cual aferrarse;
sino que se despojó a sí mismo
tomando la naturaleza de siervo,
haciéndose semejante a los hombres.
Y al manifestarse como hombre,
se humilló a sí mismo
haciéndose obediente hasta la muerte,
¡y muerte de cruz!
Por lo cual Dios lo exaltó hasta lo sumo
y le dio el nombre que es sobre todo nombre,
para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla,
en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,
y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor,
para gloria de Dios Padre.
El himno comienza afirmando la divinidad de Jesús: "Quien, siendo en naturaleza Dios." Esta afirmación es crucial ya que establece que la identidad de Jesús no era meramente similar a Dios, sino que era de la misma esencia (griego: ὑπάρχων, "siendo"). Esto habla de la creencia cristiana temprana en la preexistencia de Cristo, que Jesús existía como Dios antes de su encarnación.
Sin embargo, el himno no se detiene en su divinidad. Se mueve para describir una transición profunda: "no consideró el ser igual a Dios como algo a lo cual aferrarse; sino que se despojó a sí mismo tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres." Aquí, el himno ilustra el concepto de kenosis (griego: κενόω, "vaciar"). Este término ha sido objeto de mucho debate teológico, pero en su núcleo, sugiere que Jesús voluntariamente renunció a sus privilegios y poderes divinos para convertirse en completamente humano. Este acto voluntario de humildad y autolimitación subraya la convicción cristiana temprana de la plena humanidad de Jesús.
El himno continúa enfatizando la humildad de Jesús: "se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!" La mención de la cruz es particularmente significativa porque la crucifixión no solo era un método brutal de ejecución, sino también uno asociado con la vergüenza y el deshonor. Resalta el grado de humildad y obediencia de Jesús, que no fue solo a cualquier muerte, sino a la muerte más humillante y dolorosa imaginable en ese momento.
Siguiendo esta narrativa de descenso, el himno cambia para proclamar la exaltación de Jesús: "Por lo cual Dios lo exaltó hasta lo sumo y le dio el nombre que es sobre todo nombre." Esta exaltación es una vindicación divina de la sumisión humilde de Jesús a la muerte en la cruz. Afirma que la auto-humillación de Jesús llevó a su glorificación y autoridad sobre toda la creación.
El Himno de Cristo es fundamental para entender las visiones cristianas tempranas sobre la naturaleza de Jesús, ya que encapsula el misterio de la Encarnación: Dios convirtiéndose en hombre, y el propósito último de este acto. Proporciona una base teológica para la creencia en Jesús como completamente divino y completamente humano, un principio central de la fe cristiana que es crucial para entender la naturaleza de la salvación. El himno sugiere que a través de la humildad y exaltación de Jesús, él ha cerrado la brecha entre Dios y la humanidad, haciendo posible la reconciliación.
Además, el himno sirve como modelo para el comportamiento cristiano. Pablo introduce este himno dentro de una exhortación más amplia a la iglesia de Filipos para imitar la humildad y desinterés de Cristo (Filipenses 2:3-5). Esto indica que la comunidad cristiana temprana no solo veía un significado teológico en las acciones de Jesús, sino también implicaciones éticas y morales para sus propias vidas.
En conclusión, el Himno de Cristo en Filipenses 2 es un texto ricamente estratificado que revela mucho sobre las creencias cristianas tempranas respecto a la naturaleza de Jesús. Afirma su preexistencia como divino, su encarnación y verdadera humanidad, su ejemplo de humildad suprema y su posterior exaltación como Señor sobre todo. Este pasaje no solo dio forma a los contornos teológicos de la cristología, sino que también proporcionó un patrón de vida para que los creyentes emularan. Su influencia perdurable continúa dando forma al pensamiento y la práctica cristiana hoy en día.