¿Quién debe o no debe participar en la Sagrada Comunión según 1 Corintios?

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La cuestión de quién debe o no debe participar en la Santa Comunión, también conocida como la Cena del Señor, es abordada por el Apóstol Pablo en 1 Corintios, particularmente en el capítulo 11. Las enseñanzas de Pablo sobre este asunto proporcionan una base para entender el significado de esta práctica sagrada y las condiciones bajo las cuales debe ser observada.

En 1 Corintios 11:23-26, Pablo relata la institución de la Cena del Señor por Jesucristo:

"Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: 'Esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.' Asimismo, tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: 'Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.' Porque todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga." (1 Corintios 11:23-26, RVR1960)

Pablo enfatiza que la Cena del Señor es un acto profundo de recuerdo y proclamación. Es un momento para que los creyentes reflexionen sobre el sacrificio de Jesucristo y proclamen Su muerte y resurrección hasta que Él regrese. Esta observancia sagrada debe ser abordada con reverencia y autoexamen.

En 1 Corintios 11:27-29, Pablo proporciona instrucciones explícitas sobre quién debe y no debe participar en la Santa Comunión:

"De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor. Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí." (1 Corintios 11:27-29, RVR1960)

De este pasaje, surgen varios principios clave:

Autoexamen y Dignidad

Pablo subraya la importancia del autoexamen antes de participar en la Santa Comunión. El término "indignamente" se refiere a abordar la Cena del Señor con una actitud frívola, irreverente o pecaminosa. No se trata de ser perfecto, sino de reconocer la solemnidad del acto y la necesidad de un corazón arrepentido. Los creyentes están llamados a examinar sus vidas, confesar sus pecados y buscar la reconciliación con Dios y con los demás antes de participar.

Discernir el Cuerpo

Pablo también destaca la necesidad de "discernir el cuerpo." Esta frase puede entenderse de dos maneras: reconocer el significado del cuerpo de Cristo sacrificado por nosotros y discernir la unidad y santidad de la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo. Participar en la Santa Comunión debe hacerse con una conciencia del sacrificio de Cristo y un compromiso con la unidad y el amor dentro de la comunidad cristiana.

Evitar el Juicio

Pablo advierte que aquellos que participan indignamente traen juicio sobre sí mismos. Este juicio puede manifestarse en consecuencias espirituales, emocionales o incluso físicas, como se sugiere en 1 Corintios 11:30, donde Pablo señala que muchos en la iglesia de Corinto estaban débiles, enfermos y algunos incluso habían muerto debido a su irreverencia al observar la Cena del Señor. Por lo tanto, es crucial abordar la Santa Comunión con un corazón que esté bien con Dios y con los demás.

Inclusividad y Exclusividad

Aunque Pablo no proporciona una lista exhaustiva de quién debe o no debe participar, los principios que él describe sugieren que la Santa Comunión está destinada a aquellos que tienen una fe genuina en Jesucristo y que se acercan a la mesa con reverencia y autoexamen. Esto implica que los no creyentes, aquellos que viven en pecado no arrepentido o aquellos que albergan conflictos no resueltos dentro de la iglesia deben abstenerse de participar hasta que hayan abordado estos asuntos.

El Papel del Liderazgo de la Iglesia

Los líderes de la iglesia juegan un papel vital en la administración de la Santa Comunión. Son responsables de enseñar a la congregación sobre el significado de la Cena del Señor, guiándolos en el autoexamen y asegurándose de que la observancia se realice de una manera que honre a Cristo y mantenga la unidad de la iglesia. Esta supervisión pastoral ayuda a mantener la santidad e integridad del sacramento.

Perspectivas Históricas y Teológicas

A lo largo de la historia de la iglesia, varias tradiciones cristianas han desarrollado directrices específicas sobre quién puede participar en la Santa Comunión. Por ejemplo, los padres de la iglesia primitiva, como Ignacio de Antioquía y Justino Mártir, enfatizaron la importancia del bautismo y una vida de fe como requisitos previos para participar en la Eucaristía. Los reformadores, incluidos Martín Lutero y Juan Calvino, también subrayaron la necesidad de fe y autoexamen, aunque diferían en la naturaleza de la presencia de Cristo en los elementos.

En la práctica cristiana contemporánea no denominacional, el énfasis sigue siendo la fe en Cristo, el autoexamen y el aspecto comunitario de la Cena del Señor. A menudo se deja a las iglesias individuales determinar directrices específicas, pero los principios descritos por Pablo en 1 Corintios sirven como un marco fundamental.

Aplicación Práctica

En un sentido práctico, las iglesias pueden fomentar una observancia significativa de la Santa Comunión mediante:

  1. Enseñanza: Proporcionar una enseñanza clara y consistente sobre el significado de la Cena del Señor, basada en principios bíblicos.
  2. Preparación: Fomentar tiempos regulares de autoexamen, confesión y reconciliación dentro de la congregación.
  3. Guía: Ofrecer orientación pastoral a aquellos que puedan estar inseguros sobre su preparación para participar.
  4. Unidad: Promover un espíritu de unidad y amor dentro de la iglesia, reconociendo que la Santa Comunión es tanto un acto de adoración personal como comunitario.

Conclusión

En resumen, según 1 Corintios, la Santa Comunión es una observancia sagrada que requiere un corazón de fe, reverencia y autoexamen. Está destinada a los creyentes que se acercan a la mesa con un reconocimiento del sacrificio de Cristo y un compromiso con la unidad y santidad de la iglesia. Al adherirse a estos principios, los creyentes pueden participar en la Santa Comunión de una manera que honre a Dios y edifique el cuerpo de Cristo.

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