El capítulo 4 de Efesios es un pasaje profundamente enriquecedor que ofrece profundas ideas sobre la naturaleza de la unidad cristiana, la madurez espiritual y la vida ética. Escrito por el apóstol Pablo, este capítulo sirve como un puente entre los fundamentos teológicos establecidos en los capítulos anteriores de Efesios y las aplicaciones prácticas que siguen. Es un llamado a vivir la unidad y la madurez que el evangelio trae, enfatizando la importancia del amor, la humildad y el crecimiento en la vida cristiana.
Pablo comienza Efesios 4 con una súplica sincera por la unidad entre los creyentes. Insta a los efesios a "andar como es digno de la vocación con que fuisteis llamados" (Efesios 4:1, RVR). Este llamado no es solo una búsqueda individual, sino un viaje colectivo que requiere humildad, mansedumbre, paciencia y amor. Pablo enfatiza la necesidad de "mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz" (Efesios 4:3, RVR), destacando la importancia de la armonía relacional dentro del cuerpo de Cristo. Esta unidad no se basa en similitudes superficiales, sino en la profunda realidad espiritual de que hay "un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como fuisteis llamados a una sola esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos y por todos y en todos" (Efesios 4:4-6, RVR).
Después de este llamado a la unidad, Pablo transita al tema de la diversidad dentro del cuerpo de Cristo. Explica que, aunque hay un solo cuerpo, hay diversos dones dados por Cristo para equipar a los santos para la obra del ministerio. Pablo cita el Salmo 68:18 para ilustrar que Cristo, en su ascensión, "dio dones a los hombres" (Efesios 4:8, RVR). Estos dones incluyen apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros, cuyo propósito es "perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo" (Efesios 4:12, RVR). El objetivo final de este equipamiento es que el cuerpo de Cristo alcance la unidad en la fe y el conocimiento del Hijo de Dios, alcanzando la madurez y "la medida de la estatura de la plenitud de Cristo" (Efesios 4:13, RVR).
Pablo luego aborda el tema de la madurez espiritual, contrastando la estabilidad de los creyentes maduros con la inestabilidad de aquellos que son espiritualmente inmaduros. Advierte contra ser "llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error" (Efesios 4:14, RVR). En cambio, los creyentes deben "seguir la verdad en amor" y "crecer en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo" (Efesios 4:15, RVR). Este crecimiento es un proceso comunitario, ya que cada parte del cuerpo trabaja junta, "cohesionado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente" (Efesios 4:16, RVR). Cuando cada parte funciona correctamente, el cuerpo crece y se edifica en amor.
La última parte de Efesios 4 cambia el enfoque a exhortaciones éticas, instando a los creyentes a vivir de una manera que refleje su nueva identidad en Cristo. Pablo contrasta el viejo yo, caracterizado por pensamientos fútiles, entendimiento oscurecido y dureza de corazón, con el nuevo yo, creado para ser como Dios en verdadera justicia y santidad (Efesios 4:17-24, RVR). Llama a los efesios a "despojarse del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovarse en el espíritu de vuestra mente, y vestirse del nuevo hombre" (Efesios 4:22-24, RVR).
Pablo proporciona instrucciones prácticas sobre cómo se ve esta nueva vida. Aborda temas como decir la verdad, la ira, el robo y el habla edificante. Los creyentes deben "hablar verdad cada uno con su prójimo" (Efesios 4:25, RVR) y "airaos, pero no pequéis" (Efesios 4:26, RVR), asegurándose de que la ira no dé lugar al diablo. Aquellos que robaban deben "no hurtar más, sino trabajar, haciendo con sus manos lo que es bueno" (Efesios 4:28, RVR), para que tengan algo que compartir con los necesitados. Pablo también enfatiza la importancia del habla edificante, instando a los creyentes a "ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación" (Efesios 4:29, RVR).
El capítulo concluye con un llamado a la bondad, la compasión y el perdón, reflejando el carácter de Dios. Pablo exhorta a los efesios a "ser benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo" (Efesios 4:32, RVR). Esta exhortación final encapsula la esencia de la vida cristiana: reflejar la gracia y el amor de Dios en nuestras relaciones con los demás.
El capítulo 4 de Efesios es un rico tapiz de profundidad teológica y sabiduría práctica. Llama a los creyentes a la unidad, la madurez y la vida ética, fundamentados en la realidad de su nueva identidad en Cristo. Este capítulo es un poderoso recordatorio de que la vida cristiana no se trata solo de piedad individual, sino de vivir en comunidad, crecer juntos y reflejar el carácter de Dios en nuestra vida diaria.