La concepción de Jesucristo, como se describe en la Biblia, es un evento fundamental en la teología cristiana, a menudo referido como el Nacimiento Virginal. Este evento milagroso se registra principalmente en los Evangelios de Mateo y Lucas, y tiene un profundo significado teológico, enfatizando la naturaleza divina de Jesús y el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento.
En el Evangelio de Lucas, la narrativa comienza con el ángel Gabriel siendo enviado por Dios a una joven llamada María, que estaba comprometida con José, un descendiente del rey David. Lucas 1:26-38 proporciona un relato detallado de este encuentro divino. El ángel Gabriel saluda a María con las palabras: "¡Saludos, tú que eres muy favorecida! El Señor está contigo" (Lucas 1:28, NVI). Comprensiblemente, María se siente perturbada y confundida por este saludo, pero Gabriel la tranquiliza, diciendo: "No tengas miedo, María; has hallado gracia ante Dios" (Lucas 1:30, NVI).
Gabriel luego entrega la asombrosa noticia: "Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de su padre David, y reinará sobre los descendientes de Jacob para siempre; su reino no tendrá fin" (Lucas 1:31-33, NVI). Esta declaración no solo predice el nacimiento de Jesús, sino que también afirma su naturaleza divina y su reinado eterno.
María, una virgen, naturalmente pregunta cómo será esto posible, a lo que Gabriel responde: "El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Así que el santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios" (Lucas 1:35, NVI). Esta explicación enfatiza que la concepción será un acto divino, llevado a cabo por el Espíritu Santo, asegurando así que Jesús sea tanto completamente humano como completamente divino.
El Evangelio de Mateo corrobora este relato y añade más contexto. En Mateo 1:18-25, aprendemos que María se encontró encinta por obra del Espíritu Santo antes de que ella y José se unieran. José, descrito como un hombre justo, inicialmente planea divorciarse de María en secreto para evitar la deshonra pública. Sin embargo, un ángel del Señor se le aparece en un sueño, diciendo: "José, hijo de David, no temas recibir a María como tu esposa, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es. Y dará a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:20-21, NVI).
Este pasaje no solo reitera la naturaleza divina de la concepción de Jesús, sino que también destaca su misión: salvar a su pueblo de sus pecados. El mensaje del ángel a José también cumple la profecía encontrada en Isaías 7:14, "La virgen concebirá y dará a luz un hijo, y lo llamarán Emanuel" (que significa "Dios con nosotros") (Mateo 1:23, NVI). Esta profecía, escrita siglos antes, subraya la naturaleza milagrosa y divina del nacimiento de Jesús.
Teológicamente, el Nacimiento Virginal es significativo por varias razones. En primer lugar, subraya la iniciativa divina en la salvación de la humanidad. La concepción de Jesús por el Espíritu Santo significa que la salvación es una obra de Dios, no de esfuerzo humano. Como el ángel Gabriel explicó a María, "Porque ninguna palabra de Dios dejará de cumplirse" (Lucas 1:37, NVI), enfatizando la omnipotencia y fidelidad de Dios.
En segundo lugar, el Nacimiento Virginal destaca la naturaleza sin pecado de Jesús. Dado que fue concebido por el Espíritu Santo y no por medios humanos, Jesús no heredó el pecado original que, según la doctrina cristiana, mancha a todos los seres humanos. Esta naturaleza sin pecado es crucial para su papel como el sacrificio perfecto por los pecados de la humanidad. Como dice Hebreos 4:15, "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, pero sin pecado" (NVI).
Además, el Nacimiento Virginal cumple las profecías del Antiguo Testamento y establece a Jesús como el Mesías prometido. La profecía en Isaías 7:14, como se mencionó anteriormente, es una indicación clara de que el Mesías nacería de una virgen. Además, las genealogías presentadas en Mateo y Lucas trazan la línea de Jesús a través de David, cumpliendo la promesa de que el Mesías vendría de la casa de David (2 Samuel 7:12-16).
En la literatura cristiana, el Nacimiento Virginal ha sido un tema de reflexión y afirmación a lo largo de los siglos. Los Padres de la Iglesia primitiva como Ignacio de Antioquía y Justino Mártir defendieron y articularon la doctrina contra varias herejías. El Credo de Nicea, formulado en el año 325 d.C., afirma explícitamente el Nacimiento Virginal, declarando que Jesús "fue encarnado por el Espíritu Santo de la virgen María, y se hizo hombre".
La respuesta de María al ángel Gabriel también es digna de mención e instructiva para los creyentes. A pesar del potencial de ostracismo social y dificultades personales, María responde con fe y obediencia, diciendo: "Soy la sierva del Señor... Que se cumpla en mí tu palabra" (Lucas 1:38, NVI). Su ejemplo de sumisión humilde a la voluntad de Dios sirve como modelo para el discipulado cristiano.
El Nacimiento Virginal, por lo tanto, no es solo un evento milagroso, sino una verdad teológica profunda que subraya la naturaleza divina de Jesús, la iniciativa de Dios en la salvación, el cumplimiento de la profecía y la naturaleza sin pecado de Cristo. Es un misterio que invita a los creyentes a maravillarse ante el poder y la gracia de Dios, quien entró en la historia humana de una manera única e inédita para redimir a su creación.
En resumen, María concibió a Jesús a través de la intervención milagrosa del Espíritu Santo, como se registra en los Evangelios de Mateo y Lucas. Este evento cumple las profecías del Antiguo Testamento, destaca la naturaleza divina y la misión de Jesús, y subraya la iniciativa de Dios en la salvación de la humanidad. A través del Nacimiento Virginal, los cristianos son recordados del profundo misterio de la Encarnación, donde Dios se hizo hombre para habitar entre nosotros y salvarnos de nuestros pecados.