En Juan 17:3, Jesús proporciona una descripción profunda e iluminadora de la vida eterna. Este versículo es parte de lo que a menudo se conoce como la "Oración Sacerdotal" de Jesús, una oración que ofreció al Padre justo antes de su arresto y posterior crucifixión. En esta oración, Jesús habla con profunda intimidad y claridad sobre su misión y la relación entre el Padre, Él mismo y sus seguidores. Juan 17:3 dice:
"Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado." (ESV)
Esta declaración es tanto simple como profunda, encapsulando la esencia de la vida eterna en conocer a Dios y a Jesucristo. Desglosaremos este versículo para entender la profundidad de lo que Jesús está comunicando.
En primer lugar, Jesús define la vida eterna no meramente como una existencia sin fin, sino como un conocimiento relacional de Dios. La palabra griega utilizada para "conocer" en este contexto es "γινώσκω" (ginōskō), que implica un conocimiento profundo, íntimo y experiencial. Es la misma palabra utilizada para describir la relación íntima entre un esposo y una esposa. Por lo tanto, Jesús está enfatizando que la vida eterna se trata de entrar en una relación profunda, personal y experiencial con Dios.
Esto es una desviación significativa de muchas comprensiones contemporáneas e históricas de la vida eterna, que a menudo se centran en la duración en lugar de la calidad. Jesús cambia el enfoque de la cantidad de vida (duración eterna) a la calidad de vida (relación íntima con Dios). Este conocimiento relacional no es solo un asentimiento intelectual, sino que implica un compromiso personal profundo con lo divino.
Jesús especifica que la vida eterna es conocer "al único Dios verdadero". Esta frase subraya la exclusividad y unicidad de Dios. En un mundo lleno de diversas deidades y creencias espirituales, Jesús afirma que solo hay un Dios verdadero. Esta afirmación está profundamente arraigada en el monoteísmo judío, como se ve en el Shema de Deuteronomio 6:4: "Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor es uno".
Al enfatizar "el único Dios verdadero", Jesús está llamando a sus seguidores a una relación con el Dios que es la fuente de toda verdad y realidad. Este Dios no es uno entre muchos, sino la realidad singular y última. Esta exclusividad no está destinada a ser una barrera, sino una invitación a conocer la única fuente verdadera de vida y ser.
La segunda parte del versículo, "y a Jesucristo, a quien has enviado", vincula el conocimiento de Dios directamente con la persona de Jesucristo. Jesús es la revelación de Dios a la humanidad. Como dice Juan 1:18, "Nadie ha visto jamás a Dios; el Dios unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha dado a conocer". Jesús es la Palabra encarnada, la imagen visible del Dios invisible (Colosenses 1:15).
Conocer a Jesucristo es conocer a Dios. Jesús no es meramente un profeta o un maestro; Él es el enviado, el Mesías, el Hijo de Dios. Su vida, muerte y resurrección son la revelación última del carácter, amor y propósito de Dios. Como Jesús mismo dice en Juan 14:9, "El que me ha visto a mí, ha visto al Padre".
Entender la vida eterna como una relación con Dios a través de Jesucristo tiene profundas implicaciones para los creyentes. Significa que la vida eterna comienza ahora, no solo después de la muerte física. Cuando una persona llega a la fe en Jesucristo, entra en esta relación eterna. Como dice Jesús en Juan 5:24, "De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida".
Esta relación es transformadora. Conocer a Dios y a Jesucristo cambia cómo vivimos, pensamos e interactuamos con el mundo. Trae una nueva perspectiva, propósito y esperanza. Es una vida caracterizada por amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio (Gálatas 5:22-23). Es una vida vivida en la presencia y el poder del Espíritu Santo.
El Espíritu Santo juega un papel crucial en esta relación. Jesús prometió el Espíritu Santo como un ayudante y guía para sus seguidores. En Juan 14:16-17, dice, "Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros y estará en vosotros".
El Espíritu Santo permite a los creyentes conocer a Dios más profundamente y vivir la vida eterna que Jesús describe. El Espíritu enseña, recuerda, convence y empodera a los creyentes para vivir de acuerdo con la voluntad de Dios. A través del Espíritu Santo, la relación con Dios se vuelve vibrante y dinámica.
La vida eterna también se experimenta en el contexto de la comunidad de creyentes. El Nuevo Testamento frecuentemente enfatiza el aspecto comunitario de la fe cristiana. En Juan 17, Jesús ora no solo por sus discípulos inmediatos, sino también por todos los que creerán en Él a través de su mensaje (Juan 17:20). Ora por su unidad, para que sean uno como Él y el Padre son uno (Juan 17:21-23).
Esta unidad refleja la naturaleza relacional de la vida eterna. Los creyentes están llamados a vivir en relaciones amorosas, de apoyo y responsables unos con otros. La iglesia, como el cuerpo de Cristo, es la expresión tangible de esta vida eterna en la tierra. A través de la comunión, la adoración, el servicio y la misión, los creyentes crecen en su conocimiento de Dios y de Jesucristo.
Finalmente, entender la vida eterna como conocer a Dios y a Jesucristo tiene implicaciones misioneras. La oración de Jesús en Juan 17 incluye un fuerte énfasis en la misión. Dice, "Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo" (Juan 17:18). El conocimiento de Dios y de Jesucristo no está destinado a ser guardado para uno mismo, sino a ser compartido con otros.
Los creyentes están llamados a ser testigos del poder transformador del evangelio. Esto implica tanto la proclamación como la demostración. A través de palabras y acciones, los creyentes deben dar a conocer el amor, la gracia y la verdad de Dios. La misión de la iglesia es invitar a otros a esta relación eterna con Dios a través de Jesucristo.
En Juan 17:3, Jesús proporciona una descripción rica y multifacética de la vida eterna. Es una vida caracterizada por un conocimiento íntimo, personal y experiencial del único Dios verdadero y de Jesucristo a quien Él ha enviado. Esta relación comienza ahora y continúa en la eternidad, transformando a individuos y comunidades. Es una vida empoderada por el Espíritu Santo, vivida en el contexto de la comunidad de creyentes y impulsada por la misión de dar a conocer el amor de Dios al mundo. A través de esta comprensión, los creyentes están invitados a experimentar la plenitud de la vida que Jesús ofrece, tanto ahora como para siempre.