La historia de Lázaro es una de las narrativas más profundas del Nuevo Testamento, encapsulando temas de fe, el poder de Jesús y la promesa de vida eterna. Se relata en el Evangelio de Juan, específicamente en Juan 11:1-44, y se destaca como uno de los milagros más significativos realizados por Jesús durante su ministerio terrenal. La resurrección de Lázaro de entre los muertos no solo demostró la autoridad divina de Jesús sobre la vida y la muerte, sino que también presagió su propia resurrección, ofreciendo un vistazo al poder transformador de la fe en Cristo.
Lázaro era un residente de Betania, un pueblo cerca de Jerusalén, y era el hermano de María y Marta. Los tres hermanos eran amigos cercanos de Jesús, y su hogar era un lugar donde Jesús a menudo encontraba hospitalidad. Al comienzo del relato, nos enteramos de que Lázaro había caído gravemente enfermo. Sus hermanas, María y Marta, enviaron un mensaje a Jesús, diciendo: "Señor, el que amas está enfermo" (Juan 11:3, NVI). Este mensaje transmite no solo la gravedad de la condición de Lázaro, sino también el profundo vínculo de afecto entre Jesús y Lázaro.
A pesar de recibir el mensaje urgente, Jesús no se apresuró inmediatamente a Betania. En cambio, permaneció donde estaba durante dos días más. Este retraso podría parecer desconcertante al principio, especialmente dada la urgencia de la situación. Sin embargo, Jesús explicó a sus discípulos que "esta enfermedad no terminará en muerte. No, es para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por medio de ella" (Juan 11:4, NVI). La respuesta de Jesús indica que tenía un propósito divino al permitir que Lázaro muriera, uno que finalmente revelaría su gloria y fortalecería la fe de aquellos que presenciaron el milagro.
Después de dos días, Jesús anunció su intención de regresar a Judea, a pesar de las preocupaciones de los discípulos sobre la hostilidad que podría enfrentar allí. Jesús les informó que Lázaro había "caído dormido" y que iba a "despertarlo" (Juan 11:11, NVI). Los discípulos malinterpretaron, pensando que Lázaro simplemente estaba descansando, pero Jesús aclaró, diciendo claramente: "Lázaro ha muerto" (Juan 11:14, NVI). Este momento subraya la conciencia de Jesús sobre la condición de Lázaro y su intención deliberada de realizar un milagro que revelaría su poder sobre la muerte.
Cuando Jesús finalmente llegó a Betania, Lázaro ya había estado en la tumba durante cuatro días. Este detalle es significativo, ya que la creencia judía de la época sostenía que el alma permanecía cerca del cuerpo durante tres días, después de lo cual se alejaba. Al llegar en el cuarto día, Jesús se aseguró de que no hubiera duda sobre la finalidad de la muerte de Lázaro, preparando el escenario para un milagro innegable.
Marta, al enterarse de que Jesús venía, salió a su encuentro. En su conversación con Jesús, expresó tanto fe como dolor, diciendo: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero sé que incluso ahora Dios te dará lo que pidas" (Juan 11:21-22, NVI). Jesús respondió con una declaración profunda: "Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás" (Juan 11:25-26, NVI). Esta declaración encapsula la creencia cristiana central en Jesús como la fuente de vida eterna y destaca el poder transformador de la fe en Él.
La fe de Marta se demuestra aún más cuando afirma su creencia de que Jesús es "el Mesías, el Hijo de Dios, que ha de venir al mundo" (Juan 11:27, NVI). Esta confesión de fe prepara el escenario para el milagro que sigue. María también expresa su dolor cuando se encuentra con Jesús, repitiendo el sentimiento de Marta de que Lázaro no habría muerto si Jesús hubiera estado presente.
Al acercarse a la tumba, Jesús se conmovió profundamente y lloró, mostrando su compasión y empatía por el sufrimiento de sus amigos. Este momento, capturado en el versículo más corto de la Biblia, "Jesús lloró" (Juan 11:35, NVI), revela la profundidad de su humanidad y su disposición a compartir el dolor de aquellos que ama.
De pie ante la tumba, Jesús ordenó que se quitara la piedra. Marta, siempre práctica, le recordó que habría un mal olor, ya que Lázaro había estado muerto durante cuatro días. Jesús le recordó suavemente su promesa anterior: "¿No te dije que si crees, verás la gloria de Dios?" (Juan 11:40, NVI). Este intercambio enfatiza la necesidad de fe para presenciar las obras milagrosas de Dios.
Después de que se quitó la piedra, Jesús oró, agradeciendo a Dios por escucharlo y expresando su deseo de que los presentes creyeran que Dios lo había enviado. Luego, con voz fuerte, llamó: "¡Lázaro, sal fuera!" (Juan 11:43, NVI). Al mandato de Jesús, Lázaro salió de la tumba, aún envuelto en sus ropas funerarias, un testimonio viviente del poder de Cristo sobre la muerte.
La resurrección de Lázaro tuvo un impacto profundo en aquellos que la presenciaron. Muchos de los judíos que habían venido a llorar con María y Marta creyeron en Jesús como resultado de este milagro. Sin embargo, también intensificó la oposición de los líderes religiosos, que veían a Jesús como una amenaza para su autoridad. La resurrección de Lázaro se convirtió así en un evento crucial que aceleró el complot para arrestar y crucificar a Jesús.
Teológicamente, el milagro de Lázaro sirve como una poderosa ilustración de la identidad de Jesús como el Hijo de Dios y la fuente de vida. Presagia su propia resurrección, ofreciendo un vistazo de la esperanza y la promesa de vida eterna para todos los que creen en Él. La narrativa invita a los lectores a reflexionar sobre la naturaleza de la fe, la realidad del sufrimiento y la muerte, y el poder transformador del amor y la autoridad de Cristo.
En la literatura cristiana, la historia de Lázaro ha sido explorada e interpretada de diversas maneras. Agustín de Hipona, en sus escritos, vio la resurrección de Lázaro como un símbolo del despertar espiritual que ocurre cuando las personas son llevadas a la fe en Cristo. De manera similar, los teólogos contemporáneos a menudo ven la narrativa como un testimonio de la esperanza y la seguridad que los creyentes pueden tener frente a la muerte, fundamentada en la promesa de resurrección y vida eterna a través de Jesús.
En última instancia, el relato de la muerte y resurrección de Lázaro desafía a los creyentes a confiar en el poder de Jesús y a abrazar la esperanza que proviene de una relación con Él. Nos llama a vivir con la seguridad de que, a través de Cristo, la muerte no es el fin, sino un paso hacia la vida eterna. La historia de Lázaro es un recordatorio atemporal de la profunda verdad de que Jesús es, de hecho, la resurrección y la vida, y que a través de Él, se nos ofrece la promesa de vida eterna.