Cuando se le preguntó acerca de los mandamientos más grandes, Jesús proporcionó una respuesta profunda y transformadora que encapsula la esencia de la ética cristiana. Este momento está registrado en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, y sirve como una piedra angular para entender la vida moral y espiritual a la que Jesús llama a sus seguidores.
En Mateo 22:34-40, encontramos a los fariseos poniendo a prueba a Jesús con esta misma pregunta. Uno de ellos, un experto en la ley, preguntó: "Maestro, ¿cuál es el mandamiento más grande en la Ley?" Jesús respondió:
"‘Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.’ Este es el primer y más grande mandamiento. Y el segundo es semejante: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas.” (Mateo 22:37-40, NVI)
De manera similar, en Marcos 12:28-34, un escriba le pregunta a Jesús: "De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante?" Jesús responde:
“El más importante,” respondió Jesús, “es este: ‘Escucha, Israel: El Señor nuestro Dios, el Señor es uno. Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas.’ El segundo es este: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’ No hay mandamiento más grande que estos.” (Marcos 12:29-31, NVI)
Estos dos mandamientos no son reglas arbitrarias, sino que están profundamente arraigados en las Escrituras judías. El primer mandamiento que Jesús cita proviene de Deuteronomio 6:4-5, conocido como el Shemá, una declaración central de la fe judía. El segundo mandamiento proviene de Levítico 19:18, que enfatiza la importancia de amar al prójimo.
Amar a Dios con Todo tu Corazón, Alma y Mente
El mandamiento de amar a Dios con todo el corazón, alma y mente es un llamado a la devoción total. Significa que nuestro amor por Dios debe permear cada aspecto de nuestro ser. El corazón, en términos bíblicos, a menudo representa el centro de nuestras emociones y deseos. El alma puede entenderse como la fuerza vital o la esencia de quienes somos. La mente involucra nuestro intelecto y pensamientos. Juntos, estos términos significan un amor holístico por Dios que involucra nuestras emociones, nuestra vida misma y nuestro intelecto.
Este mandamiento nos desafía a priorizar nuestra relación con Dios por encima de todo lo demás. Nos llama a un amor que no es superficial ni parcial, sino completo y abarcador. Este tipo de amor se demuestra a través de la adoración, la obediencia y una búsqueda continua de la presencia y la voluntad de Dios.
Amar a tu Prójimo como a Ti Mismo
El segundo mandamiento, amar al prójimo como a uno mismo, extiende el amor que tenemos por Dios a quienes nos rodean. Implica un profundo sentido de empatía y compasión. Así como naturalmente buscamos nuestro propio bienestar, estamos llamados a buscar el bienestar de los demás con la misma intensidad y cuidado.
Este mandamiento es radical en su simplicidad y su desafío. Significa que nuestro amor por los demás debe ser tan genuino y comprometido como nuestro amor por nosotros mismos. Este amor no se limita a aquellos que son como nosotros o que encontramos fáciles de amar. Jesús amplió la definición de