¿Cuánto tiempo sufrió la mujer del problema de sangre?

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La historia de la mujer con el flujo de sangre es una de las narrativas más conmovedoras y poderosas del Nuevo Testamento. Es una historia que habla de los temas de la fe, la sanación y el poder transformador de Jesucristo. El relato de esta mujer se encuentra en los Evangelios Sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas. Cada Evangelio proporciona una perspectiva ligeramente diferente, pero todos convergen en los detalles críticos que destacan su sufrimiento y su fe.

Según el Evangelio de Marcos, la mujer había estado sufriendo de su condición durante doce años. Marcos 5:25-26 (NVI) dice: "Y había una mujer que hacía doce años que padecía de flujo de sangre. Había sufrido mucho bajo el cuidado de muchos médicos y había gastado todo lo que tenía, pero en vez de mejorar, empeoraba." Este pasaje no solo nos dice la duración de su sufrimiento, sino que también pinta un vívido cuadro de su desesperación. Había agotado todos sus recursos buscando una cura, solo para encontrar que su condición empeoraba.

El Evangelio de Lucas corrobora este relato. Lucas 8:43 (NVI) dice: "Y había una mujer que hacía doce años que padecía de flujo de sangre, pero nadie podía sanarla." Lucas, siendo él mismo médico, añade una capa de conocimiento profesional sobre la gravedad de su condición. Enfatiza que a pesar de sus mejores esfuerzos y del conocimiento médico de la época, su dolencia seguía siendo incurable.

El relato de Mateo, aunque más corto, también confirma el período de sufrimiento de doce años. Mateo 9:20 (NVI) dice: "En esto, una mujer que hacía doce años que padecía de flujo de sangre se le acercó por detrás y tocó el borde de su manto." La consistencia entre estos tres Evangelios subraya la importancia de su aflicción y la naturaleza milagrosa de su sanación.

Para apreciar plenamente la gravedad de su situación, es esencial entender el contexto cultural y religioso de su condición. Según la ley levítica, una mujer con flujo de sangre sería considerada ceremonialmente impura (Levítico 15:25-27). Esto significaba que sería socialmente marginada, incapaz de participar en el culto comunitario, y cualquiera que entrara en contacto con ella también sería considerado impuro. Su condición la aislaba no solo físicamente, sino también espiritualmente y emocionalmente.

La decisión de la mujer de acercarse a Jesús fue un acto de profundo valor y fe. Ella creía que con solo tocar el borde de su manto sería suficiente para sanarla. Esta creencia está arraigada en la comprensión de que el poder de Jesús era tan grande que incluso el más mínimo contacto podría provocar un milagro. Marcos 5:27-28 (NVI) narra: "Cuando oyó hablar de Jesús, se le acercó por detrás entre la multitud y tocó su manto, porque pensaba: 'Si tan solo toco su ropa, quedaré sana.'"

Su fe no fue en vano. Tan pronto como tocó el manto de Jesús, sintió en su cuerpo que había sido liberada de su sufrimiento. Marcos 5:29 (NVI) registra: "Inmediatamente cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que había sido liberada de su sufrimiento." Jesús, consciente de que había salido poder de Él, se volvió en la multitud y preguntó: "¿Quién ha tocado mi ropa?" (Marcos 5:30, NVI). Los discípulos, desconcertados por la pregunta dada la multitud que lo rodeaba, señalaron la improbabilidad de identificar un solo toque. Sin embargo, Jesús persistió, mirando a su alrededor para ver quién lo había hecho.

La mujer, dándose cuenta de que no podía pasar desapercibida, se adelantó temblando de miedo. Cayó a los pies de Jesús y confesó toda la verdad. La respuesta de Jesús es tanto compasiva como afirmativa. Le dijo: "Hija, tu fe te ha sanado. Vete en paz y queda libre de tu sufrimiento" (Marcos 5:34, NVI). Este término "Hija" es significativo; significa aceptación, afecto y restauración. No solo fue sanado su cuerpo, sino todo su ser: social, emocional y espiritualmente.

La historia de la mujer con el flujo de sangre es un testimonio del poder transformador de la fe en Jesucristo. Demuestra que no importa cuánto tiempo haya sufrido una persona, no importa cuán desesperada parezca la situación, la fe en Jesús puede traer una restauración completa. Sus doce años de sufrimiento terminaron en un instante gracias a su fe y al poder divino de Jesús.

Esta narrativa también sirve como un aliento para todos los que se sienten marginados o excluidos. La condición de la mujer la convirtió en una forastera, pero Jesús no la rechazó. En cambio, reconoció su fe y la restauró a la plenitud. Esto es un poderoso recordatorio de que el amor y la sanación de Jesús están disponibles para todos, independientemente de sus circunstancias.

Además, esta historia destaca la importancia de la persistencia en buscar a Jesús. A pesar de las barreras, tanto físicas como sociales, la mujer se abrió paso entre la multitud para llegar a Él. Su determinación es un modelo para todos los creyentes de persistir en su fe, incluso cuando las probabilidades parecen insuperables.

Además del relato bíblico, esta historia ha sido objeto de mucha reflexión en la literatura cristiana. Por ejemplo, en "El Deseado de Todas las Gentes", Ellen G. White escribe: "¡La oportunidad dorada había llegado, estaba en presencia del Gran Médico! Pero en medio de la confusión, no podía hablar con Él, ni captar más que un vistazo pasajero de Su figura. Temerosa de perder su única oportunidad de alivio, se adelantó, diciéndose a sí misma: 'Si tan solo toco Su manto, seré sana.'" Este pasaje captura la urgencia y la esperanza que impulsaron a la mujer a buscar el toque sanador de Jesús.

En conclusión, la mujer con el flujo de sangre sufrió durante doce largos años, soportando dolor físico, aislamiento social y desesperación emocional. Su historia, sin embargo, no es solo una de sufrimiento, sino de una fe increíble y del poder milagroso de Jesucristo. Sirve como un recordatorio duradero de que no importa cuán graves sean nuestras circunstancias, la fe en Jesús tiene el poder de traer una sanación completa y total. Su historia nos anima a acercarnos a Jesús con la misma fe y determinación, confiando en que Él es capaz de satisfacer nuestras necesidades más profundas y restaurarnos a la plenitud.

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