La directiva de predicar el evangelio a todas las naciones es uno de los mandatos más profundos y de mayor alcance dados por Jesucristo a Sus discípulos. Este mandato está explícitamente declarado en el Nuevo Testamento, particularmente en el Evangelio de Mateo. El pasaje comúnmente conocido como la "Gran Comisión" se encuentra en Mateo 28:18-20. Aquí, Jesús, después de Su resurrección y justo antes de Su ascensión al cielo, imparte esta instrucción crucial a Sus seguidores:
"Y Jesús se acercó y les habló diciendo: 'Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.'" (Mateo 28:18-20, ESV)
Este pasaje es rico en significado teológico y aplicación práctica. Vamos a desglosarlo para entender sus implicaciones completas.
Jesús comienza afirmando Su autoridad: "Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra." Esta declaración es fundamental porque establece la base para el mandato que sigue. Jesús no es meramente un maestro o profeta; Él es el Señor soberano de toda la creación. Su autoridad abarca tanto los reinos espiritual como físico, haciendo de Su mandato no solo una directiva religiosa sino un mandato cósmico.
El concepto de la autoridad de Jesús se repite a lo largo del Nuevo Testamento. Pablo, en su carta a los Filipenses, escribe:
"Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre." (Filipenses 2:9-11, ESV)
Con Su autoridad establecida, Jesús emite el mandato: "Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones." El imperativo "Id" significa movimiento y acción. Implica salir de la zona de confort y llevar el mensaje del evangelio a lugares nuevos y diversos. El alcance de esta misión es universal—"todas las naciones"—indicando que el evangelio no está confinado a un grupo étnico, cultura o área geográfica específica. Es un mensaje para todo el mundo.
La palabra griega para "naciones" usada aquí es "ethnos," que puede traducirse como "pueblos" o "grupos étnicos." Esto subraya la naturaleza inclusiva del evangelio. La iglesia primitiva tomó este mandato en serio, como lo demuestran los viajes misioneros de Pablo y la expansión del cristianismo a lo largo del Imperio Romano y más allá.
El núcleo de la Gran Comisión es hacer discípulos. Un discípulo es más que un mero converso; un discípulo es un seguidor comprometido de Jesús que busca aprender de Él y vivir de acuerdo con Sus enseñanzas. Este proceso involucra tanto la evangelización como el discipulado—compartir el evangelio y nutrir a los nuevos creyentes en su fe.
Jesús proporciona instrucciones específicas sobre cómo hacer discípulos: "bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado." El bautismo es el signo exterior de una transformación interior, simbolizando la identificación del creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Jesús. Es un acto de obediencia y una declaración pública de fe.
La enseñanza es el proceso continuo de discipulado. Los nuevos creyentes deben ser enseñados a observar los mandamientos de Jesús, que abarcan Sus enseñanzas sobre el amor, el perdón, el servicio y más. Esta instrucción no es meramente académica; es práctica y transformadora, destinada a moldear el carácter y la conducta del discípulo.
Jesús concluye la Gran Comisión con una promesa reconfortante: "Y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." Esta seguridad de Su presencia continua empodera y anima a Sus seguidores mientras emprenden la ardua tarea de la evangelización global. La presencia de Jesús se media a través del Espíritu Santo, quien habita y guía a los creyentes.
La promesa de la presencia de Jesús es un tema recurrente en el Nuevo Testamento. En Juan 14:16-17, Jesús dice:
"Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros." (Juan 14:16-17, ESV)
El mandato de predicar el evangelio a todas las naciones no es una directiva aislada, sino que es parte de una narrativa bíblica más amplia. En el Antiguo Testamento, la promesa de Dios a Abraham incluía una visión para todas las naciones:
"Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra." (Génesis 12:2-3, ESV)
Esta promesa encuentra su cumplimiento último en Jesucristo, a través de quien la bendición de la salvación se extiende a todos los pueblos.
En el Nuevo Testamento, el mandato de predicar a todas las naciones se reitera en diferentes formas. Marcos 16:15 registra a Jesús diciendo:
"Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura." (Marcos 16:15, ESV)
De manera similar, en Hechos 1:8, Jesús dice a Sus discípulos:
"Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra." (Hechos 1:8, ESV)
La iglesia primitiva tomó en serio la Gran Comisión, como lo demuestra la rápida expansión del cristianismo en el primer siglo. El libro de Hechos narra las actividades misioneras de los apóstoles, particularmente Pedro y Pablo. Los viajes misioneros de Pablo, registrados en Hechos y sus epístolas, ejemplifican el cumplimiento del mandato de Jesús de predicar a todas las naciones.
Las cartas de Pablo a los Romanos, Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses y Tesalonicenses, entre otras, reflejan sus esfuerzos por establecer y nutrir iglesias en todo el Imperio Romano. Su dedicación a la Gran Comisión es evidente en sus palabras a los Romanos:
"Y de esta manera me esforcé a predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiese sido nombrado, para no edificar sobre fundamento ajeno." (Romanos 15:20, ESV)
La Gran Comisión sigue siendo relevante para los cristianos hoy en día. La tarea de hacer discípulos de todas las naciones está en curso, y cada creyente tiene un papel que desempeñar. Esto puede tomar diversas formas, desde la evangelización personal y el alcance local hasta el apoyo a misiones globales y ser un testigo en la vida diaria.
La tecnología moderna y la interconexión global han creado oportunidades sin precedentes para difundir el evangelio. Las plataformas en línea, las redes sociales y otras herramientas digitales pueden ser aprovechadas para llegar a personas en todo el mundo. Sin embargo, la esencia de la Gran Comisión permanece inalterada: se trata de hacer discípulos, bautizándolos y enseñándoles a seguir a Jesús.
El mandato de predicar el evangelio a todas las naciones, tal como se articula en Mateo 28:18-20, es una piedra angular de la misión e identidad cristiana. Está arraigado en la autoridad de Jesús, abarca la creación de discípulos y está respaldado por la promesa de Su presencia. Este mandato es parte de la narrativa bíblica más amplia del plan redentor de Dios para toda la humanidad y continúa inspirando y guiando la misión de la iglesia hoy en día. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a participar en esta misión divina, compartiendo las buenas nuevas de Jesús con un mundo que necesita Su amor y salvación.