En el Nuevo Testamento, el relato de Jesús lavando los pies de los discípulos se encuentra en el Evangelio de Juan, específicamente en Juan 13:1-17. Este pasaje es único en el Evangelio de Juan y no se encuentra en los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). El acto de lavar los pies por parte de Jesús está lleno de significado teológico y proporciona una lección profunda de humildad y servicio.
La narrativa comienza con Jesús y sus discípulos reunidos para la Última Cena. Juan 13:1 establece la escena: "Era antes de la Fiesta de la Pascua. Jesús sabía que había llegado la hora de dejar este mundo y volver al Padre. Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin." Este versículo subraya el profundo amor que Jesús tenía por sus discípulos y establece el tono para el acto humilde que está a punto de realizar.
En Juan 13:2-5, leemos: "La cena estaba en curso, y el diablo ya había incitado a Judas, hijo de Simón Iscariote, a traicionar a Jesús. Jesús sabía que el Padre había puesto todas las cosas bajo su poder, y que había venido de Dios y estaba volviendo a Dios; así que se levantó de la cena, se quitó su manto exterior y se ató una toalla alrededor de la cintura. Después de eso, vertió agua en un recipiente y comenzó a lavar los pies de sus discípulos, secándolos con la toalla que tenía alrededor."
Este pasaje es sorprendente por varias razones. En primer lugar, destaca la completa conciencia de Jesús de su autoridad divina y misión. A pesar de conocer su estatus exaltado, Jesús elige realizar una tarea que típicamente estaba reservada para el sirviente más bajo de la casa. Lavar los pies en la antigua Palestina era una tarea necesaria pero humilde, ya que la gente caminaba largas distancias por caminos polvorientos con sandalias. Al asumir este papel, Jesús demuestra una forma radical de servicio y humildad.
Cuando Jesús se acerca a Pedro, vemos un momento de resistencia e incomprensión. Juan 13:6-8 registra el intercambio: "Llegó a Simón Pedro, quien le dijo: 'Señor, ¿me vas a lavar los pies?' Jesús respondió: 'Ahora no te das cuenta de lo que estoy haciendo, pero más tarde lo entenderás.' 'No,' dijo Pedro, 'nunca me lavarás los pies.' Jesús respondió: 'Si no te lavo, no tienes parte conmigo.'"
La negativa inicial de Pedro refleja una reacción humana común a la gracia y la humildad. No puede imaginarse a su Maestro realizando una tarea tan humilde. Sin embargo, la respuesta de Jesús es profunda. El lavado de pies es simbólico de una limpieza espiritual más profunda y un aspecto esencial de la comunión con Él. Este acto prefigura la limpieza definitiva que Jesús proporcionaría a través de su muerte sacrificial en la cruz.
Pedro, al darse cuenta de la importancia de las palabras de Jesús, responde en Juan 13:9: "Entonces, Señor, no solo mis pies, sino también mis manos y mi cabeza." Jesús luego explica en Juan 13:10-11: "Los que se han bañado solo necesitan lavarse los pies; todo su cuerpo está limpio. Y ustedes están limpios, aunque no todos." Aquí, Jesús indica que los discípulos, excepto Judas, están espiritualmente limpios. El lavado de pies sirve como un recordatorio de la necesidad de una limpieza y humildad continuas en la vida de un creyente.
Después de lavar los pies de los discípulos, Jesús retoma su lugar en la mesa y explica el significado de sus acciones. Juan 13:12-17 registra su enseñanza: "Cuando terminó de lavarles los pies, se puso su ropa y volvió a su lugar. '¿Entienden lo que he hecho por ustedes?' les preguntó. 'Ustedes me llaman