¿Dónde fue crucificado Jesús?

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La crucifixión de Jesucristo se erige como un momento crucial en la teología cristiana, representando la expiación sacrificial por los pecados de la humanidad. Comprender el contexto geográfico e histórico de la crucifixión de Jesús enriquece nuestra comprensión de este evento profundo. El lugar donde Jesús fue crucificado se identifica tradicionalmente como el Gólgota, también conocido como el Calvario.

El término "Gólgota" se deriva de la palabra aramea "Golgota", que significa "el lugar de la calavera". Este nombre se refleja en el término latino "Calvaria", del cual obtenemos la palabra inglesa "Calvary". Los Evangelios nos proporcionan detalles cruciales sobre este sitio. En Mateo 27:33, está escrito: "Y cuando llegaron a un lugar llamado Gólgota (que significa Lugar de la Calavera)", mientras que Marcos 15:22 y Juan 19:17 ofrecen descripciones similares. La consistencia en estos relatos subraya la importancia de este lugar en la narrativa de la pasión de Jesús.

El Gólgota estaba situado fuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén. Este detalle está corroborado por el Evangelio de Juan, que dice: "Entonces llevaron a Jesús de Caifás al pretorio. Era temprano en la mañana. Ellos mismos no entraron en el pretorio, para no contaminarse y poder comer la Pascua" (Juan 18:28). Más tarde, Juan 19:20 señala: "Muchos de los judíos leyeron este letrero, porque el lugar donde Jesús fue crucificado estaba cerca de la ciudad". El requisito de que las crucifixiones ocurrieran fuera de las murallas de la ciudad se alinea con las costumbres judías y las prácticas romanas de la época. Según la ley judía, las ejecuciones no debían tener lugar dentro de la ciudad para evitar contaminarla (Números 15:35-36).

La ubicación precisa del Gólgota ha sido objeto de debate académico e investigación arqueológica. El sitio tradicional, venerado desde al menos el siglo IV, se encuentra dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro en el Barrio Cristiano de la Ciudad Vieja de Jerusalén. Esta iglesia, originalmente construida por el emperador Constantino el Grande en el año 335 d.C., abarca tanto el Gólgota como la tumba donde Jesús fue enterrado y resucitado. Eusebio de Cesarea, un historiador cristiano temprano, documenta que la madre de Constantino, Helena, identificó este sitio durante su peregrinación a Jerusalén.

La arqueología moderna y la geografía histórica proporcionan información adicional. Algunos estudiosos proponen ubicaciones alternativas basadas en sus interpretaciones de textos antiguos y evidencia topográfica. Una de estas alternativas es la "Tumba del Jardín", ubicada fuera de la Puerta de Damasco. Descubierto en el siglo XIX, este sitio es favorecido por algunas tradiciones protestantes debido a su entorno sereno de jardín y su proximidad a un escarpe rocoso que se asemeja a una calavera. Sin embargo, la mayoría de la evidencia histórica y arqueológica continúa apoyando el sitio tradicional dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro.

Teológicamente, la ubicación de la crucifixión de Jesús tiene un profundo simbolismo. El Gólgota, el lugar de la calavera, evoca imágenes de muerte y mortalidad. Sin embargo, es precisamente en este lugar de muerte donde se cumple la promesa de vida y resurrección. El apóstol Pablo reflexiona sobre esta paradoja en su carta a los Corintios: "Porque la palabra de la cruz es locura para los que se pierden, pero para nosotros los que somos salvos es poder de Dios" (1 Corintios 1:18). La cruz, un instrumento romano de ejecución, se convierte en el símbolo supremo del amor y la gracia redentora de Dios.

Además, la crucifixión fuera de las murallas de la ciudad tiene importantes implicaciones teológicas. Hebreos 13:12-13 dice: "Y así Jesús también sufrió fuera de la puerta de la ciudad para santificar al pueblo mediante su propia sangre. Salgamos, pues, a él, fuera del campamento, llevando su oprobio". Este pasaje traza un paralelo entre el sufrimiento de Jesús y la práctica del Antiguo Testamento de quemar las ofrendas por el pecado fuera del campamento (Levítico 16:27). Al sufrir fuera de la ciudad, Jesús cumple el papel de la ofrenda por el pecado suprema, santificando a los creyentes a través de su sacrificio.

Además de su profundidad teológica, la ubicación de la crucifixión de Jesús subraya la realidad histórica del evento. Los relatos detallados de los Evangelios, corroborados por evidencia histórica y arqueológica, afirman la autenticidad de la muerte de Jesús por crucifixión. Este fundamento histórico es vital para la fe cristiana, como enfatiza el apóstol Pablo en 1 Corintios 15:3-4: "Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados conforme a las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día conforme a las Escrituras".

Comprender dónde fue crucificado Jesús también invita a reflexionar sobre la narrativa más amplia de su pasión. El viaje al Gólgota, marcado por la Vía Dolorosa o "Camino del Sufrimiento", destaca la agonía física y emocional que Jesús soportó. La Vía Dolorosa, una ruta a través de la Ciudad Vieja de Jerusalén, conmemora el camino que Jesús tomó desde su juicio ante Poncio Pilato hasta el Gólgota. A lo largo de esta ruta se encuentran las Estaciones de la Cruz, cada una marcando un momento significativo en el viaje de Jesús, como sus encuentros con Simón de Cirene y las mujeres de Jerusalén (Lucas 23:26-31).

Además, el sitio de la crucifixión, ya sea el Gólgota o el Calvario, sirve como un punto focal para la peregrinación y devoción cristiana. Durante siglos, los creyentes han viajado a Jerusalén para caminar en los pasos de Jesús, buscando una conexión más profunda con su sufrimiento y sacrificio. Esta tradición de peregrinación refleja el impacto duradero de la crucifixión de Jesús en la fe cristiana y su lugar central en la historia de la salvación.

En conclusión, Jesús fue crucificado en el Gólgota, también conocido como el Calvario, un sitio ubicado fuera de las murallas de la ciudad de Jerusalén. La ubicación tradicional dentro de la Iglesia del Santo Sepulcro ha sido venerada desde el siglo IV, respaldada por evidencia histórica y arqueológica. Teológicamente, la crucifixión en el Gólgota simboliza la intersección de la muerte y la vida, encapsulando el poder redentor del sacrificio de Jesús. Al reflexionar sobre este evento sagrado, los creyentes son recordados del profundo amor y gracia que fluyen de la cruz, transformando un lugar de muerte en un faro de esperanza y salvación.

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