El bautismo de Jesús es un evento significativo registrado en los cuatro Evangelios, marcando el comienzo de Su ministerio público. Este evento está lleno de significado teológico y proporciona un ejemplo profundo para los creyentes. Según el Nuevo Testamento, Jesús fue bautizado en el río Jordán por Juan el Bautista. Para comprender el pleno significado de este evento, es esencial profundizar en el contexto, la ubicación y las implicaciones teológicas.
El Evangelio de Mateo registra: "Entonces Jesús vino de Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan" (Mateo 3:13, NVI). De manera similar, el Evangelio de Marcos dice: "En ese tiempo Jesús vino de Nazaret en Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán" (Marcos 1:9, NVI). El Evangelio de Lucas añade: "Cuando todo el pueblo se estaba bautizando, Jesús también fue bautizado. Y mientras oraba, el cielo se abrió" (Lucas 3:21, NVI). Finalmente, el Evangelio de Juan, aunque no proporciona un relato directo del bautismo, alude al evento a través del testimonio de Juan el Bautista: "Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma y permanecer sobre él" (Juan 1:32, NVI).
El río Jordán tiene un profundo significado histórico y espiritual en la narrativa bíblica. Fue el río que los israelitas cruzaron para entrar en la Tierra Prometida, simbolizando una transición de una vida de vagabundeo a una vida de cumplimiento del pacto (Josué 3). Al elegir el río Jordán para Su bautismo, Jesús no solo estaba conectando Su ministerio con la historia de Israel, sino también simbolizando un nuevo comienzo para la humanidad: un paso del antiguo pacto al nuevo.
El ministerio de Juan el Bautista fue uno de arrepentimiento y preparación para la venida del Mesías. Predicaba: "Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado" (Mateo 3:2, NVI). El bautismo de Juan era un bautismo de arrepentimiento, instando a las personas a alejarse de sus pecados y preparar sus corazones para la venida del Señor. Cuando Jesús se acercó a Juan para ser bautizado, Juan inicialmente se mostró reacio, diciendo: "Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" (Mateo 3:14, NVI). Sin embargo, Jesús insistió: "Deja que así sea ahora; es apropiado que hagamos esto para cumplir toda justicia" (Mateo 3:15, NVI).
El bautismo de Jesús no fue para la remisión de pecados, ya que Él era sin pecado (Hebreos 4:15). En cambio, sirvió para varios propósitos clave:
Identificación con la Humanidad: Al ser bautizado, Jesús se identificó con las mismas personas que vino a salvar. Se solidarizó con los pecadores, aunque Él mismo estaba sin pecado. Este acto de humildad e identificación se refleja en Filipenses 2:6-8, donde Pablo escribe sobre Jesús humillándose y tomando la naturaleza de un siervo.
Cumplimiento de la Justicia: El bautismo de Jesús fue un acto de obediencia a la voluntad de Dios. Al someterse al bautismo, cumplió los requisitos justos de la ley y estableció un ejemplo para Sus seguidores. Este acto de obediencia es un modelo para los creyentes, enfatizando la importancia de seguir los mandamientos de Dios.
Inauguración del Ministerio: El bautismo marcó el comienzo del ministerio público de Jesús. Inmediatamente después de Su bautismo, los cielos se abrieron y el Espíritu de Dios descendió como una paloma, posándose sobre Él. Una voz del cielo declaró: "Este es mi Hijo amado; en él tengo complacencia" (Mateo 3:17, NVI). Esta afirmación divina y el descenso del Espíritu Santo señalaron el inicio de la misión de Jesús de predicar el Evangelio, sanar a los enfermos y, en última instancia, ofrecerse como sacrificio por los pecados del mundo.
Revelación de la Trinidad: El bautismo de Jesús proporciona una rara y hermosa revelación de la Trinidad. El Padre habla desde el cielo, el Hijo es bautizado y el Espíritu Santo desciende como una paloma. Este momento encapsula la unidad y la distintividad del Dios Trino, ofreciendo un vistazo a la naturaleza relacional de Dios.
La ubicación del bautismo de Jesús, el río Jordán, también es significativa en su simbolismo. El río Jordán fue un lugar de nuevos comienzos y transiciones. Para los israelitas, fue la puerta de entrada a la Tierra Prometida. Para Naamán, el sirio, fue el lugar de sanación de la lepra (2 Reyes 5). Para Jesús, fue el punto de partida de Su misión redentora. Las aguas del Jordán simbolizan purificación, renovación y el cumplimiento de las promesas de Dios.
En la literatura cristiana, el bautismo de Jesús ha sido ampliamente discutido. Los Padres de la Iglesia primitiva, como Agustín y Crisóstomo, escribieron sobre su significado. Agustín, en su obra "Confesiones", reflexiona sobre la humildad de Cristo al someterse al bautismo. Crisóstomo, en sus homilías, enfatiza la revelación de la Trinidad y el modelo de obediencia establecido por Jesús.
Teológicamente, el bautismo de Jesús prefigura el bautismo cristiano. En Romanos 6:3-4, Pablo escribe: "¿O no saben que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por tanto, fuimos sepultados con él por medio del bautismo en la muerte, a fin de que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, también nosotros vivamos una vida nueva". El bautismo cristiano es un signo externo de una gracia interna, simbolizando la identificación del creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Cristo. Marca la entrada del creyente en la comunidad del pacto y el comienzo de una nueva vida en Cristo.
En conclusión, Jesús fue bautizado en el río Jordán por Juan el Bautista. Este evento, registrado en los cuatro Evangelios, está lleno de significado teológico. Marca el comienzo del ministerio público de Jesús, Su identificación con la humanidad, el cumplimiento de la justicia y la revelación de la Trinidad. El río Jordán, con su simbolismo histórico y espiritual, sirve como el telón de fondo perfecto para este evento trascendental. A través de Su bautismo, Jesús estableció un ejemplo para los creyentes, enfatizando la importancia de la obediencia, la humildad y el poder transformador de la gracia de Dios.