El lugar de nacimiento de Jesucristo es un tema de inmensa importancia en la teología e historia cristianas. Según el Nuevo Testamento, Jesús nació en Belén, un pequeño pueblo en la región de Judea. Esta afirmación se encuentra en dos de los cuatro Evangelios: Mateo y Lucas, que proporcionan los relatos principales del nacimiento de Jesús.
El Evangelio de Mateo dice: "Jesús nació en Belén de Judea en los días del rey Herodes" (Mateo 2:1, ESV). Este relato continúa describiendo cómo unos sabios del Oriente llegaron a Jerusalén, guiados por una estrella, buscando al "rey de los judíos" y finalmente encontraron a Jesús en Belén. Esta narrativa se alinea con la profecía encontrada en el libro del Antiguo Testamento de Miqueas, que predice el lugar de nacimiento del Mesías: "Pero tú, Belén Efrata, aunque eres pequeña entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será gobernante en Israel" (Miqueas 5:2, ESV). Esta profecía se cita explícitamente en el Evangelio de Mateo para establecer las credenciales mesiánicas de Jesús.
El Evangelio de Lucas también afirma que Belén es el lugar de nacimiento de Jesús. Lucas proporciona un relato detallado de los eventos que llevaron al nacimiento de Jesús, comenzando con un censo romano que requería que José, el padre terrenal de Jesús, viajara desde Nazaret a Belén, su ciudad ancestral. "Y José también subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, porque era de la casa y familia de David" (Lucas 2:4, ESV). Mientras estaban en Belén, María dio a luz a Jesús y lo acostó en un pesebre porque no había lugar para ellos en la posada (Lucas 2:7, ESV). Este humilde escenario se ha convertido en una imagen central en la celebración cristiana de la Navidad, simbolizando las modestas circunstancias de la entrada de Jesús al mundo.
La importancia de Belén como lugar de nacimiento de Jesús va más allá de su contexto geográfico e histórico. Belén, conocida como la "Ciudad de David", tiene profundas implicaciones teológicas. El rey David, una de las figuras más veneradas de Israel, nació y fue ungido en Belén. Al nacer en el mismo pueblo, Jesús está simbólicamente vinculado a David, cumpliendo la expectativa judía de un Mesías que vendría del linaje de David. Esta conexión es crucial para entender el papel de Jesús como el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento y su identidad como el Salvador prometido.
Además, el papel de Belén en la historia de la natividad subraya el tema de la soberanía y providencia de Dios. El aparentemente mundano evento de un censo romano orquestado por el emperador Augusto puso en marcha una serie de eventos que llevaron al cumplimiento de la profecía divina. Esto demuestra cómo Dios puede trabajar a través de circunstancias ordinarias y decisiones humanas para cumplir Sus propósitos redentores.
La evidencia histórica y arqueológica que apoya a Belén como el lugar de nacimiento de Jesús también es notable. Belén es un pueblo real ubicado a unas seis millas al sur de Jerusalén. Las excavaciones arqueológicas han descubierto artefactos y estructuras que datan de la época de Jesús, corroborando los relatos bíblicos. Escritores cristianos tempranos, como Justino Mártir en el siglo II, también afirmaron que Belén era el lugar de nacimiento de Jesús. En su "Diálogo con Trifón", Justino Mártir menciona que Jesús nació en una cueva cerca del pueblo de Belén, una tradición que se ha preservado en la memoria cristiana y que es conmemorada por la Iglesia de la Natividad, una de las iglesias en funcionamiento continuo más antiguas del mundo.
Sin embargo, algunos estudiosos han planteado preguntas sobre la exactitud histórica de los relatos de la natividad en Mateo y Lucas. Los críticos argumentan que las diferencias en los dos relatos y la falta de mención del nacimiento de Jesús en Belén en los Evangelios de Marcos y Juan ponen en duda la historicidad de este detalle. Sugieren que el nacimiento en Belén puede haber sido una construcción teológica para alinear a Jesús con las profecías mesiánicas.
A pesar de estos debates académicos, la creencia cristiana tradicional en Belén como el lugar de nacimiento de Jesús sigue profundamente arraigada en la fe y práctica de la iglesia. La historia de la natividad, con su rico simbolismo teológico y resonancia histórica, continúa inspirando y moldeando la comprensión cristiana de la identidad y misión de Jesús.
En conclusión, el Nuevo Testamento identifica inequívocamente a Belén como el lugar de nacimiento de Jesucristo. Este pequeño pueblo, impregnado de historia y profecía bíblicas, sirve como el escenario para el evento milagroso de la Encarnación, donde el Hijo eterno de Dios tomó carne humana y entró en nuestro mundo. La importancia de Belén no es meramente geográfica, sino profundamente teológica, vinculando a Jesús con el linaje davídico y cumpliendo antiguas profecías. La historia de la natividad, apreciada y celebrada por los cristianos de todo el mundo, nos invita a contemplar el misterio del amor de Dios y las humildes circunstancias del nacimiento de nuestro Salvador.