La cuestión de si Jesús experimentó miedo o ansiedad antes de su crucifixión es una profunda que toca la misma naturaleza de su humanidad y divinidad. Es una pregunta que resuena profundamente con muchos creyentes, ya que aborda la intersección del propósito divino y la emoción humana. Para responderla, debemos profundizar en los relatos bíblicos, particularmente en las narrativas de los Evangelios, y considerar las implicaciones teológicas de las experiencias y respuestas de Jesús.
Los Evangelios proporcionan una conmovedora descripción del estado emocional de Jesús en las horas previas a su arresto y crucifixión, particularmente en el Jardín de Getsemaní. En Mateo 26:36-46, Marcos 14:32-42 y Lucas 22:39-46, encontramos relatos detallados del tiempo de Jesús en el jardín, donde fue a orar después de la Última Cena. Estos pasajes revelan un lado profundamente humano de Jesús, uno que está marcado por una intensa lucha emocional.
En Mateo 26:37-38, está escrito: "Y tomando consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse. Entonces les dijo: 'Mi alma está muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad conmigo.'" Las palabras "triste" y "angustiado" indican una profunda angustia emocional. Las palabras griegas usadas aquí, "perilypos" (muy triste) y "ademonein" (angustiado), transmiten una sensación de angustia y ansiedad abrumadoras.
De manera similar, en Marcos 14:33-34, leemos: "Y tomó consigo a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse. Y les dijo: 'Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quedaos aquí y velad.'" La repetición de estas emociones en múltiples relatos de los Evangelios subraya la intensidad de la experiencia de Jesús.
El relato de Lucas añade otra capa de profundidad a esta representación. En Lucas 22:44, dice: "Y estando en agonía, oraba más intensamente; y su sudor se convirtió en grandes gotas de sangre que caían al suelo." El término "agonía" (griego: "agonia") es una palabra fuerte que transmite un estrés mental y emocional extremo. La descripción de su sudor convirtiéndose en gotas de sangre es una imagen vívida que algunos estudiosos interpretan como una rara condición médica conocida como hematidrosis, que puede ocurrir bajo un estrés extremo.
Estos pasajes colectivamente pintan un cuadro de Jesús experimentando un miedo y ansiedad profundos. Pero, ¿por qué Jesús, que es completamente divino, experimentó tales emociones? Teológicamente, esta pregunta toca la doctrina de la unión hipostática, que afirma que Jesús es tanto completamente Dios como completamente hombre. Como el Hijo eterno de Dios, Jesús poseía atributos divinos, pero en su encarnación, también asumió la naturaleza humana, con todas sus limitaciones y vulnerabilidades.
Hebreos 4:15 proporciona una visión crucial de este misterio: "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que en todo fue tentado como nosotros, pero sin pecado." La experiencia de Jesús de miedo y ansiedad en Getsemaní es parte de su identificación con la humanidad. Enfrentó toda la gama de emociones humanas, pero lo hizo sin pecado. Su miedo y ansiedad no eran signos de debilidad o duda, sino expresiones de su genuina humanidad.
Además, la respuesta de Jesús a su miedo y ansiedad es instructiva para nosotros. En cada relato del Evangelio, vemos a Jesús recurriendo a la oración. En Mateo 26:39, ora: "Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; sin embargo, no como yo quiero, sino como tú." Esta oración revela la sumisión de Jesús a la voluntad del Padre, incluso ante un temor abrumador. Su disposición a abrazar el plan del Padre, a pesar del costo, es un modelo de fe y obediencia.
Además de la oración, Jesús buscó el apoyo de sus discípulos más cercanos. Pidió a Pedro, Jacobo y Juan que se quedaran despiertos y oraran con él (Mateo 26:38). Esta solicitud de compañía en su momento de necesidad destaca la importancia de la comunidad y el apoyo en tiempos de angustia. Aunque los discípulos no lograron mantenerse despiertos, el deseo de Jesús por su presencia subraya el valor del apoyo mutuo entre los creyentes.
Otro aspecto significativo de la experiencia de Jesús en Getsemaní es su aceptación de la voluntad del Padre. En Mateo 26:42, ora nuevamente: "Padre mío, si no puede pasar esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad." Esta aceptación no es una resignación pasiva, sino una aceptación activa del plan redentor del Padre. Jesús entendió que su sufrimiento y muerte eran necesarios para la salvación de la humanidad. Su disposición a soportar la cruz, a pesar del miedo y la ansiedad que sentía, demuestra su profundo amor y compromiso con la misión redentora de Dios.
El teólogo Dietrich Bonhoeffer, en su libro "El costo del discipulado", reflexiona sobre el significado de la obediencia de Jesús en Getsemaní. Escribe: "Jesús es el hombre que vive en el perfecto amor de Dios y en perfecta obediencia a la voluntad de Dios. Es el hombre que sufre y soporta la voluntad de Dios como ningún otro hombre puede." Las palabras de Bonhoeffer nos recuerdan que la experiencia de Jesús en Getsemaní es un ejemplo profundo de obediencia fiel y confianza en los propósitos de Dios.
Para los creyentes de hoy, la experiencia de miedo y ansiedad de Jesús ofrece tanto consuelo como guía. Nos asegura que nuestro Salvador entiende nuestras luchas y puede compadecerse de nuestras debilidades. Cuando enfrentamos miedo y ansiedad, podemos recurrir a Jesús, sabiendo que él ha recorrido ese camino antes que nosotros. Hebreos 2:18 afirma esta verdad: "Porque en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados."
Además, la respuesta de Jesús a su miedo y ansiedad nos proporciona un modelo a seguir. En tiempos de angustia, podemos recurrir a la oración, buscando la presencia y guía de Dios. También podemos buscar el apoyo de nuestra comunidad cristiana, reconociendo la importancia del aliento y la oración mutuos. Y, en última instancia, podemos esforzarnos por abrazar la voluntad de Dios, confiando en que sus propósitos son buenos y redentores, incluso cuando implican sufrimiento.
En conclusión, los Evangelios retratan vívidamente a Jesús experimentando miedo y ansiedad antes de su crucifixión. Estas emociones fueron una parte genuina de su experiencia humana, reflejando el profundo peso del sufrimiento que estaba a punto de soportar. Sin embargo, en medio de su angustia, Jesús demostró una profunda confianza en la voluntad del Padre y un compromiso firme con su misión redentora. Su ejemplo ofrece tanto consuelo como guía a los creyentes que enfrentan miedo y ansiedad, recordándonos que tenemos un Salvador que entiende nuestras luchas y que nos llama a confiar y seguirlo, incluso en los momentos más difíciles.