En Marcos 7, encontramos un momento profundo y crucial en el ministerio de Jesús donde Él se dirige a los fariseos y escribas sobre los temas de la tradición y la pureza. Este pasaje no solo proporciona una ventana a la dinámica religiosa y cultural de su tiempo, sino que también ofrece lecciones atemporales que son profundamente relevantes para nuestras prácticas de fe contemporáneas. Vamos a profundizar en la narrativa y explorar las enseñanzas significativas que surgen de este encuentro.
El capítulo comienza con los fariseos y algunos escribas que vienen de Jerusalén para observar a Jesús y sus discípulos. Notan que algunos de los discípulos de Jesús estaban comiendo con manos "contaminadas", es decir, sin lavar (Marcos 7:2). Esta observación prepara el escenario para una confrontación entre Jesús y los líderes religiosos.
Los fariseos y escribas cuestionan a Jesús: "¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen con manos contaminadas?" (Marcos 7:5, ESV). Esta pregunta subraya su preocupación por la pureza ritual y la adhesión a las tradiciones transmitidas por sus antepasados. Estas tradiciones incluían varios lavados ceremoniales y prácticas que estaban destinadas a asegurar la pureza ante Dios.
Jesús responde con una reprimenda aguda, citando a Isaías: "Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: 'Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí; en vano me adoran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres'" (Marcos 7:6-7, ESV). Aquí, Jesús destaca la discrepancia entre la observancia religiosa externa y la realidad espiritual interna.
Continúa señalando que los fariseos tienen una tendencia a elevar las tradiciones humanas por encima de los mandamientos de Dios. "Dejáis el mandamiento de Dios y os aferráis a la tradición de los hombres" (Marcos 7:8, ESV). Jesús proporciona un ejemplo al referirse a la práctica del "Corbán", donde las personas dedicaban algo a Dios, eximiéndose así de usarlo para apoyar a sus padres. Al hacerlo, anulaban el mandamiento de Dios de honrar a padre y madre (Marcos 7:9-13).
Jesús luego llama a la multitud y hace una declaración radical: "Oídme todos y entended: Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; pero lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre" (Marcos 7:14-15, ESV). Esta declaración habría sido impactante para su audiencia, ya que desafiaba la comprensión judía prevaleciente de las leyes de pureza.
Más tarde, en una conversación privada con sus discípulos, Jesús elabora: "¿No veis que todo lo que entra en el hombre desde fuera no puede contaminarle, porque no entra en su corazón sino en su estómago, y se expulsa?" (Marcos 7:18-19, ESV). Marcos añade una nota entre paréntesis, "Así declaró limpios todos los alimentos" (Marcos 7:19, ESV), indicando un cambio significativo en la comprensión de las leyes dietéticas.
Jesús continúa explicando que es lo que sale del hombre lo que lo contamina: "Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, las inmoralidades sexuales, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la calumnia, la soberbia, la insensatez. Todas estas maldades salen de dentro y contaminan al hombre" (Marcos 7:21-23, ESV).
Una de las principales lecciones de este pasaje es el peligro de los rituales y tradiciones vacíos. Jesús critica a los fariseos por su enfoque en prácticas externas mientras descuidan los asuntos más importantes del corazón. Esto nos sirve como advertencia hoy para examinar nuestras propias prácticas religiosas. ¿Estamos simplemente siguiendo los movimientos, o nuestras acciones están arraigadas en una relación genuina con Dios? La verdadera adoración no se trata de conformidad externa, sino de un corazón que busca honrar a Dios en espíritu y verdad (Juan 4:24).
La confrontación de Jesús con los fariseos subraya la importancia de priorizar los mandamientos de Dios sobre las tradiciones humanas. Si bien las tradiciones pueden ser valiosas para proporcionar estructura y continuidad, nunca deben eclipsar las enseñanzas centrales de las Escrituras. Debemos estar siempre vigilantes para asegurarnos de que nuestras prácticas se alineen con la Palabra de Dios y no se conviertan en un sustituto de la obediencia genuina.
La enseñanza de Jesús sobre la verdadera fuente de contaminación cambia el enfoque de factores externos a la condición interna del corazón. Esto tiene profundas implicaciones para cómo entendemos la pureza y la santidad. No es lo que consumimos o los rituales que realizamos lo que nos hace limpios o impuros, sino el estado de nuestros corazones y las acciones que fluyen de ellos. Esto nos llama a un nivel más profundo de introspección y arrepentimiento, reconociendo que nuestros pensamientos, actitudes e intenciones son de suma importancia para Dios.
Al declarar limpios todos los alimentos, Jesús derriba las barreras que separaban a judíos y gentiles. Esto prefigura la naturaleza inclusiva del Evangelio, que es para todas las personas, independientemente de las distinciones culturales o ceremoniales. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a abrazar esta inclusividad, derribando muros de división y extendiendo el amor y la gracia de Dios a todos.
En última instancia, las enseñanzas de Jesús en Marcos 7 nos llaman a la transformación interior. La vida cristiana no se trata de adherirse a un conjunto de reglas externas, sino de ser transformados por la renovación de nuestras mentes (Romanos 12:2). Esta transformación comienza con un corazón rendido a Dios, permitiendo que Su Espíritu trabaje dentro de nosotros para producir el fruto de la justicia.
El encuentro entre Jesús y los fariseos en Marcos 7 está lleno de lecciones para nosotros hoy. Nos desafía a ir más allá de las prácticas religiosas superficiales y a buscar una relación más profunda y auténtica con Dios. Nos llama a priorizar los mandamientos de Dios sobre las tradiciones humanas, a reconocer la verdadera fuente de contaminación y a abrazar la naturaleza inclusiva del Evangelio. Lo más importante, nos invita a un viaje de transformación interior, donde nuestros corazones y vidas están siendo continuamente moldeados por la gracia y la verdad de Dios.
Al reflexionar sobre estas enseñanzas, que seamos inspirados a vivir nuestra fe con integridad, permitiendo que el amor de Cristo purifique nuestros corazones y guíe nuestras acciones. Al hacerlo, honramos a Dios no solo con nuestros labios, sino con vidas que reflejan Su santidad y amor.