¿Por qué hubo conflicto entre judíos y samaritanos?

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El conflicto entre judíos y samaritanos es un problema histórico y teológico profundamente arraigado que se remonta a siglos antes de la época de Jesucristo. Para entender esta animosidad, uno debe profundizar en los contextos históricos, religiosos y culturales que moldearon la relación entre estos dos grupos.

Los orígenes del conflicto se pueden rastrear hasta la división del reino unido de Israel después de la muerte del rey Salomón alrededor del año 930 a.C. Cuando el reino se dividió, el reino del norte retuvo el nombre de Israel, con su capital en Samaria, mientras que el reino del sur se conoció como Judá, con Jerusalén como su capital. Esta división sentó las bases para futuras hostilidades.

En el año 722 a.C., el Imperio Asirio conquistó el reino del norte de Israel y deportó a muchos de sus habitantes. Los asirios luego repoblaron el área con personas de otros territorios conquistados, lo que llevó a matrimonios mixtos entre los israelitas restantes y estos colonos extranjeros. Esta mezcla de poblaciones resultó en una forma sincrética de adoración que combinaba elementos de la adoración de Yahvé con prácticas paganas. Los judíos del reino del sur de Judá vieron esto como una corrupción de la verdadera adoración.

Los samaritanos, como se llegó a conocer a la población mixta, desarrollaron su propia versión del Pentateuco (los primeros cinco libros de la Biblia) y establecieron el Monte Gerizim como su sitio sagrado de adoración, en contraste con el templo judío en Jerusalén. Esta divergencia teológica profundizó aún más la brecha entre los dos grupos. Los judíos consideraban que la versión samaritana del Pentateuco era herética y que sus prácticas de adoración eran ilegítimas.

Durante el período postexílico, cuando los judíos regresaron del cautiverio babilónico y comenzaron a reconstruir el templo en Jerusalén, los samaritanos ofrecieron ayudar con la construcción. Sin embargo, su oferta fue rechazada por los líderes judíos, que los veían como impuros e infieles a la verdadera adoración de Yahvé (Esdras 4:1-3). Este rechazo llevó a una mayor animosidad e incluso a actos de sabotaje por parte de los samaritanos para obstaculizar los esfuerzos de reconstrucción.

El conflicto continuó en los períodos helenístico y romano. En el siglo II a.C., el sumo sacerdote judío Juan Hircano destruyó el templo samaritano en el Monte Gerizim, un acto que exacerbó la hostilidad. Para la época de Jesús, la animosidad entre judíos y samaritanos estaba profundamente arraigada. Los judíos que viajaban entre Galilea y Judea a menudo evitaban pasar por Samaria, y hubo casos de enfrentamientos violentos entre los dos grupos.

A pesar de este trasfondo histórico de hostilidad, las interacciones de Jesús con los samaritanos son notables por su inclusividad radical y su desafío a los prejuicios prevalecientes de su tiempo. Uno de los encuentros más conocidos es la historia de la mujer samaritana en el pozo en Juan 4. En este pasaje, Jesús rompe varias normas sociales al hablar con una mujer samaritana y pedirle un trago. Esta interacción lleva a una profunda discusión teológica sobre la verdadera adoración y culmina en la mujer reconociendo a Jesús como el Mesías. El enfoque de Jesús hacia los samaritanos en este caso enfatiza la inclusividad de su mensaje y la ruptura de barreras étnicas y religiosas.

Otra parábola significativa es la historia del Buen Samaritano en Lucas 10:25-37. En esta parábola, Jesús subvierte las expectativas de su audiencia judía al hacer de un samaritano el héroe que muestra compasión y misericordia a un judío herido, mientras que los líderes religiosos judíos pasan sin ayudar. Esta parábola no solo destaca la importancia de amar al prójimo, sino que también desafía los prejuicios profundamente arraigados contra los samaritanos.

Teológicamente, el conflicto entre judíos y samaritanos puede verse como un microcosmos de la tendencia humana más amplia a crear divisiones y barreras basadas en la etnia, la cultura y las diferencias religiosas. El ministerio de Jesús buscó consistentemente trascender estas barreras, enfatizando la naturaleza universal del amor de Dios y el llamado a la reconciliación.

Pablo, en sus cartas, hace eco de este tema de romper divisiones. En Gálatas 3:28, escribe: “Ya no hay judío ni gentil, ni esclavo ni libre, ni hay hombre ni mujer, porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús”. Esta visión de unidad en Cristo desafía las animosidades históricas y llama a los creyentes a un estándar más alto de amor y aceptación.

La comunidad cristiana primitiva, como se describe en el Libro de los Hechos, también luchó con cuestiones de inclusión y la ruptura de barreras. En Hechos 8:4-25, Felipe, uno de los primeros evangelistas cristianos, va a Samaria y proclama el evangelio allí. La recepción positiva de su mensaje y la posterior visita de Pedro y Juan para imponer las manos a los nuevos creyentes samaritanos significan un paso significativo hacia la reconciliación y el cumplimiento de la visión inclusiva de Jesús.

En resumen, el conflicto entre judíos y samaritanos estaba arraigado en divisiones históricas, diferencias teológicas y prejuicios culturales. Sin embargo, el ministerio de Jesús y el movimiento cristiano primitivo buscaron trascender estas barreras, enfatizando la naturaleza universal del amor de Dios y el llamado a la reconciliación. Este mensaje sigue siendo relevante hoy en día, desafiando a los creyentes a superar las divisiones y abrazar el amor inclusivo de Cristo.

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