¿Por qué no pudieron los discípulos expulsar al demonio en Mateo 17?

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En el Evangelio de Mateo, capítulo 17, nos encontramos con un evento desconcertante y revelador donde los discípulos de Jesús no pueden expulsar un demonio de un joven. Este incidente es un momento profundo que no solo muestra el poder y la autoridad de Jesús, sino que también sirve como una lección crítica para los discípulos y, por extensión, para todos los creyentes. Para entender por qué los discípulos no pudieron expulsar al demonio, necesitamos profundizar en el contexto, el diálogo entre Jesús y sus discípulos, y las implicaciones teológicas más amplias.

La narrativa comienza en Mateo 17:14-21, donde un hombre se acerca a Jesús, arrodillándose ante Él y suplicando ayuda para su hijo que sufre de convulsiones severas causadas por un demonio. El hombre explica que llevó a su hijo a los discípulos, pero ellos no pudieron sanarlo. Jesús responde con una reprensión, no solo a los discípulos sino a toda la generación incrédula y perversa, diciendo: "¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os soportaré? Traédmelo acá" (Mateo 17:17, RVR1960).

Después de que Jesús reprende al demonio, este sale del niño, y él es sanado instantáneamente. Los discípulos, desconcertados y probablemente avergonzados por su fracaso, se acercan a Jesús en privado y le preguntan: "¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?" (Mateo 17:19, RVR1960). La respuesta de Jesús es tanto directa como profunda: "Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: 'Pásate de aquí allá', y se pasará; y nada os será imposible. Pero este género no sale sino con oración y ayuno" (Mateo 17:20-21, RVR1960).

La primera parte de la explicación de Jesús señala la falta de fe de los discípulos. A pesar de haber recibido autoridad para expulsar demonios (Mateo 10:1), su fe flaqueó en esta instancia. Esto sugiere que la fe no es un atributo estático, sino algo que puede vacilar y necesita un cuidado continuo. Jesús usa la metáfora de un grano de mostaza para ilustrar que incluso la cantidad más pequeña de fe genuina puede lograr grandes cosas. El grano de mostaza, conocido por su pequeño tamaño, crece hasta convertirse en una planta grande, simbolizando cómo una fe pequeña pero verdadera puede crecer y tener un impacto significativo.

La segunda parte de la respuesta de Jesús introduce la necesidad de la oración y el ayuno. Esto implica que ciertas batallas espirituales requieren un nivel más profundo de disciplina espiritual y dependencia de Dios. La oración y el ayuno son prácticas que acercan a los creyentes a Dios, aumentando su sensibilidad a Su voluntad y empoderándolos a través del Espíritu Santo. Al resaltar estas prácticas, Jesús subraya que el fracaso de los discípulos no fue solo una cuestión de fe insuficiente, sino también de falta de preparación espiritual.

Para comprender completamente la importancia de la enseñanza de Jesús, es importante considerar el contexto más amplio del viaje de los discípulos. En los capítulos anteriores a este evento, los discípulos presencian numerosos milagros y enseñanzas de Jesús. Experimentan momentos de fe profunda, como Pedro caminando sobre el agua (Mateo 14:28-31), pero también exhiben momentos de duda e incomprensión. La transfiguración de Jesús, que ocurre justo antes de este incidente (Mateo 17:1-13), es una revelación poderosa de la naturaleza divina de Jesús, sin embargo, los discípulos aún luchan por comprender y aplicar esta revelación en su ministerio.

La incapacidad de los discípulos para expulsar al demonio sirve como un recordatorio humilde de su dependencia de Jesús. Desafía la noción de que la autoridad y el poder en el ministerio pueden ejercerse independientemente de una fe profunda y constante y de la dependencia de Dios. Esta lección es atemporal y habla a todos los creyentes, enfatizando que la autoridad espiritual no es una cuestión de técnica o fórmula, sino de una relación con Dios marcada por la fe, la oración y el ayuno.

Teólogos y escritores cristianos han reflexionado sobre este pasaje para extraer sus significados más profundos. Por ejemplo, en su comentario sobre Mateo, R.T. France señala que el fracaso de los discípulos destaca la necesidad de una fe que no sea meramente un asentimiento intelectual, sino una confianza profundamente arraigada en una relación con Dios. De manera similar, D.A. Carson, en su "Comentario Bíblico del Expositor", enfatiza que la falta de fe y disciplina espiritual de los discípulos apunta a la necesidad de un enfoque holístico para la guerra espiritual, uno que integre la creencia, la oración y el ayuno.

Desde una perspectiva pastoral, este pasaje ofrece varias aplicaciones prácticas. En primer lugar, anima a los creyentes a cultivar su fe continuamente. La fe no es un logro de una sola vez, sino una relación dinámica y creciente con Dios. Esto puede nutrirse a través del compromiso regular con las Escrituras, la oración y la participación en la vida de la comunidad cristiana.

En segundo lugar, el pasaje subraya la importancia de las disciplinas espirituales como la oración y el ayuno. Estas prácticas no son meramente rituales religiosos, sino medios para acercarse a Dios, alinear nuestra voluntad con la Suya y buscar Su empoderamiento para los desafíos que enfrentamos. Nos recuerdan que la autoridad espiritual y la efectividad en el ministerio provienen de un lugar de humildad y dependencia de Dios.

Por último, este pasaje invita a los creyentes a examinar sus propias vidas en busca de áreas donde la incredulidad o la falta de disciplina espiritual puedan estar obstaculizando su efectividad. Llama a una postura de humildad, reconociendo que incluso los discípulos, que caminaron de cerca con Jesús, tuvieron momentos de fracaso y necesitaron corrección y crecimiento. Esta humildad abre la puerta para que Dios trabaje en y a través de nosotros de maneras mayores.

En conclusión, la incapacidad de los discípulos para expulsar al demonio en Mateo 17 es una lección multifacética sobre la fe, la disciplina espiritual y la dependencia de Dios. La respuesta de Jesús a su pregunta revela que la fe genuina, incluso tan pequeña como un grano de mostaza, puede lograr grandes cosas cuando se combina con una vida de oración y ayuno. Este pasaje desafía a los creyentes a cultivar su fe continuamente, a participar en disciplinas espirituales y a mantener una dependencia humilde de Dios para todos los aspectos de su ministerio y vida.

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