¿Por qué pidieron James y John sentarse a la derecha y a la izquierda de Jesús?

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La petición hecha por Santiago y Juan de sentarse a la derecha e izquierda de Jesús es un momento fascinante en los Evangelios, específicamente registrado en Marcos 10:35-45 y Mateo 20:20-28. Para comprender completamente por qué Santiago y Juan hicieron esta petición, debemos considerar el contexto de su solicitud, las implicaciones culturales y teológicas, y la respuesta de Jesús.

Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, estaban entre los discípulos más cercanos a Jesús. Junto con Pedro, formaban un círculo íntimo que fue testigo de algunos de los momentos más significativos de Jesús, como la Transfiguración (Marcos 9:2-8). Su estrecha relación con Jesús podría haberles dado un sentido de privilegio y audacia para hacer tal petición. En Marcos 10:35-37, leemos:

"Entonces Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a él. 'Maestro,' dijeron, 'queremos que hagas por nosotros lo que te pidamos.' '¿Qué queréis que haga por vosotros?' preguntó. Ellos respondieron, 'Permítenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda en tu gloria.'"

Esta petición está profundamente arraigada en la comprensión que los discípulos tenían del Mesías y su reino. En este punto del ministerio de Jesús, muchos de sus seguidores, incluidos los discípulos, aún mantenían una expectativa judía común del Mesías como un líder político y militar que derrocaría el dominio romano y restauraría la gloria de Israel. Sentarse a la derecha e izquierda de un rey eran posiciones de gran honor y autoridad. Santiago y Juan probablemente imaginaron el reino de Jesús en estos términos y buscaron roles prominentes dentro de él.

Sin embargo, su solicitud también revela un malentendido sobre la naturaleza del reino de Jesús. La misión de Jesús no era establecer un reino terrenal a través del poder y la fuerza, sino inaugurar el Reino de Dios a través del servicio, el sacrificio y el amor. La respuesta de Jesús a Santiago y Juan destaca esta diferencia fundamental:

"No sabéis lo que estáis pidiendo," dijo Jesús. "¿Podéis beber la copa que yo bebo o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?" (Marcos 10:38).

La "copa" y el "bautismo" a los que Jesús se refiere simbolizan su sufrimiento y muerte inminentes. Al preguntar si pueden compartir su copa y bautismo, Jesús está desafiando a Santiago y Juan a considerar si están preparados para soportar el mismo sufrimiento y sacrificio que él está a punto de enfrentar. Su respuesta confiada, "Podemos," demuestra su lealtad pero también su falta de comprensión del verdadero costo del discipulado.

Jesús luego reconoce que de hecho compartirán su sufrimiento:

"Vosotros beberéis la copa que yo bebo y seréis bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no es para mí concederlo. Esos lugares pertenecen a aquellos para quienes han sido preparados." (Marcos 10:39-40).

Esta declaración subraya que las posiciones de honor en el reino de Jesús no se otorgan en función de la ambición o el favoritismo, sino que son preparadas por Dios según su voluntad soberana.

La petición de Santiago y Juan también causó indignación entre los otros discípulos, revelando que ellos también albergaban ambiciones y malentendidos similares. Jesús aprovechó esta oportunidad para enseñarles sobre la verdadera grandeza en su reino:

"Jesús los llamó y les dijo, 'Sabéis que los que son considerados gobernantes de los gentiles se enseñorean de ellos, y sus altos oficiales ejercen autoridad sobre ellos. No será así entre vosotros. En cambio, quien quiera hacerse grande entre vosotros debe ser vuestro servidor, y quien quiera ser el primero debe ser esclavo de todos. Porque incluso el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.'" (Marcos 10:42-45).

En esta enseñanza, Jesús contrasta el concepto mundano de liderazgo con los valores de su reino. La grandeza en el Reino de Dios no se trata de poder, estatus o autoridad, sino de humildad, servicio y autosacrificio. Jesús mismo es el ejemplo supremo de este liderazgo de servicio, ya que vino no para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos.

La petición de Santiago y Juan, por lo tanto, sirve como un catalizador para una de las enseñanzas más profundas de Jesús sobre el discipulado y el liderazgo. Expone los malentendidos de los discípulos y proporciona una oportunidad para que Jesús aclare la naturaleza de su misión y los valores de su reino.

Al reflexionar sobre este pasaje, podemos extraer varias lecciones importantes para nuestras propias vidas como seguidores de Cristo. En primer lugar, se nos recuerda que la verdadera grandeza a los ojos de Dios no se mide por nuestro estatus, logros o posiciones de autoridad, sino por nuestra disposición a servir a los demás desinteresadamente. Esto nos desafía a examinar nuestros propios motivos y ambiciones y a alinearlos con los valores del reino de Jesús.

En segundo lugar, estamos llamados a abrazar el camino del sufrimiento y el sacrificio como parte de nuestro discipulado. Así como Jesús bebió la copa del sufrimiento, nosotros también podemos ser llamados a soportar dificultades y pruebas por el bien del Evangelio. Esto no significa buscar el sufrimiento por sí mismo, sino estar dispuestos a seguir a Jesús dondequiera que nos lleve, incluso cuando implique un costo personal.

Por último, se nos anima a mirar a Jesús como nuestro ejemplo supremo de liderazgo de servicio. Su vida y ministerio ejemplifican el amor abnegado y la humildad que deben caracterizar nuestras propias relaciones y servicio a los demás. Al buscar seguirlo, podemos confiar en que él nos capacitará por su Espíritu para vivir estos valores en nuestra vida diaria.

En conclusión, la petición de Santiago y Juan de sentarse a la derecha e izquierda de Jesús revela su malentendido sobre la naturaleza del reino de Jesús y sirve como un poderoso momento de enseñanza sobre la verdadera grandeza, el servicio y el sacrificio. La respuesta de Jesús nos desafía a reevaluar nuestras propias ambiciones y a abrazar los valores de su reino, siguiendo su ejemplo de amor desinteresado y liderazgo de servicio.

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