Mateo 25:31-46 es uno de los pasajes más poderosos y evocadores del Nuevo Testamento, ofreciendo una vívida ilustración del juicio final y subrayando la importancia de la acción compasiva hacia los necesitados. Este pasaje, a menudo referido como la Parábola de las Ovejas y los Cabritos, encapsula la enseñanza de Jesús sobre la necesidad de servir a los pobres y marginados, y desafía profundamente a los creyentes a examinar sus vidas y su trato hacia los demás.
En este pasaje, Jesús describe una escena donde Él, el Hijo del Hombre, viene en Su gloria, acompañado por todos los ángeles, y se sienta en Su trono glorioso. Todas las naciones se reúnen ante Él, y Él separa a las personas como un pastor separa las ovejas de los cabritos. Las ovejas son colocadas a Su derecha, y los cabritos a Su izquierda. El Rey entonces se dirige a los de Su derecha, diciendo:
"Vengan, ustedes que son bendecidos por mi Padre; tomen su herencia, el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me invitaron a entrar, necesité ropa y me vistieron, estuve enfermo y me cuidaron, estuve en la cárcel y me visitaron." (Mateo 25:34-36, NVI)
Los justos están desconcertados y preguntan cuándo lo vieron en estas condiciones y lo ayudaron. El Rey responde:
"Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de mis hermanos, aun por el más pequeño, lo hicieron por mí." (Mateo 25:40, NVI)
Por el contrario, los de Su izquierda son condenados por no haberle provisto de estas mismas maneras. Ellos también están desconcertados, preguntando cuándo lo vieron necesitado y no lo ayudaron. El Rey responde:
"Les aseguro que todo lo que no hicieron por uno de estos más pequeños, tampoco lo hicieron por mí." (Mateo 25:45, NVI)
Este pasaje enseña varias lecciones profundas sobre ayudar a los necesitados.
En primer lugar, enfatiza que los actos de compasión y misericordia no son solo buenas acciones, sino que son integrales a la vida de fe. Los criterios para el juicio en esta parábola se basan en actos prácticos de bondad y cuidado hacia los que sufren. Alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al forastero, vestir al desnudo, cuidar al enfermo y visitar al preso son todas acciones que Jesús destaca como esenciales. Estos actos no son opcionales para los creyentes; son expresiones fundamentales del amor y discipulado cristiano.
En segundo lugar, este pasaje revela que servir a los necesitados es sinónimo de servir a Cristo mismo. Jesús se identifica con los "más pequeños", indicando que nuestro trato hacia los marginados es un reflejo directo de nuestra relación con Él. Esta identificación es profunda y transformadora. Significa que cada acto de bondad hacia los pobres y marginados es un acto de adoración y servicio a Jesús. El teólogo Dietrich Bonhoeffer captura bien esta idea en su obra "El Costo del Discipulado", donde escribe: "El hambriento necesita pan, y el sin techo necesita un techo; los desposeídos necesitan justicia y los solitarios necesitan compañía. Los enfermos necesitan sanación, y los desesperados necesitan esperanza. Todas estas cosas los seguidores de Jesús están llamados a proveer en Su nombre."
En tercer lugar, la parábola subraya la urgencia e importancia de estas acciones. La escena del juicio final es un recordatorio contundente de que nuestro tiempo en la tierra es finito y que nuestras acciones tienen consecuencias eternas. La separación de las ovejas y los cabritos es una imagen poderosa de la responsabilidad última que cada persona enfrentará. Los justos son elogiados no solo por su fe, sino por las formas tangibles en que vivieron su fe a través de actos de misericordia. Por el contrario, los condenados no son juzgados por pecados evidentes, sino por su negligencia e indiferencia hacia las necesidades de los demás. Esto desafía a los creyentes a vivir con un sentido de urgencia e intencionalidad en su servicio a los demás.
Además, Mateo 25:31-46 enseña que ayudar a los necesitados es una responsabilidad comunitaria. La parábola se dirige a "todas las naciones", indicando que esto no es solo un mandato individual, sino colectivo. La iglesia, como el cuerpo de Cristo, está llamada a ser una comunidad que encarna el amor y la justicia de Dios en el mundo. Esto implica tanto actos personales de bondad como esfuerzos sistémicos para abordar las causas profundas de la pobreza y la marginación. La iglesia primitiva modeló esta responsabilidad comunitaria en Hechos 2:44-45, donde "todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común. Vendían propiedades y posesiones para dar a cualquiera que tuviera necesidad." Esta generosidad radical y solidaridad son características de una comunidad moldeada por el evangelio.
Adicionalmente, este pasaje desafía los valores y normas sociales. En muchas culturas, los pobres y marginados a menudo son pasados por alto, estigmatizados o considerados indignos de atención y cuidado. La enseñanza de Jesús en Mateo 25 revierte estos valores, elevando a los "más pequeños" a un lugar de honor y significancia. Llama a los creyentes a ver la dignidad y el valor inherentes de cada persona, independientemente de su estatus social o económico. Este es un mensaje radical y contracultural que exige una reorientación de nuestros valores y prioridades.
Además, la parábola de las Ovejas y los Cabritos destaca la interconexión de la fe y las obras. Aunque la salvación es por gracia mediante la fe, como Pablo enfatiza en Efesios 2:8-9, la fe genuina se evidencia por obras de amor y misericordia. Santiago lo refleja en su epístola, afirmando: "La fe por sí sola, si no tiene obras, está muerta" (Santiago 2:17, NVI). Los actos de compasión descritos en Mateo 25 no son la base para la salvación, sino el fruto de una vida transformada. Son el resultado natural de un corazón que ha sido tocado por la gracia y el amor de Dios.
Al reflexionar sobre este pasaje, también es importante reconocer el papel del Espíritu Santo en capacitar a los creyentes para vivir este llamado. El Espíritu nos equipa y nos permite amar y servir a los demás de maneras que no podemos hacer por nosotros mismos. A medida que permanecemos en Cristo y somos llenos de Su Espíritu, somos capacitados para ser Sus manos y pies en el mundo, extendiendo Su amor y compasión a los necesitados.
En conclusión, Mateo 25:31-46 es un pasaje convincente y desafiante que llama a los creyentes a una vida de acción compasiva hacia los pobres y marginados. Enseña que los actos de misericordia son expresiones esenciales de la fe cristiana, que servir a los necesitados es servir a Cristo mismo, y que nuestras acciones tienen una importancia eterna. Llama a una respuesta comunitaria, desafía los valores sociales y subraya la interconexión de la fe y las obras. Como seguidores de Jesús, estamos llamados a encarnar Su amor y justicia en el mundo, sirviendo a los "más pequeños" con el mismo cuidado y compasión que ofreceríamos a Cristo mismo.