La muerte de Jesús en la cruz es uno de los eventos más significativos en la teología cristiana, marcando la culminación de Su ministerio terrenal y el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. Los eventos que ocurrieron inmediatamente después de la muerte de Jesús son profundos y multifacéticos, con profundas implicaciones teológicas y proporcionando un rico tapiz de significado para los creyentes.
Según los relatos del Evangelio, varios eventos extraordinarios ocurrieron inmediatamente después de que Jesús exhalara Su último aliento. Estos eventos están registrados en los Evangelios Sinópticos—Mateo, Marcos y Lucas—y cada uno ofrece una perspectiva que, cuando se combina, proporciona una comprensión completa de las secuelas de la crucifixión de Jesús.
Uno de los sucesos más dramáticos fue el desgarro del velo del templo. Mateo 27:51 dice: "En ese momento, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo." Este velo separaba el Lugar Santísimo—la parte más sagrada del templo donde se creía que habitaba la presencia de Dios—del resto del templo donde la gente adoraba. El desgarro del velo simbolizó la eliminación de la barrera entre Dios y la humanidad, significando que a través de la muerte sacrificial de Jesús, todas las personas ahora tienen acceso directo a Dios. Este evento cumplió la profecía y sirvió como una poderosa representación visual del nuevo pacto establecido por la sangre de Cristo.
Además del desgarro del velo, el Evangelio de Mateo registra que "la tierra tembló, las rocas se partieron y los sepulcros se abrieron" (Mateo 27:51-52). Este terremoto no fue meramente un fenómeno natural, sino una señal divina, enfatizando la importancia cósmica de la muerte de Jesús. La división de las rocas y la apertura de los sepulcros también señalaron el poder transformador del sacrificio de Cristo, presagiando la resurrección y la promesa de una nueva vida para los creyentes.
Otro evento notable fue la resurrección de muchas personas santas que habían muerto. Mateo 27:52-53 describe cómo "los cuerpos de muchas personas santas que habían muerto resucitaron. Salieron de los sepulcros después de la resurrección de Jesús y entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchas personas." Este suceso extraordinario subrayó la victoria sobre la muerte que la muerte y resurrección de Jesús lograrían. Sirvió como un anticipo de la resurrección de todos los creyentes, afirmando la esperanza de la vida eterna.
Los Evangelios también registran la reacción del centurión romano y de aquellos que estaban con él custodiando a Jesús. Según Mateo 27:54, "Cuando el centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús vieron el terremoto y todo lo que había sucedido, se aterrorizaron y exclamaron: '¡Verdaderamente este era el Hijo de Dios!'" Este reconocimiento de un soldado romano, un representante del poder ocupante, destacó el reconocimiento universal de la identidad divina de Jesús y el impacto de Su muerte.
El Evangelio de Lucas añade otra capa de detalle, señalando que "el sol dejó de brillar" (Lucas 23:45) durante unas tres horas, desde el mediodía hasta las tres de la tarde. Esta oscuridad sobrenatural sirvió como una señal de duelo y juicio divino, enfatizando la gravedad del momento. Hizo eco de las profecías del Antiguo Testamento de un día del Señor caracterizado por la oscuridad (Amós 8:9) y subrayó la importancia cósmica del sacrificio de Jesús.
Después de estos eventos extraordinarios, los Evangelios relatan las acciones de los seguidores de Jesús. José de Arimatea, un miembro del consejo judío que no había consentido en su decisión de condenar a Jesús, se acercó valientemente a Pilato para solicitar el cuerpo de Jesús. Pilato concedió su solicitud, y José, junto con Nicodemo, bajaron el cuerpo de Jesús de la cruz, lo envolvieron en un lienzo limpio y lo colocaron en una tumba nueva excavada en la roca (Mateo 27:57-60; Juan 19:38-42). Este acto de devoción y cuidado proporcionó a Jesús un entierro digno, cumpliendo la profecía de Isaías 53:9, que dice: "Se le asignó una tumba con los malvados, y con los ricos en su muerte."
Las mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea, incluyendo a María Magdalena y María la madre de Jacobo y José, presenciaron dónde fue colocado Jesús y prepararon especias y perfumes para ungir Su cuerpo (Lucas 23:55-56). Su fidelidad y devoción, incluso ante un inmenso dolor, ejemplifican el amor y la lealtad de los seguidores de Jesús.
Los principales sacerdotes y fariseos, temiendo que los discípulos de Jesús pudieran robar Su cuerpo y afirmar que había resucitado de entre los muertos, fueron a Pilato y solicitaron que la tumba fuera asegurada. Pilato concedió su solicitud, y sellaron la piedra y colocaron una guardia en la tumba (Mateo 27:62-66). Esta medida de precaución, destinada a prevenir cualquier manipulación del cuerpo de Jesús, irónicamente preparó el escenario para la prueba innegable de Su resurrección.
En resumen, los eventos que ocurrieron inmediatamente después de que Jesús muriera en la cruz están llenos de significado teológico y profundo para los creyentes. El desgarro del velo del templo simbolizó la eliminación de la barrera entre Dios y la humanidad, el terremoto y la resurrección de personas santas subrayaron el poder transformador de la muerte de Jesús, y el reconocimiento del centurión destacó el reconocimiento universal de Su identidad divina. Las acciones de los seguidores de Jesús, incluyendo el entierro por José de Arimatea y la devoción de las mujeres, demostraron su amor y lealtad. Finalmente, la seguridad de la tumba por los principales sacerdotes y fariseos preparó el escenario para la gloriosa resurrección que seguiría.
Estos eventos colectivamente apuntan al profundo impacto de la muerte sacrificial de Jesús, el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento y la esperanza de una nueva vida y resurrección para todos los que creen en Él. Al reflexionar sobre estos eventos, los creyentes son recordados de la profundidad del amor de Dios, la importancia del sacrificio de Jesús y la promesa de la vida eterna a través de la fe en Cristo.