¿Qué quiso decir Jesús con 'que pase de mí esta copa'?

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En el Jardín de Getsemaní, mientras el peso de su inminente crucifixión recaía sobre Él, Jesús pronunció una oración profunda y profundamente humana: "Padre mío, si es posible, que pase de mí esta copa; sin embargo, no como yo quiero, sino como tú quieres" (Mateo 26:39, ESV). Este momento, capturado en los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, revela la profundidad de la angustia de Jesús y la complejidad de su misión. Para entender lo que Jesús quiso decir con "que pase de mí esta copa", debemos profundizar en el contexto de su oración, el simbolismo de la "copa" y el significado teológico de su sumisión a la voluntad del Padre.

Para empezar, es esencial reconocer el contexto en el que Jesús oró estas palabras. El Jardín de Getsemaní fue un lugar de intensa lucha espiritual para Jesús. Él era plenamente consciente del sufrimiento que le esperaba: traición, burla, flagelación y, finalmente, crucifixión. La agonía física que anticipaba era inmensa, pero aún más desalentador era la carga espiritual que estaba a punto de soportar. Jesús, el Hijo de Dios sin pecado, se estaba preparando para tomar sobre sí los pecados del mundo. Como Pablo escribió más tarde, "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él" (2 Corintios 5:21, ESV).

La "copa" a la que Jesús se refería es una metáfora bíblica significativa. En el Antiguo Testamento, la copa a menudo simboliza la ira y el juicio de Dios. Por ejemplo, en el Salmo 75:8, está escrito: "Porque en la mano del Señor hay una copa con vino espumante, bien mezclado, y él derrama de ella, y todos los impíos de la tierra la beberán hasta las heces" (ESV). De manera similar, el profeta Isaías habla de la "copa de aturdimiento" y el "tazón de mi ira" (Isaías 51:17, ESV). En este contexto, la copa representa la medida completa del juicio divino contra el pecado.

Cuando Jesús oró para que la copa pasara de Él, estaba expresando su intenso deseo de evitar el horrible sufrimiento y la separación del Padre que implicaría soportar este juicio. Esta oración destaca la genuina humanidad de Jesús. Él experimentó verdadero miedo, tristeza y angustia. Hebreos 4:15 nos recuerda: "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que en todo fue tentado como nosotros, pero sin pecado" (ESV). La súplica de Jesús en Getsemaní subraya su identificación con nuestra fragilidad humana y su empatía por nuestras luchas.

Sin embargo, la oración de Jesús no terminó con una solicitud para que la copa pasara. Continuó: "Sin embargo, no como yo quiero, sino como tú quieres". Esta frase crucial revela la sumisión final de Jesús a la voluntad del Padre. A pesar de su aversión natural al sufrimiento inminente, Jesús estaba comprometido a cumplir su misión redentora. Su obediencia no fue una concesión reacia, sino un acto voluntario y amoroso de autosacrificio. Como dice Filipenses 2:8, "Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz" (ESV).

Teológicamente, la sumisión de Jesús a la voluntad del Padre en el Jardín de Getsemaní es profundamente significativa. Demuestra la perfecta armonía entre la voluntad del Hijo y la voluntad del Padre. La oración de Jesús no fue un signo de debilidad o duda, sino una afirmación de su confianza en el plan del Padre. Fue un momento de profunda fe y entrega. En Juan 10:17-18, Jesús declaró: "Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo la pongo de mí mismo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre" (ESV).

Además, la disposición de Jesús para beber la copa de la ira de Dios en nuestro lugar es la piedra angular de la fe cristiana. Es a través de su muerte sacrificial que somos reconciliados con Dios. El apóstol Pedro captura elocuentemente esta verdad: "Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, muertos a los pecados, vivamos a la justicia. Por sus heridas habéis sido sanados" (1 Pedro 2:24, ESV). La aceptación de la copa por parte de Jesús significa su papel como el Siervo Sufriente profetizado en Isaías 53, quien llevaría las iniquidades de muchos e intercedería por los transgresores.

Además, la oración de Jesús en Getsemaní sirve como modelo para nuestras propias oraciones y luchas. Nos enseña que no está mal expresar nuestros deseos y miedos a Dios. Jesús no ocultó su angustia, sino que la llevó ante el Padre con honestidad y vulnerabilidad. Sin embargo, su oración también nos enseña la importancia de rendir nuestra voluntad a la voluntad de Dios. En tiempos de prueba e incertidumbre, podemos encontrar consuelo en el ejemplo de Jesús, confiando en que los planes de Dios son en última instancia para nuestro bien y su gloria. Como nos asegura Romanos 8:28, "Y sabemos que en todas las cosas Dios trabaja para el bien de los que lo aman, que han sido llamados según su propósito" (NIV).

En la literatura cristiana, muchos teólogos y escritores han reflexionado sobre el significado de la oración de Jesús en Getsemaní. Por ejemplo, Charles Spurgeon, el renombrado predicador del siglo XIX, enfatizó la profundidad del sufrimiento de Jesús y la magnitud de su amor por la humanidad. En uno de sus sermones, Spurgeon comentó: "Fue la vista de la copa, la copa de la ira, lo que hizo que el Salvador sudara grandes gotas de sangre. Tenía una visión vívida de las consecuencias del pecado y el castigo que debía seguir, y esto lo hizo clamar: 'Si es posible, que pase de mí esta copa'".

De manera similar, A.W. Tozer, un prominente autor cristiano, escribió sobre el profundo misterio de la sumisión de Jesús a la voluntad del Padre. En su libro "La búsqueda de Dios", Tozer reflexionó: "La agonía en el jardín no fue solo una lucha física; fue una batalla espiritual del más alto orden. La disposición de Jesús para beber la copa del sufrimiento fue un testimonio de su compromiso inquebrantable con el plan del Padre y su amor ilimitado por nosotros".

En conclusión, la oración de Jesús, "que pase de mí esta copa", encapsula la profunda tensión entre su deseo humano de evitar el sufrimiento y su compromiso divino de cumplir el plan redentor del Padre. La "copa" simboliza la medida completa de la ira y el juicio de Dios contra el pecado, que Jesús soportó voluntariamente en nuestro lugar. Su oración en Getsemaní revela su genuina humanidad, su perfecta obediencia y su amor ilimitado por la humanidad. Sirve como un poderoso recordatorio de la profundidad de su sacrificio y la seguridad de nuestra salvación a través de su obra expiatoria. Al reflexionar sobre este momento en el Jardín de Getsemaní, que seamos inspirados a seguir el ejemplo de Jesús de honestidad en la oración y confianza inquebrantable en la voluntad de Dios.

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