En Mateo 9:9-13, encontramos un momento crucial en el ministerio de Jesucristo, que ofrece profundas percepciones sobre Su misión y la naturaleza de Su llamado al discipulado. Este pasaje no solo destaca el enfoque de Jesús al llamar a Sus seguidores, sino que también revela Su corazón por los marginados y Su desafío al legalismo religioso.
El pasaje comienza con Jesús llamando a Mateo, un recaudador de impuestos, a seguirlo:
Al pasar Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el puesto de recaudación de impuestos. “Sígueme,” le dijo, y Mateo se levantó y lo siguió. (Mateo 9:9, NVI)
Los recaudadores de impuestos en el contexto judío del primer siglo a menudo eran despreciados por sus compatriotas judíos. Eran vistos como colaboradores con los ocupantes romanos y eran notorios por su corrupción y avaricia. Al llamar a Mateo, Jesús demuestra Su disposición a acercarse a aquellos que la sociedad considera indignos. Este acto subraya un tema central en el ministerio de Jesús: la inclusividad del Reino de Dios. Jesús no llama a los justos o a aquellos que se consideran espiritualmente élite; Él llama a aquellos que reconocen su necesidad de Él.
La respuesta inmediata de Mateo al llamado de Jesús es digna de mención. Deja su puesto de recaudación de impuestos, un símbolo de su vida y ocupación anterior, sin dudarlo. Este acto de obediencia y abandono de su vida anterior significa una transformación radical y un compromiso de seguir a Jesús. Resuena con el llamado a todos los creyentes a dejar atrás sus viejas costumbres y seguir a Cristo de todo corazón.
Después del llamado de Mateo, la narrativa continúa con Jesús cenando en la casa de Mateo:
Mientras Jesús estaba cenando en la casa de Mateo, muchos recaudadores de impuestos y pecadores llegaron y comieron con él y sus discípulos. (Mateo 9:10, NVI)
El escenario de una comida es significativo en los Evangelios. Compartir una comida en la cultura del antiguo Cercano Oriente era un acto de compañerismo y aceptación. Al cenar con recaudadores de impuestos y pecadores, Jesús rompe barreras sociales y religiosas. Extiende gracia y amistad a aquellos que a menudo son marginados y juzgados por el establecimiento religioso. Este acto de comer con pecadores es una poderosa demostración del amor y la misericordia de Dios, que trasciende las normas y prejuicios sociales.
Sin embargo, este acto inclusivo no pasa desapercibido para los fariseos, quienes cuestionan las acciones de Jesús:
Cuando los fariseos vieron esto, preguntaron a sus discípulos: “¿Por qué su maestro come con recaudadores de impuestos y pecadores?” (Mateo 9:11, NVI)
Los fariseos, que eran estrictos adherentes a la Ley y las tradiciones, se escandalizan por el comportamiento de Jesús. Su pregunta revela su incomprensión del corazón y la misión de Dios. Ven la justicia en términos de separación de los pecadores y la adherencia a prácticas religiosas externas. A sus ojos, la asociación de Jesús con recaudadores de impuestos y pecadores compromete Su santidad y credibilidad como maestro.
La respuesta de Jesús a los fariseos es tanto profunda como instructiva:
Al oír esto, Jesús dijo: “No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. Pero vayan y aprendan lo que significa: ‘Misericordia quiero, no sacrificio.’ Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores.” (Mateo 9:12-13, NVI)
Jesús usa la metáfora de un médico para explicar Su misión. Así como un médico es necesario para aquellos que están enfermos, Jesús es necesario para aquellos que están espiritualmente enfermos. Esta analogía enfatiza el propósito del ministerio de Jesús: traer sanidad y restauración a aquellos que reconocen su quebrantamiento y necesidad de un Salvador. Los fariseos, en su autojusticia, no ven su propia necesidad de Jesús y, por lo tanto, pierden la esencia de Su ministerio.
Jesús luego cita Oseas 6:6,