¿Qué quiso decir Jesús con 'lo que sale de una persona la contamina'?

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Cuando Jesús dijo: "Lo que sale de una persona la contamina", estaba abordando una verdad profunda sobre la naturaleza del pecado y la pureza humana. Esta declaración se encuentra en el Evangelio de Marcos, específicamente en Marcos 7:20-23, donde Jesús dice:

"Lo que sale de una persona es lo que la contamina. Porque de adentro, del corazón de una persona, salen los malos pensamientos: inmoralidad sexual, robo, asesinato, adulterio, avaricia, malicia, engaño, lascivia, envidia, calumnia, arrogancia y necedad. Todos estos males vienen de adentro y contaminan a una persona."

Para comprender plenamente la profundidad de esta enseñanza, necesitamos entender el contexto en el que Jesús pronunció estas palabras. Los líderes religiosos judíos de su tiempo ponían un énfasis significativo en la pureza ritual y la observancia externa de la Ley. Tenían un sistema complejo de reglas y tradiciones, especialmente en lo que respecta a qué alimentos eran limpios o impuros y las formas adecuadas de lavarse antes de comer. Estas prácticas estaban detalladas en la Torá y se elaboraban aún más en las tradiciones orales conocidas como la Mishná.

En Marcos 7, los fariseos y algunos maestros de la ley confrontaron a Jesús porque sus discípulos estaban comiendo con manos "contaminadas", es decir, no habían pasado por el lavado ceremonial tradicional. Jesús respondió a su crítica citando Isaías 29:13:

"Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me adoran; sus enseñanzas no son más que reglas humanas."

Jesús estaba desafiando un enfoque superficial de la justicia. Su declaración sobre lo que contamina a una persona cambia el enfoque de las prácticas externas a la condición del corazón. Al hacerlo, no estaba desestimando la Ley, sino cumpliéndola al revelar su propósito último: guiar a las personas hacia una relación más profunda y a nivel del corazón con Dios.

El corazón, en términos bíblicos, representa el núcleo del ser de una persona, incluidos sus pensamientos, deseos y voluntad. Proverbios 4:23 enfatiza la importancia del corazón:

"Sobre todas las cosas cuida tu corazón, porque todo lo que haces fluye de él."

La enseñanza de Jesús subraya que la verdadera contaminación no se trata de factores externos, sino de la corrupción interna. La lista de males que proporciona— inmoralidad sexual, robo, asesinato, etc.— todos se originan en el corazón de una persona. Estos pecados se manifiestan externamente, pero tienen sus raíces en la vida interior.

Esta enseñanza tiene profundas implicaciones para cómo entendemos el pecado y la justicia. Nos llama a examinar nuestras vidas internas y reconocer que la conformidad externa con las prácticas religiosas no es suficiente. Debemos abordar las fuentes internas del pecado. Esto se refleja en otras partes del Nuevo Testamento. Por ejemplo, en Santiago 1:14-15, leemos:

"Pero cada uno es tentado cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces, después de que la concupiscencia ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, cuando es consumado, da a luz la muerte."

Santiago enfatiza que el pecado comienza con deseos malvados dentro de nosotros. Esto se alinea con la enseñanza de Jesús de que lo que sale de adentro es lo que nos contamina.

Además, el enfoque de Jesús en el corazón es consistente con la narrativa bíblica más amplia. En el Antiguo Testamento, Dios a menudo expresó su deseo de que su pueblo tuviera corazones alineados con su voluntad. Por ejemplo, en Ezequiel 36:26, Dios promete:

"Les daré un corazón nuevo y pondré un espíritu nuevo dentro de ustedes; quitaré de ustedes su corazón de piedra y les daré un corazón de carne."

Esta promesa apunta al trabajo transformador que Dios pretende hacer dentro de nosotros, cambiando nuestra naturaleza para que podamos vivir en verdadera justicia.

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo amplía esta idea en sus cartas. En Romanos 7:18-20, Pablo describe la lucha con el pecado que se origina desde adentro:

"Porque sé que en mí, esto es, en mi naturaleza pecaminosa, no habita el bien. Porque tengo el deseo de hacer lo bueno, pero no puedo llevarlo a cabo. Porque no hago el bien que quiero hacer, sino el mal que no quiero hacer—esto sigo haciendo. Ahora, si hago lo que no quiero hacer, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que vive en mí."

Pablo reconoce la batalla interna con el pecado y la necesidad de intervención divina. Más tarde proporciona la solución en Romanos 8:1-2:

"Por lo tanto, ya no hay condenación para los que están en Cristo Jesús, porque por medio de Cristo Jesús la ley del Espíritu que da vida me ha liberado de la ley del pecado y de la muerte."

A través de Jesucristo, recibimos el Espíritu Santo, quien nos capacita para superar los deseos pecaminosos que se originan desde adentro. Esta transformación es un tema central de la fe cristiana, destacando la necesidad de renovación interna en lugar de mera conformidad externa.

Además, la enseñanza de Jesús sobre lo que contamina a una persona nos llama a un estándar más alto de autoexamen y arrepentimiento. Nos desafía a mirar más allá de nuestras acciones y considerar las motivaciones y deseos que las impulsan. Esta introspección es crucial para el crecimiento espiritual genuino y se alinea con el llamado a la santidad que se encuentra en toda la Escritura.

En términos prácticos, vivir esta enseñanza significa cultivar un corazón que busque a Dios. Implica un autoexamen regular, confesión de pecados y dependencia del Espíritu Santo para la transformación. Las disciplinas espirituales como la oración, la meditación en las Escrituras y la responsabilidad comunitaria juegan roles vitales en este proceso.

Además, es esencial entender que la enseñanza de Jesús no niega la importancia de las acciones externas, sino que las coloca en su contexto adecuado. Nuestras acciones deben fluir de un corazón transformado. Como dijo Jesús en Mateo 12:33-35:

"Hagan un árbol bueno y su fruto será bueno, o hagan un árbol malo y su fruto será malo, porque un árbol se reconoce por su fruto. Raza de víboras, ¿cómo pueden ustedes que son malos decir algo bueno? Porque de la abundancia del corazón habla la boca. Un hombre bueno saca cosas buenas del bien almacenado en él, y un hombre malo saca cosas malas del mal almacenado en él."

Nuestras palabras y hechos son el fruto de lo que está almacenado en nuestros corazones. Por lo tanto, la transformación del corazón es primordial.

En conclusión, cuando Jesús dijo: "Lo que sale de una persona la contamina", estaba enfatizando la importancia del corazón en asuntos de pecado y pureza. Desafió el enfoque superficial en los rituales externos y llamó a sus seguidores a una justicia más profunda y a nivel del corazón. Esta enseñanza se alinea con la narrativa bíblica más amplia que destaca la necesidad de transformación interna a través del trabajo del Espíritu Santo. Al enfocarnos en el corazón, podemos abordar las causas raíz del pecado y vivir de una manera que realmente honre a Dios.

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