La frase "el reino de Dios está cerca" es una de las declaraciones más profundas y fundamentales hechas por Jesús durante su ministerio terrenal. Esta declaración, que se encuentra en pasajes como Marcos 1:15, encapsula la esencia de la misión y el mensaje de Jesús. Para comprender plenamente su significado, debemos adentrarnos en el contexto bíblico, las implicaciones teológicas y el poder transformador que tiene para los creyentes.
El concepto del "reino de Dios" está profundamente arraigado en el Antiguo Testamento. Las Escrituras Hebreas a menudo hablan del gobierno soberano de Dios sobre la creación y su pueblo elegido, Israel. Por ejemplo, el Salmo 103:19 declara: "El Señor ha establecido su trono en el cielo, y su reino gobierna sobre todos." Los profetas también predijeron un reino venidero donde Dios reinaría supremo, trayendo justicia, paz y restauración. Isaías 9:6-7 habla de un niño que nos ha nacido y que establecerá y sostendrá su reino con justicia y rectitud para siempre.
Cuando Jesús anunció: "El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios está cerca; arrepentíos y creed en el evangelio" (Marcos 1:15, ESV), estaba proclamando el cumplimiento de estas antiguas profecías. La frase "está cerca" significa inmediatez y proximidad; indica que el reino no es un evento futuro distante, sino una realidad presente que irrumpe en el mundo a través del mismo Jesús.
Entender el reino de Dios requiere reconocer su naturaleza dual: es tanto "ya" como "todavía no." Este concepto paradójico significa que, aunque el reino ha sido inaugurado a través de la vida, muerte y resurrección de Jesús, su plena consumación espera su segunda venida.
El ministerio de Jesús demostró el aspecto del "ya" del reino. A través de sus milagros, enseñanzas y exorcismos, reveló la irrupción del gobierno de Dios. Por ejemplo, cuando Jesús sanó a los enfermos, dio vista a los ciegos y resucitó a los muertos, estaba mostrando el poder transformador del reino (Mateo 11:4-5). Sus parábolas, como la semilla de mostaza (Mateo 13:31-32) y la levadura (Mateo 13:33), ilustraron el crecimiento y la influencia penetrante del reino, incluso si comienza pequeño y aparentemente insignificante.
Además, la autoridad de Jesús sobre las fuerzas demoníacas destacó el enfrentamiento del reino con los poderes de las tinieblas. En Lucas 11:20, Jesús dice: "Pero si yo expulso demonios por el dedo de Dios, entonces el reino de Dios ha llegado a vosotros." Esto demuestra que el reino es una realidad presente, que confronta y vence activamente al mal.
Aunque el reino está presente, aún no se ha realizado completamente. El mundo todavía experimenta pecado, sufrimiento y muerte, lo que indica que la manifestación completa del gobierno de Dios está por venir. Las parábolas de Jesús a menudo apuntaban a un cumplimiento futuro, como la parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13:24-30), que habla de un juicio final cuando el reino de Dios se establecerá plenamente y el mal será erradicado.
La Oración del Señor, enseñada por Jesús, también refleja esta tensión entre los aspectos presentes y futuros del reino. Cuando oramos: "Venga tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo" (Mateo 6:10), estamos reconociendo la realidad actual del gobierno de Dios mientras anhelamos su cumplimiento definitivo.
La proclamación de Jesús de que el reino está "cerca" está intrínsecamente ligada a un llamado al arrepentimiento y a creer en el evangelio. La palabra griega para arrepentimiento, "metanoia," significa un cambio transformador de mente y corazón. Implica alejarse del pecado y del egocentrismo y volverse hacia Dios y sus caminos.
El arrepentimiento no es simplemente un acto único, sino una postura continua del corazón. Requiere humildad, reconociendo nuestra necesidad de la gracia y el perdón de Dios. El llamado de Jesús al arrepentimiento es una invitación a alinear nuestras vidas con los valores y prioridades del reino. Significa abrazar las bienaventuranzas (Mateo 5:3-12), amar a nuestros enemigos (Mateo 5:44) y buscar primero el reino de Dios y su justicia (Mateo 6:33).
La fe, por otro lado, implica confiar en Jesús como el Mesías y Salvador. Creer en el evangelio significa aceptar la buena noticia de que, a través de la muerte sacrificial y la resurrección de Jesús, se nos ofrece perdón, reconciliación con Dios y vida eterna. Es a través de la fe que entramos en el reino y nos convertimos en sus ciudadanos.
El reino de Dios, al estar cerca, tiene profundas implicaciones para nuestras vidas. Nos llama a una reorientación radical de nuestros valores, prioridades y relaciones. Como ciudadanos del reino, estamos llamados a encarnar sus principios y reflejar su realidad en nuestra vida diaria.
El Sermón del Monte de Jesús (Mateo 5-7) proporciona un plan para vivir en el reino. Nos desafía a vivir contraculturalmente, encarnando valores como la mansedumbre, la misericordia, la pureza de corazón y la pacificación. La ética del reino nos llama a amar a nuestros prójimos como a nosotros mismos (Mateo 22:39), a perdonar a los demás como hemos sido perdonados (Mateo 6:14-15) y a buscar la justicia y la rectitud (Mateo 5:6).
El reino de Dios también nos impulsa a participar en la misión de reconciliación y restauración de Dios. Jesús comisionó a sus discípulos a ir y hacer discípulos de todas las naciones, bautizándolos y enseñándoles a obedecer sus mandamientos (Mateo 28:19-20). Como seguidores de Cristo, estamos llamados a ser embajadores del reino, proclamando la buena noticia y demostrando su realidad a través de actos de amor, compasión y justicia.
Finalmente, el reino de Dios nos da esperanza. En un mundo marcado por la ruptura y el sufrimiento, el reino nos asegura que Dios está obrando, llevando a cabo sus propósitos redentores. Nos recuerda que el mal no tendrá la última palabra y que llegará un día en que Dios enjugará toda lágrima, y no habrá más muerte, ni llanto, ni clamor, ni dolor (Apocalipsis 21:4).
En resumen, cuando Jesús declaró: "el reino de Dios está cerca," estaba anunciando el cumplimiento del plan redentor de Dios y la inauguración de su gobierno en la tierra. Este reino es tanto una realidad presente como una esperanza futura, llamándonos al arrepentimiento, la fe y una forma de vida transformada. Como ciudadanos del reino, estamos invitados a participar en la misión de Dios, encarnar los valores del reino y vivir en la esperanza de su cumplimiento definitivo. El reino de Dios está realmente cerca, y nos invita a entrar y experimentar su poder transformador.