Juan 14:27 es un versículo rico en significado y consuelo, pronunciado por Jesús a sus discípulos durante un tiempo de gran importancia emocional y espiritual. El versículo dice:
"La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo." (Juan 14:27, NVI)
Para comprender plenamente la profundidad de este versículo, es esencial considerar el contexto en el que Jesús pronunció estas palabras. Este pasaje es parte de lo que a menudo se conoce como el "Discurso de Despedida" (Juan 14-17), una serie de enseñanzas y oraciones que Jesús compartió con sus discípulos la noche antes de su crucifixión. Fue un momento lleno de tensión, miedo e incertidumbre para los discípulos, ya que comenzaban a comprender la realidad de que Jesús pronto los dejaría.
La paz que Jesús ofrece es fundamentalmente diferente de la paz que ofrece el mundo. El concepto de paz del mundo a menudo depende de circunstancias externas: ausencia de conflicto, seguridad financiera, salud física y bienestar general. Sin embargo, Jesús habla de una paz que trasciende estas condiciones externas. Es una tranquilidad interior y una seguridad arraigada en una relación con Dios.
Jesús dice: "La paz os dejo, mi paz os doy." Esta paz no es simplemente un deseo de despedida, sino un regalo profundo. La palabra griega para paz, "eirēnē", es similar a la palabra hebrea "shalom", que abarca no solo la paz, sino también la integridad, la plenitud y el bienestar. La paz de Jesús es holística, abordando las necesidades más profundas del corazón y el alma humanos.
Cuando Jesús dice: "Yo no os la doy como el mundo la da", está destacando una distinción crítica. La paz del mundo es a menudo temporal y condicional. Depende de las circunstancias y puede ser fácilmente interrumpida. En contraste, la paz que Jesús da es duradera y firme, arraigada en su naturaleza eterna y su victoria sobre el pecado y la muerte.
Esta paz divina está anclada en las promesas de Dios y en la presencia del Espíritu Santo. Anteriormente en Juan 14, Jesús promete la venida del Espíritu Santo, el "Consolador" o "Abogado" (Juan 14:16-17). La presencia permanente del Espíritu Santo en los creyentes es una fuente de paz y guía continua, capacitándolos para vivir en la plenitud de la paz de Cristo.
La última parte del versículo, "No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo", habla directamente al estado emocional de los discípulos, y a nosotros hoy. Jesús reconoce que la vida está llena de circunstancias preocupantes y miedos potenciales. Sin embargo, llama a sus seguidores a una perspectiva más alta, una que no esté dominada por el miedo, sino por la fe en Él.
El mandato de Jesús de no dejar que nuestros corazones se turben o tengan miedo no es una negación de la realidad, sino una invitación a confiar en su soberanía y bondad. Esta confianza se basa en su identidad como el Hijo de Dios, su amor sacrificial demostrado en la cruz y su resurrección, que nos asegura su victoria final sobre todo lo que causa miedo y ansiedad.
A lo largo del Nuevo Testamento, vemos ejemplos de la paz de Jesús en acción. Un caso notable es cuando Jesús calma la tormenta en Marcos 4:35-41. A pesar de la violenta tormenta y el pánico de los discípulos, Jesús permanece en paz y con autoridad, demostrando su poder sobre la naturaleza y su capacidad para traer paz en el caos.
Otro ejemplo profundo se encuentra en Hechos 16:25, donde Pablo y Silas, encarcelados y encadenados, cantan himnos y oran. Su paz en circunstancias tan terribles es un testimonio de la tranquilidad interior que proviene de conocer a Cristo y estar llenos de su Espíritu.
Para los creyentes hoy, Juan 14:27 ofrece tanto consuelo como desafío. Nos consuela con la seguridad de que la paz de Jesús está disponible para nosotros en todas las circunstancias. Esta paz no depende de la ausencia de pruebas, sino de la presencia de Jesús en nuestras vidas. Como escribe Pablo en Filipenses 4:6-7, "No se inquieten por nada; más bien, en toda ocasión, con oración y ruego, presenten sus peticiones a Dios y denle gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús."
Este versículo también nos desafía a vivir esta paz en un mundo a menudo marcado por la ansiedad y el miedo. Nos llama a cultivar una relación profunda y constante con Jesús, a confiar en sus promesas y a depender del Espíritu Santo. Nos invita a ser pacificadores, reflejando la paz de Jesús a quienes nos rodean.
Teológicamente, Juan 14:27 subraya el poder transformador de la paz de Jesús. Es una paz que nos reconcilia con Dios (Romanos 5:1), derriba barreras entre las personas (Efesios 2:14) y nos capacita para vivir nuestra fe con valentía y convicción. Esta paz es un anticipo de la paz definitiva que experimentaremos en el reino eterno de Dios, donde no habrá más dolor, tristeza ni miedo (Apocalipsis 21:4).
En resumen, Juan 14:27 es una declaración profunda de la paz que Jesús ofrece a sus seguidores. Esta paz es distinta de la paz temporal y a menudo frágil que ofrece el mundo. Es una paz profunda, constante y transformadora, arraigada en la presencia y las promesas de Jesús. Nos llama a confiar en Él, a no ser dominados por el miedo y a vivir como portadores de su paz en un mundo atribulado. Al abrazar esta paz, experimentamos la plenitud de la vida que Jesús vino a dar y nos convertimos en instrumentos de su paz para los demás.