Mateo 18:6 es un versículo que tiene un peso significativo y un significado profundo, particularmente en el contexto de las enseñanzas de Jesús sobre la humildad, el cuidado de los vulnerables y la seriedad de hacer tropezar a otros. El versículo dice:
"Pero si alguien hace pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que se le colgara al cuello una gran piedra de molino y se le hundiera en lo profundo del mar." (Mateo 18:6, NVI)
Para entender completamente este versículo, es esencial considerar el contexto más amplio de Mateo 18. El capítulo comienza con los discípulos preguntándole a Jesús: "¿Quién, entonces, es el mayor en el reino de los cielos?" (Mateo 18:1, NVI). En respuesta, Jesús llama a un niño pequeño a ponerse en medio de ellos y dice: "De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos. Y cualquiera que reciba en mi nombre a un niño como este, a mí me recibe" (Mateo 18:3-5, NVI).
Jesús usa al niño como una metáfora de la humildad y la fe. En el mundo antiguo, los niños eran considerados entre los miembros más vulnerables y menos poderosos de la sociedad. Al elevar al niño, Jesús enfatiza la importancia de la humildad, la inocencia y la necesidad de proteger y nutrir a aquellos que son vulnerables en la fe.
Mateo 18:6 sirve entonces como una severa advertencia contra hacer tropezar a estos "pequeños". Los "pequeños" pueden entenderse tanto literalmente, como niños, como metafóricamente, como nuevos o vulnerables creyentes. El uso de Jesús de un lenguaje hiperbólico—sugiriendo que sería mejor tener una piedra de molino colgada al cuello y ser ahogado—subraya la gravedad de causar daño espiritual a otros. Una piedra de molino era una piedra pesada utilizada para moler grano, y ser arrojado al mar con tal peso aseguraría una muerte rápida y segura. Esta vívida imagen está destinada a transmitir las severas consecuencias de llevar a otros al pecado.
La seriedad de esta advertencia puede entenderse mejor al examinar otras referencias y enseñanzas bíblicas. Por ejemplo, en Marcos 9:42, un pasaje paralelo, Jesús repite esta advertencia casi literalmente, indicando la importancia que le da a este tema. Además, en Lucas 17:1-2, Jesús dice: "Es inevitable que vengan tropiezos, pero ¡ay de aquel por quien vienen! Más le valdría ser arrojado al mar con una piedra de molino atada al cuello que hacer tropezar a uno de estos pequeños."
El apóstol Pablo también aborda la responsabilidad de los creyentes maduros en sus cartas. En Romanos 14:13, escribe: "Por lo tanto, dejemos de juzgarnos unos a otros. Más bien, propónganse no poner tropiezo u obstáculo al hermano." De manera similar, en 1 Corintios 8:9, Pablo advierte: "Tengan cuidado, sin embargo, de que el ejercicio de su libertad no se convierta en tropiezo para los débiles."
Estos pasajes destacan colectivamente un tema central en la enseñanza cristiana: la responsabilidad de los creyentes de actuar de manera que apoyen y edifiquen a otros en su camino de fe. Esto incluye ser conscientes de nuestras acciones, palabras y actitudes, asegurándonos de que no lleven a otros al pecado o les hagan dudar o flaquear en su fe.
En el contexto de Mateo 18:6, hacer que alguien peque podría implicar varias acciones, como enseñar doctrinas falsas, dar un mal ejemplo a través de un comportamiento inmoral o tentar directamente a alguien a participar en actividades pecaminosas. El principio subyacente es claro: los creyentes están llamados a vivir de una manera que refleje el amor y la justicia de Cristo, alentando así a otros a hacer lo mismo.
Además, este versículo también habla de la ética cristiana más amplia de amor y cuidado mutuo. Jesús manda a sus seguidores a amarse unos a otros como él los ha amado (Juan 13:34-35). Este amor no es meramente un sentimiento, sino que se demuestra a través de acciones que buscan el bienestar de los demás. Proteger a los vulnerables, nutrir la fe de los nuevos creyentes y evitar acciones que puedan llevar a otros al pecado son todas expresiones de este amor cristiano.
La literatura cristiana a lo largo de los siglos ha hecho eco de este sentimiento. Por ejemplo, en "La Imitación de Cristo", Tomás de Kempis escribe sobre la importancia de vivir una vida que sirva como un ejemplo positivo para los demás. Él enfatiza la humildad, la autodisciplina y la necesidad de evitar acciones que puedan llevar a otros por mal camino. De manera similar, en "Mero Cristianismo", C.S. Lewis discute el aspecto comunitario de la vida cristiana, señalando que nuestras acciones tienen un impacto profundo en quienes nos rodean y que tenemos la responsabilidad de vivir de una manera que apoye la salud espiritual de la comunidad.
En términos prácticos, Mateo 18:6 llama a los creyentes a la autoexaminación y la conciencia. Nos desafía a considerar cómo nuestro comportamiento influye en los demás y a esforzarnos por ser fuentes de aliento y apoyo en lugar de obstáculos. Esto puede implicar buscar perdón y hacer enmiendas cuando nos damos cuenta de que hemos causado daño, ser intencionales en dar un buen ejemplo y apoyar activamente a aquellos que son jóvenes o vulnerables en su fe.
En conclusión, Mateo 18:6 sirve como un poderoso recordatorio de la responsabilidad que conlleva ser un seguidor de Cristo. Nos llama a proteger y nutrir la fe de los demás, especialmente de aquellos que son vulnerables, y a vivir de una manera que refleje el amor, la humildad y la justicia de Jesús. Al hacerlo, no solo honramos a Dios, sino que también contribuimos al crecimiento y la fortaleza de la comunidad cristiana.