¿Qué significa Mateo 5:9?

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Mateo 5:9, que se encuentra en el Sermón del Monte, dice: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (ESV). Este versículo es parte de las Bienaventuranzas, una serie de enseñanzas de Jesús que describen las actitudes y características de aquellos que son parte del Reino de los Cielos. Para comprender plenamente la profundidad y las implicaciones de Mateo 5:9, es esencial explorar el contexto, el significado de "pacificadores" y la promesa de que "serán llamados hijos de Dios".

El contexto de Mateo 5:9 es crucial. El Sermón del Monte, registrado en los capítulos 5 al 7 de Mateo, es uno de los discursos más famosos de Jesús. Pronunciado al principio de su ministerio, describe los principios éticos y morales del Reino de los Cielos. Las Bienaventuranzas, en particular, describen la bienaventuranza de aquellos que encarnan los valores del Reino. Estas enseñanzas invierten los valores mundanos, destacando la humildad, la misericordia, la pureza y la paz como marcas del verdadero discipulado.

El término "pacificadores" en Mateo 5:9 está lleno de significado. Es importante notar que Jesús no solo elogia a aquellos que viven en paz o evitan el conflicto, sino a aquellos que trabajan activamente para crear paz. La palabra griega traducida como "pacificadores" es "eirēnopoioi", que implica un compromiso activo en la reconciliación de relaciones y la resolución de conflictos. Este concepto va más allá de la aceptación pasiva y llama a esfuerzos proactivos para fomentar la armonía y la comprensión.

La pacificación, en el sentido bíblico, está profundamente arraigada en el carácter de Dios. A lo largo de las Escrituras, Dios es retratado como un Dios de paz. En el Antiguo Testamento, la palabra hebrea "shalom" abarca no solo la ausencia de conflicto, sino un sentido holístico de bienestar, integridad y armonía. Isaías 9:6 se refiere al Mesías venidero como el "Príncipe de Paz", y en el Nuevo Testamento, Jesús es descrito como el que trae paz a través de su muerte sacrificial y resurrección (Efesios 2:14-18). Por lo tanto, ser un pacificador es reflejar la misma naturaleza de Dios.

La promesa adjunta a ser un pacificador es profunda: "porque ellos serán llamados hijos de Dios". Esta frase significa una relación especial con Dios, marcada por la intimidad y la identidad. En tiempos bíblicos, ser llamado "hijo" de alguien a menudo significaba compartir el carácter y la misión de esa persona. Así, los pacificadores son reconocidos como verdaderos hijos de Dios porque reflejan su naturaleza pacificadora. Este reconocimiento divino no es meramente un título honorífico, sino una afirmación de su participación en la obra redentora de Dios en el mundo.

La pacificación, sin embargo, no está exenta de desafíos. Requiere coraje, humildad y disposición para participar en conversaciones difíciles y, a veces, dolorosas. A menudo implica entrar en medio del conflicto, la incomprensión y la hostilidad para lograr la reconciliación. El apóstol Pablo refleja este sentimiento en Romanos 12:18, instando a los creyentes: "Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos". Esta exhortación reconoce la complejidad de la pacificación, reconociendo que, aunque nos esforcemos por la paz, no siempre está en nuestro control lograrla.

Además, la pacificación no se trata de comprometer la verdad o la justicia por el bien de la armonía. Jesús mismo, el pacificador supremo, no se apartó de confrontar el pecado y la injusticia. La verdadera paz se funda en la justicia y la verdad. Santiago 3:17-18 enfatiza esto al decir: "Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para aquellos que hacen la paz". Por lo tanto, los pacificadores deben equilibrar la búsqueda de la paz con un compromiso con la verdad y la justicia.

En términos prácticos, ser un pacificador implica varios aspectos clave. Primero, requiere un corazón transformado por el Evangelio. Solo aquellos que han experimentado la paz de Cristo pueden extenderla a otros. Esta transformación interior es la base de todos los esfuerzos de pacificación. Segundo, implica escuchar activamente y tener empatía. Comprender las perspectivas y experiencias de los demás es crucial para resolver conflictos y construir puentes. Tercero, implica perdón y reconciliación. La enseñanza de Jesús en Mateo 18:21-22 sobre perdonar "setenta veces siete" subraya la importancia del perdón en el proceso de pacificación. Por último, la pacificación a menudo requiere habilidades de mediación y negociación. Los pacificadores deben ser hábiles para encontrar puntos en común y facilitar un diálogo constructivo.

Las implicaciones de Mateo 5:9 se extienden más allá de las relaciones personales a contextos sociales y globales más amplios. Los pacificadores están llamados a abordar las injusticias sistémicas, abogar por los marginados y trabajar hacia la reconciliación social. Esto puede implicar participar en iniciativas de justicia social, promover el diálogo interreligioso y participar en esfuerzos de construcción de paz en zonas de conflicto. El llamado a ser pacificadores es un llamado a ser agentes del Reino de Dios en un mundo roto y dividido.

En la literatura cristiana, el tema de la pacificación se explora extensamente. Por ejemplo, Dietrich Bonhoeffer en su libro "El costo del discipulado" enfatiza que el verdadero discipulado implica un compromiso con la paz, incluso a gran costo personal. Escribe: "Los seguidores de Jesús han sido llamados a la paz. Cuando él los llamó, encontraron su paz, porque él es su paz. Pero ahora se les dice que no solo deben tener paz, sino hacerla". Este llamado a la pacificación, según Bonhoeffer, es integral a la vida y el testimonio cristiano.

De manera similar, Thomas Merton en "Nuevas semillas de contemplación" reflexiona sobre la paz interior que debe preceder a la pacificación externa. Afirma: "No estamos en paz con los demás porque no estamos en paz con nosotros mismos, y no estamos en paz con nosotros mismos porque no estamos en paz con Dios". La percepción de Merton destaca la interconexión de la paz interior y exterior, enfatizando que la verdadera pacificación fluye de una relación profunda y constante con Dios.

En conclusión, Mateo 5:9 llama a los creyentes a un llamado alto y santo: ser pacificadores. Esto implica trabajar activamente para crear paz, reflejar el carácter de Dios y participar en su misión redentora. Requiere coraje, humildad y un compromiso con la verdad y la justicia. La promesa de que los pacificadores "serán llamados hijos de Dios" afirma su identidad y participación en la obra divina de reconciliación. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a encarnar y extender la paz de Dios en nuestras relaciones, comunidades y el mundo.

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