Lucas 1:39-44 es un pasaje rico en significado teológico e histórico. Esta sección de las Escrituras a menudo se refiere como "La Visitación", donde María, habiendo recibido el anuncio angelical de su inminente embarazo milagroso, visita a su pariente Isabel, quien también está milagrosamente embarazada de Juan el Bautista. El pasaje dice:
"En aquellos días, María se levantó y fue apresuradamente a la región montañosa, a una ciudad de Judá, y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y cuando Isabel oyó el saludo de María, el bebé saltó en su vientre. E Isabel fue llena del Espíritu Santo, y exclamó con gran voz: '¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Y por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí? Porque he aquí, cuando el sonido de tu saludo llegó a mis oídos, el bebé en mi vientre saltó de alegría.'" (Lucas 1:39-44, ESV)
El viaje de María a la región montañosa de Judá es significativo en sí mismo. Demuestra su obediencia y fe. El ángel Gabriel le había dicho sobre el embarazo de Isabel como una señal del poder de Dios (Lucas 1:36-37), y María responde viajando para ver a Isabel. Este viaje, de aproximadamente 80-100 millas, habría sido tanto físicamente exigente como espiritualmente significativo, mostrando la prisa de María por confirmar el mensaje del ángel y apoyar a su pariente.
En el momento en que María saluda a Isabel, el bebé (Juan el Bautista) salta en el vientre de Isabel. Este salto es más que un movimiento fetal natural; es una acción profética. Juan, incluso antes de su nacimiento, comienza su papel como el precursor de Cristo, reconociendo la presencia de Jesús. Esto cumple la profecía del ángel Gabriel de que Juan estaría lleno del Espíritu Santo incluso desde el vientre de su madre (Lucas 1:15).
Este salto puede verse como el primer acto de adoración y proclamación de Juan. Resalta el reconocimiento de Jesús como Señor, incluso antes de su nacimiento. Este reconocimiento prenatal prepara el escenario para el futuro ministerio de Juan, donde preparará el camino para Jesús, llamando a la gente al arrepentimiento y señalándoles al Mesías.
Isabel, llena del Espíritu Santo, exclama: "¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!" Esta bendición es doble: reconoce el papel único de María en el plan redentor de Dios y reconoce la naturaleza divina del niño que lleva. Las palabras de Isabel hacen eco del saludo del ángel Gabriel a María, reforzando su estatus elegido.
La proclamación de Isabel, "¿Y por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?" es profunda. Ella reconoce a Jesús como "mi Señor", un título que denota divinidad y cumplimiento mesiánico. Esto es significativo porque muestra que el reconocimiento de la naturaleza divina y la misión de Jesús fue revelado por el Espíritu Santo, no por el entendimiento humano.
El Espíritu Santo juega un papel crucial en este pasaje, llenando a Isabel e inspirando sus palabras proféticas. Esto enfatiza la obra del Espíritu Santo en revelar y afirmar el plan de Dios. La presencia del Espíritu Santo subraya la orquestación divina de estos eventos, marcándolos como momentos cruciales en la historia de la salvación.
Varios temas teológicos emergen de este pasaje:
Alegría y Adoración: La alegría expresada por Juan e Isabel significa la alegría del Mesías venidero. Esta alegría es una respuesta a la obra redentora de Dios y es un tema central en el Evangelio de Lucas.
Reconocimiento de Jesús como Señor: El reconocimiento de Isabel de Jesús como "mi Señor" es un reconocimiento temprano de su identidad divina. Esto prepara el escenario para las confesiones posteriores del señorío de Jesús a lo largo del Nuevo Testamento.
Bendición y Favor: Las bendiciones pronunciadas sobre María destacan su papel único en el plan de Dios. María es bendecida no solo porque es la madre de Jesús, sino también por su fe y obediencia.
Actividad del Espíritu Santo: La llenura de Isabel con el Espíritu Santo subraya el papel del Espíritu en la revelación y la profecía. Esto presagia la obra del Espíritu en la iglesia primitiva, como se describe en el Libro de los Hechos, también escrito por Lucas.
Entender el contexto cultural e histórico de este pasaje enriquece su significado. En la cultura judía de la época, el papel principal de una mujer era tener hijos. El embarazo de Isabel en su vejez habría sido visto como una bendición milagrosa, eliminando su reproche entre la gente (Lucas 1:25). El embarazo de María, por otro lado, habría sido escandaloso debido a que no estaba casada. Sin embargo, ambos embarazos se presentan como actos de intervención divina.
La región montañosa de Judá, donde vivían Isabel y Zacarías, era una región con significado histórico. Estaba asociada con la tribu de Judá, de la cual se profetizó que vendría el Mesías. Este detalle geográfico conecta los eventos de la Visitación con la narrativa más amplia de las promesas de Dios a Israel.
La visita de María a Isabel también la destaca como un modelo de fe y discipulado. Su disposición a emprender el viaje y su respuesta al saludo de Isabel demuestran su humildad y aceptación de la voluntad de Dios. El Magnificat de María (Lucas 1:46-55), que sigue a este pasaje, revela aún más su profunda fe y comprensión de la obra redentora de Dios.
Lucas 1:39-44 es un pasaje que encapsula la alegría, el reconocimiento y el cumplimiento profético que rodean la venida de Jesucristo. Enfatiza la obra del Espíritu Santo en revelar el plan de Dios y destaca la fe y obediencia de María e Isabel. Este encuentro entre dos madres expectantes, ambas llevando niños de gran importancia, marca un momento crucial en la historia de la salvación. A través de su interacción, vemos el reconocimiento temprano de la misión divina de Jesús y la alegría que trae su venida, preparando el escenario para la narrativa del Evangelio que sigue.