Mateo 19:13-15 es un pasaje profundo que ofrece ideas profundas sobre la naturaleza del Reino de los Cielos, el carácter de Jesús y el valor de los niños a los ojos de Dios. Este pasaje dice:
"Entonces le llevaron unos niños a Jesús para que les impusiera las manos y orara por ellos. Pero los discípulos los reprendieron. Jesús dijo: 'Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos.' Cuando les hubo impuesto las manos, se fue de allí." (Mateo 19:13-15, NVI)
En estos pocos versículos, vemos una poderosa demostración del amor de Jesús y la inclusividad de Su ministerio. La importancia de este pasaje puede desglosarse a través de varios temas clave: el valor de los niños, la naturaleza del Reino de los Cielos y la inclusividad del ministerio de Jesús.
En el mundo antiguo, los niños a menudo eran vistos como insignificantes. Tenían poco estatus social y no se consideraban importantes en el gran esquema de las estructuras sociales. La reprensión de los discípulos a quienes traían niños a Jesús refleja esta mentalidad cultural. Sin embargo, la respuesta de Jesús da un giro a esta norma cultural. Al dar la bienvenida a los niños y poner Sus manos sobre ellos, Jesús afirma su valor y dignidad.
Las acciones de Jesús aquí reflejan Sus enseñanzas anteriores en Mateo 18:1-5, donde usa a un niño para ilustrar quién es el mayor en el Reino de los Cielos. Él dice:
"De cierto os digo, que si no cambiáis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos. Por tanto, cualquiera que se humille como este niño, ese es el mayor en el reino de los cielos." (Mateo 18:3-4, NVI)
En ambos pasajes, Jesús eleva el estatus de los niños, mostrando que ellos encarnan cualidades esenciales para participar en el Reino de Dios. Su humildad, dependencia y confianza son virtudes que Jesús encomienda a Sus seguidores.
Cuando Jesús dice, "el reino de los cielos es de quienes son como ellos," está haciendo una declaración teológica profunda sobre la naturaleza de Su Reino. El Reino de los Cielos no se trata de poder, estatus o logros mundanos. En cambio, se caracteriza por la humildad, la dependencia de Dios y una confianza pura que los niños exhiben naturalmente.
Esta enseñanza habría sido revolucionaria para Su audiencia. Los líderes religiosos de la época a menudo se centraban en demostraciones externas de piedad y en la adherencia a la ley como marcadores de justicia. Jesús, sin embargo, cambia el enfoque a las cualidades internas del corazón. Al hacerlo, invita a todas las personas, independientemente de su estatus social o edad, a ser parte de Su Reino.
El apóstol Pablo refleja este sentimiento en su carta a los Corintios:
"Hermanos y hermanas, pensad en lo que erais cuando fuisteis llamados. No muchos de vosotros erais sabios según los estándares humanos; no muchos erais influyentes; no muchos erais de noble cuna. Pero Dios escogió lo necio del mundo para avergonzar a los sabios; Dios escogió lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte." (1 Corintios 1:26-27, NVI)
Aquí, Pablo subraya la idea de que el Reino de Dios opera sobre principios que a menudo son contrarios a los valores mundanos. La inclusión de los niños en el ministerio de Jesús es una vívida ilustración de esta verdad.
La bienvenida de Jesús a los niños también destaca la inclusividad de Su ministerio. A lo largo de los Evangelios, vemos a Jesús acercándose a aquellos que eran marginados, pasados por alto y subestimados por la sociedad. Él sana a los enfermos, cena con recaudadores de impuestos y pecadores, y habla con mujeres y samaritanos, grupos a menudo marginados en la sociedad judía.
Al dar la bienvenida a los niños, Jesús continúa este patrón de inclusividad. Él demuestra que Su amor y gracia están disponibles para todos, independientemente de la edad o el estatus social. Esta inclusividad es una característica distintiva del mensaje del Evangelio y sirve como modelo para la Iglesia hoy.
La Iglesia primitiva tomó esta lección en serio, como lo demuestra su cuidado por las viudas, los huérfanos y los pobres. Santiago, el hermano de Jesús, escribe:
"La religión que Dios nuestro Padre acepta como pura y sin mancha es esta: atender a los huérfanos y a las viudas en sus aflicciones y mantenerse sin mancha del mundo." (Santiago 1:27, NVI)
La Iglesia está llamada a reflejar el amor inclusivo de Cristo, extendiendo cuidado y compasión a todos, especialmente a aquellos que son vulnerables y marginados.
La importancia de Mateo 19:13-15 va más allá de su contexto histórico y teológico; tiene implicaciones prácticas para cómo vivimos nuestra fe hoy. Primero, nos desafía a valorar a los niños y reconocer su potencial espiritual. En muchas culturas, los niños todavía son vistos como menos importantes o menos capaces de contribuir a la vida espiritual. El ejemplo de Jesús nos llama a invertir en la formación espiritual de los niños, reconociendo que son participantes plenos en el Reino de los Cielos.
En segundo lugar, este pasaje nos desafía a examinar nuestras propias actitudes hacia la humildad y la dependencia de Dios. En un mundo que a menudo valora la autosuficiencia y el logro, la enseñanza de Jesús nos recuerda que la verdadera grandeza en el Reino de Dios se encuentra en la humilde dependencia de Él. Estamos llamados a cultivar una fe infantil, confiando en la provisión y gracia de Dios.
Finalmente, este pasaje nos invita a reflexionar sobre la inclusividad de nuestras propias comunidades. ¿Somos acogedores con todos, independientemente de su edad, estatus o antecedentes? ¿Creamos espacios donde todos puedan encontrar el amor de Cristo? El ministerio de Jesús se caracterizó por una inclusividad radical, y como Sus seguidores, estamos llamados a encarnar ese mismo espíritu.
Mateo 19:13-15 es un pasaje rico y multifacético que revela el corazón de Jesús y la naturaleza de Su Reino. A través de Sus acciones y palabras, Jesús afirma el valor de los niños, nos enseña sobre las cualidades que caracterizan el Reino de los Cielos y modela un ministerio inclusivo que abraza a todas las personas. Al reflexionar sobre este pasaje, que seamos inspirados a cultivar una fe infantil, valorar el potencial espiritual de los niños y crear comunidades inclusivas que reflejen el amor de Cristo.