El capítulo 1 de Mateo tiene una inmensa importancia ya que establece el escenario para todo el Evangelio de Mateo, proporcionando una comprensión fundamental de la identidad de Jesucristo, su misión y el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento. Este capítulo se puede dividir en dos secciones principales: la genealogía de Jesús (versículos 1-17) y la narrativa de su nacimiento (versículos 18-25). Ambas secciones son cruciales para comprender el contexto teológico e histórico de la vida y ministerio de Jesús.
La genealogía presentada en Mateo 1:1-17 no es simplemente una lista de nombres; es una declaración profunda del linaje real de Jesús y sus credenciales mesiánicas. Mateo comienza con: "El libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham" (Mateo 1:1, ESV). Esta línea de apertura está llena de significado. Al identificar a Jesús como el hijo de David, Mateo lo conecta inmediatamente con el pacto davídico, que prometía un gobernante de la línea de David cuyo reino sería eterno (2 Samuel 7:12-16). Esta conexión establece el derecho legítimo de Jesús al trono de Israel, cumpliendo las expectativas judías de un Mesías que vendría del linaje de David.
Además, al rastrear la ascendencia de Jesús hasta Abraham, Mateo enfatiza el papel de Jesús como el cumplimiento del pacto abrahámico. La promesa de Dios a Abraham era que a través de su descendencia, todas las naciones de la tierra serían bendecidas (Génesis 12:3). Al situar a Jesús dentro de este linaje, Mateo subraya el alcance universal de la misión de Jesús, destacando que Él no es solo el Rey de los judíos, sino también el Salvador del mundo.
La genealogía en sí está estructurada en tres conjuntos de catorce generaciones, lo que Mateo señala explícitamente en el versículo 17. Los estudiosos han propuesto varias razones para esta estructura, una de las cuales es el uso simbólico de los números. En hebreo, el valor numérico del nombre "David" es catorce, y al organizar la genealogía de esta manera, Mateo puede estar reforzando la herencia davídica de Jesús. Además, esta genealogía estructurada sirve para demostrar la mano soberana de Dios en la historia, orquestando eventos e individuos para llevar a cabo su plan redentor a través de Jesucristo.
Otra característica sorprendente de la genealogía de Mateo es la inclusión de varias mujeres: Tamar, Rahab, Rut y "la esposa de Urías" (Betsabé). En una sociedad patriarcal donde las genealogías típicamente se centraban en el linaje masculino, la mención de estas mujeres es significativa. Cada una de estas mujeres tenía historias inusuales o controvertidas, sin embargo, desempeñaron papeles fundamentales en la historia redentora de Dios. Su inclusión destaca la gracia de Dios y su capacidad para trabajar a través de circunstancias inesperadas e imperfectas para lograr sus propósitos. También presagia la naturaleza inclusiva del ministerio de Jesús, donde las normas sociales a menudo se invierten y los marginados son elevados.
La segunda parte de Mateo 1, versículos 18-25, narra el nacimiento de Jesús, centrándose particularmente en la perspectiva de José. Esta sección revela la naturaleza milagrosa de la concepción de Jesús, enfatizando su origen divino. Mateo escribe: "El nacimiento de Jesucristo fue así. Estando desposada María su madre con José, antes de que se juntasen, se halló que había concebido del Espíritu Santo" (Mateo 1:18, ESV). El nacimiento virginal es una piedra angular de la teología cristiana, afirmando la identidad de Jesús como completamente Dios y completamente hombre. Al ser concebido por el Espíritu Santo, Jesús se distingue como el Salvador sin pecado, no afectado por el pecado original que afecta a toda la humanidad.
La respuesta de José a la noticia del embarazo de María también es digna de mención. Inicialmente, planea divorciarse de ella en secreto para evitar la deshonra pública, demostrando su rectitud y compasión. Sin embargo, un ángel del Señor se le aparece en un sueño, diciendo: "José, hijo de David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo que en ella es engendrado, del Espíritu Santo es" (Mateo 1:20, ESV). El mensaje del ángel tranquiliza a José sobre la naturaleza divina del niño y lo anima a aceptar su papel en el plan de Dios. La obediencia de José al mandato del ángel refleja su fe y disposición para participar en la obra redentora de Dios, a pesar del costo personal y el estigma social.
El ángel también instruye a José a nombrar al niño Jesús, "porque él salvará a su pueblo de sus pecados" (Mateo 1:21, ESV). El nombre Jesús (Yeshua en hebreo) significa "El Señor salva", encapsulando su misión de liberar a la humanidad del pecado. Este anuncio es un cumplimiento directo de la profecía en Isaías 7:14, que Mateo cita explícitamente: "He aquí, la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emanuel" (Mateo 1:23, ESV). Emanuel, que significa "Dios con nosotros", significa la encarnación: Dios tomando carne humana para habitar entre su pueblo. Esta verdad profunda subraya la intimidad de la relación de Dios con la humanidad y su deseo de restaurar y redimir la creación a través de Jesús.
Mateo 1 concluye con José tomando a María como su esposa y nombrando al niño Jesús, como lo instruyó el ángel. Este acto de obediencia no solo legitima el linaje davídico de Jesús a través de José, sino que también marca el comienzo del cumplimiento de las promesas de Dios. A través de la aceptación de su papel por parte de José, Mateo destaca la importancia de la confianza y la fidelidad en el plan de Dios, incluso cuando desafía las normas sociales y las expectativas personales.
En resumen, el capítulo 1 de Mateo es significativo por varias razones. Establece las credenciales mesiánicas de Jesús a través de su genealogía, vinculándolo tanto a David como a Abraham. Destaca la mano soberana de Dios en la historia, trabajando a través de individuos y circunstancias inesperadas para lograr sus propósitos. La narrativa del nacimiento de Jesús subraya su origen divino y su misión de salvar a la humanidad del pecado. A través de la obediencia y la fe de individuos como José, Mateo ilustra la importancia de participar en la obra redentora de Dios. En última instancia, este capítulo establece el tono para el resto del Evangelio, invitando a los lectores a reconocer a Jesús como el Mesías tan esperado, el cumplimiento de las promesas de Dios y el Salvador del mundo.