El pasaje en Lucas 14:25-33, donde Jesús habla sobre el costo del discipulado, es un texto profundo y desafiante que ha suscitado mucha reflexión e interpretación a lo largo de los siglos. En este pasaje, Jesús se dirige a las grandes multitudes que lo siguen, enfatizando la seriedad y el compromiso total requerido para ser su discípulo. Específicamente, en los versículos 26-27 y 33, Él dice:
"Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre y madre, esposa e hijos, hermanos y hermanas, y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo. ... De la misma manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todo lo que tiene no puede ser mi discípulo." (Lucas 14:26-27, 33, NVI)
A primera vista, estas declaraciones pueden parecer duras y exigentes, pero son profundamente significativas para entender lo que significa seguir a Jesús.
El llamado a renunciar a posesiones e incluso a relaciones para seguir a Jesús se trata fundamentalmente de priorizar nuestra lealtad a Él por encima de todo lo demás. Jesús usa un lenguaje hiperbólico para hacer un punto fuerte: nuestro compromiso con Él debe superar todos los demás compromisos. Esto no significa que debamos literalmente odiar a nuestros familiares o despreciar nuestras vidas, sino que nuestro amor por Jesús debe ser tan supremo que todos los demás amores sean secundarios en comparación.
En el contexto cultural de la época de Jesús, los lazos familiares eran primordiales y las posesiones a menudo se veían como una señal de la bendición de Dios. Al pedir a sus seguidores que estuvieran dispuestos a renunciar a estos, Jesús estaba llamando a una reorientación radical de valores. Estaba desafiando las normas sociales e invitando a sus seguidores a una nueva forma de vida donde la lealtad a Él trasciende todas las demás lealtades.
Dietrich Bonhoeffer, en su obra seminal "El Costo del Discipulado", expone elocuentemente este tema. Él escribe:
"Cuando Cristo llama a un hombre, le ordena venir y morir."
Bonhoeffer entendió que el verdadero discipulado implica una disposición a rendirlo todo por el bien de Cristo. Esta rendición no es solo un acto único, sino un proceso continuo de dejar ir nuestros apegos e ídolos. La "cruz" de la que Jesús habla de llevar es un símbolo de esta muerte diaria al yo y vivir para Él.
En este pasaje, Jesús también usa dos parábolas para ilustrar la importancia de contar el costo antes de comprometerse con el discipulado. La primera parábola es sobre un hombre que quiere construir una torre pero primero debe estimar el costo para ver si tiene suficientes recursos para completarla. La segunda es sobre un rey que considera si puede hacer la guerra contra otro rey con un ejército más grande. Ambas parábolas subrayan la necesidad de una consideración cuidadosa y la seriedad del compromiso requerido para seguir a Jesús.
Estas parábolas enseñan que seguir a Jesús no es algo que deba emprenderse a la ligera o impulsivamente. Requiere una deliberación cuidadosa y una disposición a pagar el precio, sea cual sea. El costo puede incluir renunciar a posesiones materiales, soportar persecución o incluso enfrentar el alejamiento de seres queridos. Sin embargo, la recompensa es una relación más profunda con Cristo y la promesa de la vida eterna.
La historia del joven rico en Lucas 18:18-23 proporciona un ejemplo concreto del desafío de renunciar a posesiones para seguir a Jesús. El joven le pregunta a Jesús qué debe hacer para heredar la vida eterna, y Jesús responde enumerando algunos de los mandamientos. Cuando el joven afirma haber guardado todos estos desde su juventud, Jesús le dice:
"Aún te falta una cosa. Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo. Luego ven y sígueme." (Lucas 18:22, NVI)
El joven se pone muy triste porque es muy rico y no puede desprenderse de sus posesiones. Esta historia ilustra la dificultad que muchos enfrentan al renunciar a su riqueza material y la seguridad que representa. El llamado de Jesús al joven rico no se trata solo del acto de dar las posesiones, sino del problema más profundo de dónde reside nuestra confianza y seguridad. Jesús lo invita a poner su confianza en Dios en lugar de en su riqueza.
El llamado a renunciar a todo para seguir a Jesús también está estrechamente relacionado con los valores del Reino de Dios. En el Sermón del Monte, Jesús enseña:
"No acumulen para sí tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido destruyen, y donde los ladrones se meten a robar. Más bien, acumulen para sí tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido destruyen, y donde los ladrones no se meten a robar. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón." (Mateo 6:19-21, NVI)
Jesús está invitando a sus seguidores a invertir en tesoros eternos en lugar de en los temporales y terrenales. El Reino de Dios opera en una economía diferente, una donde la generosidad, el autosacrificio y la confianza en Dios son de suma importancia. Al renunciar a las posesiones, los creyentes demuestran su confianza en la provisión de Dios y su compromiso con los valores de Su Reino.
Aunque el llamado a renunciar a las posesiones es radical, no significa necesariamente que cada cristiano deba vivir en la pobreza. La iglesia primitiva proporciona un modelo de vida comunitaria y compartición de recursos, como se ve en Hechos 2:44-45:
"Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común. Vendían propiedades y posesiones para dar a cualquiera que tuviera necesidad."
Este enfoque comunitario aseguraba que se satisfacieran las necesidades de todos y que nadie estuviera en necesidad. Refleja el principio de que, aunque la propiedad individual de las posesiones no es inherentemente incorrecta, la disposición a compartir y apoyar a los demás es crucial.
En la aplicación contemporánea, esto podría significar ser generosos con nuestros recursos, apoyar a los necesitados y estar dispuestos a dejar ir la riqueza material cuando obstaculiza nuestra relación con Dios o nuestra capacidad de servir a los demás. Llama a un espíritu de desapego del materialismo y a un enfoque en usar nuestros recursos para los propósitos de Dios.
La importancia de renunciar a las posesiones para seguir a Jesús, como se menciona en Lucas 14:25-33, radica en el llamado a un compromiso radical y la reorientación de nuestros valores. Se trata de priorizar nuestra relación con Cristo por encima de todo lo demás y estar dispuestos a rendir cualquier cosa que compita con nuestra lealtad a Él. Este pasaje nos desafía a examinar dónde reside nuestro verdadero tesoro y nos invita a una caminata más profunda y sacrificial con Jesús. A través de esta rendición, encontramos la verdadera libertad y plenitud que proviene de vivir plenamente para Él y Su Reino.