La transfiguración de Jesús, tal como se registra en los Evangelios Sinópticos (Mateo 17:1-9, Marcos 9:2-10 y Lucas 9:28-36), es uno de los eventos más profundos y reveladores del Nuevo Testamento. Es un momento que desvela la naturaleza divina de Jesús, proporciona un anticipo de Su gloria y sirve como un punto crucial en Su ministerio terrenal. Para entender su significado, debemos profundizar en el contexto, simbolismo e implicaciones teológicas de este evento extraordinario.
El evento de la transfiguración ocurre después de que Jesús predice Su sufrimiento y muerte y habla sobre el costo del discipulado. En Mateo 16:24-28, Jesús enseña a Sus discípulos sobre la necesidad de tomar su cruz y seguirlo. Esta enseñanza prepara el escenario para la transfiguración, que sirve como una afirmación divina de la identidad y misión de Jesús.
La transfiguración tiene lugar en una montaña alta, tradicionalmente identificada como el Monte Tabor. Jesús lleva consigo a Pedro, Santiago y Juan, Sus discípulos más cercanos. La elección de estos tres discípulos indica la naturaleza especial de la revelación que están a punto de presenciar. Al llegar a la cima, Jesús se transfigura ante ellos. Su rostro brilla como el sol y Sus ropas se vuelven tan blancas como la luz (Mateo 17:2). Esta transformación radiante significa la revelación de la gloria divina de Jesús, que había estado velada en Su humanidad.
La aparición de Moisés y Elías junto a Jesús es muy significativa. Moisés representa la Ley y Elías representa a los Profetas. Su presencia subraya que Jesús es el cumplimiento tanto de la Ley como de los Profetas. En Mateo 5:17, Jesús declara: "No piensen que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no he venido a abolirlos, sino a cumplirlos". La transfiguración afirma visual y simbólicamente esta verdad. La conversación de Moisés y Elías con Jesús, como sugiere el relato de Lucas, se centra en Su inminente partida (Lucas 9:31), indicando que Su muerte, resurrección y ascensión son la culminación del plan redentor de Dios.
La reacción de Pedro a la transfiguración es tanto reveladora como instructiva. Sugiere construir tres refugios: uno para Jesús, uno para Moisés y uno para Elías (Mateo 17:4). La propuesta de Pedro refleja su deseo de preservar el momento y quizás su malentendido de su significado. Sin embargo, antes de que pueda actuar sobre su sugerencia, una nube brillante los envuelve y una voz desde la nube declara: "Este es mi Hijo, a quien amo; con él estoy muy complacido. ¡Escúchenlo!" (Mateo 17:5). Esta proclamación divina hace eco de las palabras pronunciadas en el bautismo de Jesús (Mateo 3:17) y sirve como una poderosa afirmación de Su filiación divina y autoridad.
La voz desde la nube enfatiza la importancia de escuchar a Jesús. Los discípulos, y por extensión todos los creyentes, están llamados a atender Sus enseñanzas y seguir Su ejemplo. El mandato de "escúchenlo" subraya el papel único de Jesús como la revelación última de Dios. Como dice Hebreos 1:1-2: "En el pasado, Dios habló a nuestros antepasados por medio de los profetas en muchas ocasiones y de diversas maneras, pero en estos últimos días nos ha hablado por medio de Su Hijo". La transfiguración, por lo tanto, destaca la supremacía de la revelación de Jesús y la necesidad de alinear nuestras vidas con Sus enseñanzas.
La reacción de los discípulos a la voz divina es de temor y asombro. Caen rostro en tierra, abrumados por la presencia de Dios (Mateo 17:6). La respuesta de Jesús es tierna y reconfortante. Los toca y dice: "Levántense. No tengan miedo" (Mateo 17:7). Este momento de consuelo y aliento refleja la naturaleza compasiva de Jesús y Su deseo de aliviar sus temores. También subraya la importancia de la fe y la confianza en Él, incluso ante la revelación divina.
Mientras descienden de la montaña, Jesús instruye a los discípulos que no cuenten a nadie sobre la visión hasta después de Su resurrección (Mateo 17:9). Este mandato destaca el momento y propósito de la revelación. El pleno significado de la transfiguración solo puede entenderse a la luz de la muerte y resurrección de Jesús. El silencio de los discípulos asegura que el evento no sea malinterpretado o malentendido antes de su tiempo adecuado.
La transfiguración tiene profundas implicaciones teológicas para nuestra comprensión de la identidad y misión de Jesús. Revela Su gloria divina y afirma Su relación única con el Padre. El evento también prefigura Su resurrección y exaltación, proporcionando un vistazo de la futura gloria que le espera a Él y a todos los que lo siguen. Como escribe Pablo en Filipenses 3:21: "Él transformará nuestros cuerpos humildes para que sean como Su cuerpo glorioso". La transfiguración, por lo tanto, ofrece un anticipo de la esperanza escatológica que los creyentes tienen en Cristo.
Además, la transfiguración sirve como una fuente de aliento y fortaleza para los creyentes. Así como los discípulos fueron fortalecidos por la visión de la gloria de Jesús, nosotros también podemos encontrar esperanza y seguridad en el conocimiento de que Jesús es el Hijo exaltado de Dios. En tiempos de prueba y sufrimiento, podemos mirar a la transfiguración como un recordatorio de la victoria y gloria final que nos espera en Cristo.
La transfiguración también nos llama a un compromiso más profundo con el discipulado. El mandato de "escúchenlo" nos desafía a alinear nuestras vidas con las enseñanzas de Jesús y a seguir Su ejemplo de amor y obediencia autosacrificial. El evento subraya la importancia de la fe, la confianza y la obediencia en nuestra relación con Jesús.
En conclusión, la transfiguración de Jesús es un evento trascendental que revela Su gloria divina, afirma Su identidad como el Hijo de Dios y prefigura Su resurrección y exaltación. Sirve como un poderoso recordatorio del cumplimiento de la Ley y los Profetas en Jesús y nos llama a un compromiso más profundo con el discipulado. Al reflexionar sobre la transfiguración, que seamos alentados por la visión de la gloria de Jesús y fortalecidos en nuestra fe y confianza en Él.