¿Qué sucedió durante el bautismo de Jesús según los Evangelios?

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El bautismo de Jesús es un evento crucial en el Nuevo Testamento, registrado en los cuatro Evangelios: Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Cada relato ofrece una perspectiva única, pero colectivamente pintan una imagen coherente y profunda de este momento significativo en la vida y ministerio de Jesús. El bautismo de Jesús no es meramente un evento histórico; está lleno de significado teológico y espiritual.

En el Evangelio de Mateo (3:13-17), vemos a Jesús viniendo de Galilea al río Jordán para ser bautizado por Juan el Bautista. Juan inicialmente se resiste, diciendo: "Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" (Mateo 3:14, ESV). Jesús responde: "Deja que sea así ahora, porque así conviene que cumplamos toda justicia" (Mateo 3:15, ESV). Este intercambio destaca la humildad de Jesús y su compromiso de cumplir la voluntad de Dios. A pesar de ser sin pecado, Jesús se somete al bautismo para identificarse con la humanidad e inaugurar su ministerio público.

Cuando Jesús emerge del agua, Mateo describe una escena notable: "Y cuando Jesús fue bautizado, inmediatamente subió del agua, y he aquí, los cielos se abrieron para él, y vio al Espíritu de Dios descendiendo como una paloma y posándose sobre él; y he aquí, una voz del cielo dijo: 'Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia'" (Mateo 3:16-17, ESV). Esta afirmación divina marca a Jesús como el Hijo de Dios y el Mesías elegido. El descenso del Espíritu Santo en forma de paloma simboliza pureza, paz y la unción de Jesús para su ministerio.

El Evangelio de Marcos (1:9-11) proporciona un relato más conciso pero retiene los elementos esenciales. Marcos enfatiza la inmediatez y la aprobación divina del bautismo de Jesús: "En aquellos días, Jesús vino de Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. Y cuando salió del agua, inmediatamente vio los cielos abiertos y el Espíritu descendiendo sobre él como una paloma. Y una voz vino del cielo: 'Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia'" (Marcos 1:9-11, ESV). El uso de "inmediatamente" por parte de Marcos subraya la urgencia y la importancia de este evento. La apertura de los cielos significa una intervención divina y el comienzo de una nueva era en la historia de la salvación.

El relato de Lucas (3:21-22) añade un aspecto comunitario, señalando que Jesús fue bautizado junto con otros: "Y aconteció que cuando todo el pueblo se bautizaba, también Jesús fue bautizado; y mientras oraba, el cielo se abrió, y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma; y vino una voz del cielo que decía: 'Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia'" (Lucas 3:21-22, ESV). Lucas menciona de manera única que Jesús estaba orando durante su bautismo, destacando su profunda comunión con el Padre. La manifestación visible del Espíritu Santo y la voz divina afirman la identidad y misión de Jesús, preparando el escenario para su ministerio público.

El Evangelio de Juan (1:29-34) ofrece una perspectiva diferente al centrarse en el testimonio de Juan el Bautista. Juan el Bautista identifica a Jesús como "el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Juan 1:29, ESV). Relata cómo fue testigo del Espíritu descendiendo como una paloma y permaneciendo sobre Jesús. Juan el Bautista declara: "Vi al Espíritu descender del cielo como una paloma, y permaneció sobre él. Yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: 'Aquel sobre quien veas descender y permanecer el Espíritu, ese es el que bautiza con el Espíritu Santo.' Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios" (Juan 1:32-34, ESV). El testimonio de Juan confirma la identidad divina de Jesús y su papel como el que bautizará con el Espíritu Santo.

El bautismo de Jesús tiene varias capas de significado teológico. En primer lugar, marca el comienzo del ministerio público de Jesús. Al someterse al bautismo, Jesús se alinea con el plan redentor de Dios y se identifica con el pueblo arrepentido de Israel. Este acto de humildad presagia su acto final de obediencia y sacrificio en la cruz.

En segundo lugar, el bautismo de Jesús revela la Trinidad. La voz del Padre desde el cielo, el descenso del Espíritu Santo y Jesús el Hijo de pie en el agua presentan una imagen vívida del Dios trino. Este momento subraya la unidad y los roles distintos del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en la obra de la salvación.

En tercer lugar, el bautismo de Jesús sirve como modelo para el bautismo cristiano. Aunque el bautismo de Jesús fue único en su afirmación divina, establece un precedente para los creyentes. El bautismo cristiano simboliza el arrepentimiento, el lavado de los pecados y la recepción del Espíritu Santo. Es un signo externo de una gracia interna y una declaración pública de fe en Jesucristo.

Además de los relatos evangélicos, la literatura cristiana primitiva y los Padres de la Iglesia han reflexionado sobre el significado del bautismo de Jesús. Por ejemplo, San Agustín, en su obra "Confesiones", habla del bautismo como un medio de gracia y un paso necesario en el camino de la fe. Él enfatiza el poder transformador del bautismo y su papel en la unión del creyente con Cristo.

De manera similar, el documento cristiano primitivo conocido como la Didaché, que data del primer siglo, proporciona instrucciones para el bautismo, subrayando su importancia en la Iglesia primitiva. La Didaché instruye que el bautismo debe realizarse en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, alineándose con la revelación trinitaria en el bautismo de Jesús.

El bautismo de Jesús también tiene implicaciones escatológicas. Apunta hacia la nueva creación y el cumplimiento final del reino de Dios. La apertura de los cielos y el descenso del Espíritu presagian el derramamiento del Espíritu Santo en Pentecostés y la obra continua del Espíritu en la vida de la Iglesia.

En conclusión, el bautismo de Jesús, tal como se registra en los Evangelios, es un evento multifacético lleno de profundidad teológica y significado espiritual. Marca la inauguración del ministerio público de Jesús, revela su identidad divina y establece un patrón para el bautismo cristiano. La afirmación divina y la presencia de la Trinidad destacan la unidad y la misión del Dios trino en la obra de la salvación. Al reflexionar sobre el bautismo de Jesús, los creyentes son invitados a abrazar su propia identidad bautismal, vivir en el poder del Espíritu Santo y participar en la misión redentora de Cristo.

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