En el Nuevo Testamento, el bautismo de Jesús es un evento significativo que marca el comienzo de Su ministerio público. Según los Evangelios, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista. Este evento está registrado en los cuatro Evangelios, pero los relatos más detallados se encuentran en los Evangelios Sinópticos: Mateo, Marcos y Lucas. Cada uno de estos relatos proporciona perspectivas únicas sobre la importancia de esta ocasión trascendental.
Juan el Bautista, una figura profética, era conocido por predicar el arrepentimiento y la venida del Reino de Dios. Bautizaba a las personas en el río Jordán como símbolo de su arrepentimiento y purificación del pecado. El ministerio de Juan se caracterizaba por un llamado a preparar el camino para el Señor, como lo había predicho el profeta Isaías: "Una voz de uno que clama en el desierto: 'Preparen el camino del Señor, enderecen sus sendas'" (Isaías 40:3, NVI). El papel de Juan era preparar los corazones de las personas para la llegada del Mesías.
En Mateo 3:13-17, encontramos la narrativa de Jesús viniendo de Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan. Inicialmente, Juan se muestra reacio a bautizar a Jesús, reconociendo que Jesús es mayor que él. Juan dice: "Yo necesito ser bautizado por ti, ¿y tú vienes a mí?" (Mateo 3:14, NVI). Sin embargo, Jesús insiste, diciendo: "Deja que sea así ahora; es apropiado que hagamos esto para cumplir toda justicia" (Mateo 3:15, NVI). Este intercambio resalta la humildad de Jesús y Su compromiso de cumplir el plan de Dios.
El Evangelio de Marcos, conocido por su concisión, presenta el evento de manera directa: "En ese tiempo Jesús vino de Nazaret en Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán" (Marcos 1:9, NVI). Marcos enfatiza la inmediatez y la importancia del evento, ya que marca el comienzo del ministerio público de Jesús.
El relato de Lucas registra de manera similar el bautismo, señalando que "cuando todo el pueblo estaba siendo bautizado, Jesús también fue bautizado" (Lucas 3:21, NVI). Lucas añade un detalle único, mencionando que Jesús estaba orando mientras era bautizado, lo que subraya la naturaleza espiritual y de oración de este evento.
El Evangelio de Juan, aunque no proporciona una narrativa directa del bautismo de Jesús, alude a él a través del testimonio de Juan el Bautista. Juan el Bautista testifica que vio al Espíritu descender sobre Jesús, confirmándolo como el Hijo de Dios (Juan 1:32-34, NVI). Este testimonio se alinea con los relatos en los Evangelios Sinópticos, donde los cielos se abren y el Espíritu de Dios desciende como una paloma sobre Jesús. Una voz del cielo declara: "Este es mi Hijo, a quien amo; con él estoy muy complacido" (Mateo 3:17, NVI).
El bautismo de Jesús está lleno de significado teológico. En primer lugar, sirve como una afirmación de la identidad de Jesús como el Hijo de Dios. La voz del cielo confirma la filiación divina y la misión de Jesús. Este respaldo divino es crucial cuando Jesús comienza Su ministerio público.
Además, el bautismo de Jesús simboliza Su identificación con la humanidad. Aunque sin pecado, Jesús se somete a un bautismo de arrepentimiento, alineándose con aquellos a quienes vino a salvar. Este acto presagia Su acto final de identificación con la humanidad: Su muerte en la cruz por los pecados del mundo.
El descenso del Espíritu Santo sobre Jesús en Su bautismo es otro elemento clave. Significa la unción y el empoderamiento de Jesús para Su ministerio. La imagen de la paloma, tradicionalmente asociada con la paz y la pureza, subraya la presencia y obra del Espíritu Santo en la vida y misión de Jesús.
El bautismo de Jesús también sirve como modelo para el bautismo cristiano. Mientras que el bautismo de Juan era uno de arrepentimiento, el bautismo cristiano, tal como lo instituyó Jesús, es un sacramento de iniciación en la fe cristiana. Simboliza la identificación del creyente con la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo. En Romanos 6:3-4, Pablo escribe: "¿O no saben que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús fuimos bautizados en su muerte? Por tanto, fuimos sepultados con él por el bautismo en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, también nosotros vivamos una nueva vida" (NVI).
A lo largo de la historia cristiana, teólogos y estudiosos han reflexionado sobre el significado del bautismo de Jesús. Los Padres de la Iglesia primitiva, como Agustín y Crisóstomo, enfatizaron la humildad de Cristo y Su disposición a cumplir toda justicia. En tiempos más recientes, teólogos como Karl Barth han explorado las implicaciones teológicas del bautismo de Jesús en relación con Su encarnación y expiación.
En conclusión, el bautismo de Jesús por Juan el Bautista es un evento profundo que tiene un significado teológico profundo. Marca el comienzo del ministerio público de Jesús, afirma Su identidad como el Hijo de Dios y simboliza Su identificación con la humanidad. También establece un precedente para el bautismo cristiano, destacando temas de arrepentimiento, identificación con Cristo y el empoderamiento del Espíritu Santo. Al reflexionar sobre este evento, los creyentes son recordados de la humildad, obediencia y amor de Jesús, quien vino a cumplir toda justicia y traer salvación al mundo.