La autoría del Evangelio de Juan ha sido un tema de considerable debate académico y reflexión teológica a lo largo de los siglos. La creencia cristiana tradicional sostiene que el Apóstol Juan, hijo de Zebedeo y hermano de Santiago, escribió el Evangelio. Esta visión está respaldada por la tradición de la iglesia primitiva y los escritos de los Padres de la Iglesia, como Ireneo, quien fue discípulo de Policarpo, a su vez discípulo de Juan. Sin embargo, la erudición bíblica moderna ha introducido diversas perspectivas que apoyan o desafían esta atribución tradicional.
La evidencia interna dentro del propio Evangelio proporciona algunas pistas. El texto nunca nombra explícitamente a su autor, pero se refiere al "discípulo a quien Jesús amaba" (Juan 13:23, 19:26, 20:2, 21:7, 21:20). Este discípulo amado se identifica tradicionalmente como Juan el Apóstol. En Juan 21:24, se dice: "Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas y que las escribió. Sabemos que su testimonio es verdadero." Este versículo se ha interpretado como una implicación de que el discípulo amado es, de hecho, el autor del Evangelio.
La evidencia externa también apoya esta visión. Los primeros padres de la iglesia, como Ireneo (circa 130-202 d.C.), atribuyeron explícitamente el Cuarto Evangelio a Juan el Apóstol. Ireneo escribió: "Juan, el discípulo del Señor, que también se había recostado sobre su pecho, publicó él mismo un Evangelio durante su residencia en Éfeso en Asia" (Contra las Herejías 3.1.1). Otros escritores cristianos tempranos, como Clemente de Alejandría y Tertuliano, también afirmaron la autoría de Juan.
Sin embargo, algunos estudiosos modernos cuestionan esta atribución tradicional basándose en diferencias lingüísticas, estilísticas y teológicas entre el Evangelio de Juan y los Evangelios Sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Argumentan que el sofisticado lenguaje griego y la alta cristología del Evangelio de Juan sugieren una composición posterior, posiblemente por un seguidor de Juan o un miembro de la comunidad joánica. Esta teoría comunitaria postula que el Evangelio fue escrito por un grupo de discípulos de Juan que preservaron sus enseñanzas y reflexiones sobre Jesús.
Un argumento en contra de la autoría directa de Juan el Apóstol es la avanzada reflexión teológica que se encuentra en el Evangelio. Por ejemplo, el prólogo (Juan 1:1-18) presenta una profunda exposición teológica del Verbo (Logos) hecho carne, que algunos estudiosos argumentan refleja una etapa posterior de desarrollo teológico. Además, el Evangelio de Juan contiene material único que no se encuentra en los Sinópticos, como los detallados discursos de Jesús y las declaraciones "Yo soy" (por ejemplo, Juan 6:35, 8:12, 10:11, 11:25, 14:6, 15:5), lo que algunos sugieren indica una fuente o tradición diferente.
A pesar de estos debates académicos, muchos todavía sostienen la visión tradicional de la autoría joánica. Las diferencias en estilo y contenido pueden explicarse por el propósito y la audiencia distintos del Evangelio de Juan. Mientras que los Sinópticos se centran en los aspectos cronológicos e históricos del ministerio de Jesús, Juan enfatiza la importancia teológica de la identidad y misión de Jesús. El propósito del Evangelio está claramente declarado en Juan 20:31: "Pero estas cosas se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre."
Además, la estrecha relación entre el discípulo amado y Jesús, tal como se describe en el Evangelio, apoya la idea de que el autor tenía un conocimiento íntimo de la vida y enseñanzas de Jesús. Los relatos detallados de eventos como la Última Cena (Juan 13) y las apariciones de la resurrección (Juan 20-21) sugieren una perspectiva de testigo ocular. Esto se alinea con el testimonio en 1 Juan 1:1-3, donde el autor habla de haber oído, visto y tocado el Verbo de vida.
Además de la evidencia interna y externa, la coherencia teológica entre el Evangelio de Juan y las Epístolas joánicas (1 Juan, 2 Juan y 3 Juan) apoya la visión tradicional de una autoría común. Tanto el Evangelio como las Epístolas enfatizan temas como la luz y la oscuridad, el amor y la verdad, y la encarnación del Verbo. Los paralelismos lingüísticos y temáticos sugieren que el mismo autor o comunidad produjo estos escritos.
Además, el Evangelio de Juan exhibe una profunda comprensión de las costumbres y festivales judíos, así como de los detalles geográficos de Palestina, lo que indica que el autor estaba familiarizado con el contexto cultural e histórico del ministerio de Jesús. Este conocimiento podría atribuirse a Juan el Apóstol, quien era un pescador judío de Galilea y testigo ocular de la vida de Jesús.
En conclusión, aunque la erudición moderna ha planteado preguntas válidas sobre la autoría del Evangelio de Juan, la visión tradicional de que fue escrito por Juan el Apóstol sigue siendo convincente. La evidencia interna del discípulo amado, el testimonio externo de los primeros padres de la iglesia, la coherencia teológica con las Epístolas joánicas y el conocimiento detallado de las costumbres y geografía judías apoyan esta atribución. En última instancia, el Evangelio de Juan se erige como un testimonio profundo y único de la vida, enseñanzas y significado de Jesucristo, independientemente de la identidad precisa de su autor humano.