La cuestión de quién escribió el Evangelio de Mateo es fascinante y ha sido objeto de mucho debate académico y reflexión teológica. Tradicionalmente, la autoría de este Evangelio se ha atribuido a Mateo, también conocido como Leví, uno de los doce apóstoles de Jesucristo. Esta atribución está arraigada en la tradición de la iglesia primitiva y está respaldada por varios escritos cristianos tempranos.
Mateo, también conocido como Leví, era un recaudador de impuestos antes de ser llamado por Jesús para ser uno de Sus discípulos. Este llamado está documentado en el propio Evangelio: "Mientras Jesús pasaba de allí, vio a un hombre llamado Mateo sentado en la mesa de recaudación de impuestos. 'Sígueme', le dijo, y Mateo se levantó y lo siguió" (Mateo 9:9, NVI). La transformación de Mateo de recaudador de impuestos, a menudo despreciado por su propio pueblo, a seguidor devoto de Jesús es un testimonio poderoso del poder transformador del ministerio de Jesús.
La evidencia externa más temprana y significativa de la autoría de Mateo proviene de los escritos de los padres de la iglesia primitiva. Papías de Hierápolis, escribiendo alrededor del año 125 d.C., es una de las primeras fuentes en atribuir el Evangelio a Mateo. Según Eusebio, un historiador de la iglesia del siglo IV, Papías escribió: "Mateo compiló los dichos [logia] en el idioma hebreo, y todos los interpretaron como pudieron" (Eusebio, Historia Eclesiástica, 3.39.16). Esta declaración sugiere que Mateo originalmente escribió su relato en hebreo o arameo, que luego fue traducido al griego.
Otro padre de la iglesia primitiva, Ireneo, escribiendo en el siglo II, también afirmó la autoría de Mateo. En su obra Contra las Herejías, Ireneo afirma: "Mateo también emitió un Evangelio escrito entre los hebreos en su propio dialecto, mientras Pedro y Pablo predicaban en Roma y sentaban las bases de la Iglesia" (Ireneo, Contra las Herejías, 3.1.1). Esto corrobora aún más la tradición temprana de que Mateo fue el autor.
A pesar de esta fuerte tradición, algunos estudiosos modernos han cuestionado la autoría directa de Mateo. Señalan el hecho de que el Evangelio de Mateo depende en gran medida del Evangelio de Marcos, que generalmente se considera el más antiguo de los cuatro Evangelios. Aproximadamente el 90% del contenido del Evangelio de Marcos se encuentra en Mateo, a menudo de manera literal. Esta dependencia plantea preguntas sobre por qué un testigo ocular como Mateo necesitaría depender tanto de otro relato.
Además, el Evangelio de Mateo contiene reflexiones teológicas sofisticadas y un alto nivel de lenguaje y estilo griego, lo que algunos argumentan sería poco probable para un ex recaudador de impuestos cuyo idioma principal era el arameo. Estas observaciones han llevado a algunos estudiosos a proponer que el Evangelio fue escrito por un autor desconocido o una comunidad de creyentes que estaban estrechamente asociados con el apóstol Mateo.
Sin embargo, estos debates académicos no necesariamente niegan la visión tradicional. Es posible que Mateo, como testigo ocular, proporcionara el material central y las enseñanzas de Jesús, que luego fueron compiladas, editadas y ampliadas por sus seguidores o una comunidad cristiana posterior. Este proceso no disminuiría la autoridad o autenticidad del Evangelio, sino que reflejaría la naturaleza colaborativa de la escritura cristiana primitiva y las tradiciones orales de la época.
El propio Evangelio de Mateo proporciona algunas pistas sobre su autoría y audiencia prevista. Es el más judío de los cuatro Evangelios, enfatizando a Jesús como el cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento y el nuevo Moisés que trae un nuevo pacto. Este enfoque es evidente en el uso frecuente de citas del Antiguo Testamento y la estructuración de las enseñanzas de Jesús en cinco grandes discursos, que recuerdan a los cinco libros de Moisés (el Pentateuco). Esta orientación judía sugiere que el autor tenía un profundo conocimiento de las costumbres judías, las escrituras y las expectativas del Mesías.
Además, el Evangelio de Mateo contiene material único que no se encuentra en los otros Evangelios, como la visita de los Magos (Mateo 2:1-12), el Sermón del Monte en su forma extendida (Mateo 5-7) y la parábola de las ovejas y los cabritos (Mateo 25:31-46). Estos elementos distintivos indican que el autor tenía acceso a fuentes de información únicas, posiblemente de Mateo mismo o de sus asociados cercanos.
En conclusión, aunque hay cierto debate entre los estudiosos modernos sobre la autoría directa del Evangelio de Mateo, la fuerte tradición de la iglesia primitiva y la evidencia interna apuntan a Mateo, el ex recaudador de impuestos y apóstol de Jesús, como la fuente principal e inspiración para este Evangelio. Ya sea que lo haya escrito directamente o que sus enseñanzas hayan sido compiladas y editadas por sus seguidores, el Evangelio de Mateo se erige como un poderoso testimonio de la vida, enseñanzas y obra redentora de Jesucristo. Continúa siendo un texto fundamental para los cristianos de todo el mundo, proporcionando un relato rico y profundo de las Buenas Nuevas de Jesucristo.