La oración intercesora, el acto de orar en nombre de otros, ocupa un lugar único y poderoso dentro de las prácticas espirituales cristianas. Cuando se trata de evangelismo, la oración no es simplemente una actividad complementaria; es fundamental. Para entender cómo la oración apoya los esfuerzos de evangelismo, debemos profundizar en la naturaleza de la oración misma, los fundamentos bíblicos de la oración intercesora y las formas específicas en que la oración puede empoderar y avanzar las misiones evangelísticas.
Primero, consideremos la naturaleza de la oración. La oración es un medio de comunicación con Dios, una forma de alinear nuestros corazones con Su voluntad y un conducto a través del cual el poder de Dios puede manifestarse en el mundo. Jesús mismo modeló una vida inmersa en la oración, retirándose a menudo a lugares solitarios para comunicarse con Su Padre (Lucas 5:16). Esta relación íntima con Dios alimentó Su ministerio y proporcionó un modelo para Sus seguidores. Para el evangelismo, esto significa que antes de hablar con otros sobre Dios, debemos hablar con Dios sobre otros. La oración prepara el corazón del evangelista y los corazones de aquellos que escucharán el mensaje.
El fundamento bíblico de la oración intercesora es robusto. En el Antiguo Testamento, vemos numerosos ejemplos de oración intercesora. Abraham intercedió por Sodoma (Génesis 18:22-33), Moisés intercedió por Israel (Éxodo 32:11-14) y Daniel intercedió por su pueblo (Daniel 9:3-19). En el Nuevo Testamento, Jesús es nuestro intercesor supremo, orando por Sus discípulos y por todos los creyentes (Juan 17:6-26). El apóstol Pablo mencionó frecuentemente sus oraciones por las iglesias y las personas a las que ministraba (Efesios 1:15-23, Filipenses 1:3-11). Estos ejemplos subrayan la importancia y eficacia de la oración intercesora en el plan redentor de Dios.
Cuando oramos por los esfuerzos de evangelismo, estamos participando en una guerra espiritual. Efesios 6:12 nos recuerda que nuestra lucha no es contra carne y sangre, sino contra fuerzas espirituales de maldad. La oración es un arma en esta batalla. Cuando intercedemos por aquellos que aún no conocen a Cristo, estamos pidiendo a Dios que derribe barreras espirituales, abra corazones y proporcione oportunidades para que se comparta el evangelio. Colosenses 4:3-4 ilustra esto cuando Pablo solicita: “Y oren también por nosotros, para que Dios nos abra una puerta para nuestro mensaje, a fin de que podamos proclamar el misterio de Cristo, por el cual estoy preso. Oren para que lo proclame claramente, como debo hacerlo.”
Una de las formas más convincentes en que la oración apoya el evangelismo es allanando el camino para citas divinas. Dios orquesta circunstancias y encuentros que llevan a las personas a escuchar el evangelio. En Hechos 10, leemos sobre Cornelio, un centurión temeroso de Dios, que recibe una visión que le instruye a enviar por Pedro. Al mismo tiempo, Pedro recibe una visión que lo prepara para encontrarse con Cornelio. Esta coordinación divina estaba bañada en oración, ya que Cornelio había estado orando a Dios regularmente (Hechos 10:2). Cuando oramos por los esfuerzos evangelísticos, estamos pidiendo a Dios que organice tales citas divinas, donde los corazones estén preparados y el momento sea perfecto.
La oración también envalentona y empodera al evangelista. En Hechos 4:29-31, los primeros cristianos oraron por valentía ante la persecución. El resultado fue que fueron llenos del Espíritu Santo y hablaron la palabra de Dios con valentía. El evangelismo puede ser desalentador, y el miedo puede ser una barrera significativa. A través de la oración, podemos recibir el coraje y la confianza necesarios para compartir el evangelio de manera efectiva. El Espíritu Santo, a quien Jesús prometió enviar como ayudador (Juan 14:16-17), empodera nuestro testimonio y nos da las palabras para hablar (Lucas 12:12).
Además, la oración fomenta la unidad entre los creyentes, lo cual es esencial para un evangelismo efectivo. En Juan 17:20-23, Jesús ora por la unidad de todos los creyentes, para que el mundo crea que el Padre lo envió. Cuando los cristianos oran juntos por el evangelismo, fortalece su vínculo y alinea sus esfuerzos con la misión de Dios. Esta unidad es un testimonio poderoso para el mundo, demostrando el amor y la verdad del evangelio.
La oración intercesora también trae transformación en las vidas de aquellos por quienes se ora. Santiago 5:16 nos dice que “la oración del justo es poderosa y eficaz.” Cuando oramos por individuos que aún no conocen a Cristo, estamos pidiendo a Dios que trabaje en sus corazones, que les revele Su amor y verdad, y que los atraiga hacia Él. Muchos testimonios de conversión incluyen historias de intercesores fieles que oraron persistentemente por sus seres queridos. Estas oraciones crean un ambiente espiritual en el que el Espíritu Santo puede trabajar, ablandando corazones y abriendo ojos a la verdad del evangelio.
Además de orar por individuos, podemos orar por comunidades y naciones enteras. 1 Timoteo 2:1-4 nos insta a orar por todas las personas, incluidos reyes y aquellos en autoridad, para que podamos vivir vidas pacíficas y tranquilas en toda piedad y santidad. Tales oraciones tienen un impacto más amplio, creando condiciones que son propicias para la difusión del evangelio. Cuando oramos por los líderes e influenciadores en una comunidad, estamos pidiendo a Dios que guíe sus decisiones y acciones de maneras que permitan una mayor libertad y oportunidad para los esfuerzos evangelísticos.
Además, la oración puede traer intervenciones milagrosas que validan el mensaje del evangelio. En Hechos 16:25-34, Pablo y Silas estaban orando y cantando himnos a Dios mientras estaban encarcelados. De repente, un violento terremoto sacudió la prisión, abriendo las puertas y soltando las cadenas de todos los prisioneros. Este evento milagroso llevó a la conversión del carcelero y de toda su familia. Cuando oramos por el evangelismo, podemos pedir a Dios que realice señales y maravillas que confirmen Su palabra y atraigan a las personas a la fe en Cristo.
Finalmente, la oración sostiene al evangelista a través de desafíos y dificultades. El trabajo evangelístico a menudo implica luchas espirituales, emocionales y físicas. En 2 Corintios 1:8-11, Pablo describe las severas dificultades que enfrentó en Asia, hasta el punto de desesperar de la vida misma. Sin embargo, atribuye su liberación a las oraciones de muchas personas. La oración proporciona la fuerza, el ánimo y la perseverancia necesarios para continuar compartiendo el evangelio, incluso frente a la oposición y la dificultad.
En resumen, la oración es integral al evangelismo. Prepara los corazones tanto del evangelista como de los oyentes, derriba barreras espirituales, orquesta citas divinas, envalentona y empodera al evangelista, fomenta la unidad entre los creyentes, trae transformación, crea condiciones propicias para el evangelio, valida el mensaje a través de intervenciones milagrosas y sostiene al evangelista a través de desafíos. Al participar en la oración intercesora por el evangelismo, nos asociamos con Dios en Su misión redentora, confiando en que Él trabajará a través de nuestras oraciones para llevar a muchos a la fe en Cristo.