¿Necesito cerrar los ojos y juntar las manos al orar?

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La cuestión de si uno necesita cerrar los ojos y juntar las manos al orar es tanto práctica como profundamente simbólica. Toca el corazón de lo que es la oración y cómo nos acercamos a ella. Para responder a esta pregunta de manera integral, debemos profundizar en el propósito de la oración, las tradiciones que la rodean y la base bíblica para diversas posturas en la oración.

En su esencia, la oración es un acto profundo de comunicación con Dios. Es una conversación íntima donde expresamos adoración, confesión, acción de gracias y súplica. La esencia de la oración no se encuentra en la postura física, sino en la postura del corazón. Jesús mismo enfatizó esto cuando enseñó sobre la oración en el Sermón del Monte. En Mateo 6:5-6, Él dijo:

"Y cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres. De cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en secreto. Y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público."

La instrucción de Jesús aquí destaca la importancia de la sinceridad y la humildad en la oración, en lugar de la demostración externa de piedad. La posición física—ya sea de pie, sentado, arrodillado, con los ojos abiertos o cerrados—es secundaria a la autenticidad y el enfoque de nuestros corazones.

Cerrar los ojos durante la oración es una práctica que muchos encuentran útil por varias razones. Puede minimizar las distracciones, permitiendo que el individuo se concentre más plenamente en su conversación con Dios. Esta práctica no está mandatada por las Escrituras, pero es una tradición que se ha desarrollado con el tiempo para ayudar en el enfoque y la reverencia de la oración. De manera similar, juntar las manos puede verse como un gesto de sumisión y humildad, una forma de expresar físicamente la actitud interior del corazón.

A lo largo de la Biblia, vemos diversas posturas de oración que reflejan diferentes actitudes y circunstancias. Por ejemplo, el rey Salomón se arrodilló en oración en la dedicación del Templo (1 Reyes 8:54), y Daniel oraba de rodillas tres veces al día (Daniel 6:10). En contraste, Jesús a menudo miraba al cielo cuando oraba (Juan 17:1), y el recaudador de impuestos en la parábola de Jesús se mantenía a distancia, sin atreverse siquiera a mirar al cielo, pero golpeaba su pecho y decía: "Dios, ten misericordia de mí, un pecador" (Lucas 18:13).

La diversidad de posturas de oración en la Biblia subraya que no hay una única posición física correcta para la oración. Lo que más importa es la actitud del corazón. El apóstol Pablo, en su carta a los Efesios, anima a los creyentes a orar "en todo tiempo con toda oración y súplica" (Efesios 6:18). Esta inclusividad sugiere que la oración puede tomar muchas formas y expresarse de diversas maneras, dependiendo del contexto y la relación personal del individuo con Dios.

En la literatura cristiana, la importancia de la postura del corazón en la oración es repetida por muchos escritores espirituales. Por ejemplo, en "La práctica de la presencia de Dios", el hermano Lorenzo enfatiza la comunicación continua y sincera con Dios a lo largo del día, independientemente de la posición física. Él escribe:

"No hay en el mundo una vida más dulce y deleitosa que la de una conversación continua con Dios."

Esta conversación continua puede ocurrir ya sea que uno esté caminando, trabajando o descansando, destacando que la esencia de la oración trasciende la forma física.

Además, los Padres de la Iglesia primitiva también proporcionan una visión sobre la naturaleza de la oración. Agustín de Hipona, en su "Carta a Proba", subraya la importancia del deseo en la oración. Él escribe:

"Porque cuando oramos, hablamos con Dios; pero cuando leemos, Dios nos habla."

Esta interacción con Dios a través de la oración y la lectura de las Escrituras sugiere que el acto físico de la oración es menos importante que el compromiso espiritual y el deseo de comunicarse con Dios.

En resumen, aunque cerrar los ojos y juntar las manos pueden ser prácticas útiles para fomentar la concentración y la reverencia durante la oración, no son requisitos. La Biblia presenta una variedad de posturas de oración, cada una reflejando diferentes circunstancias y actitudes. El aspecto más crucial de la oración es la sinceridad y el enfoque del corazón. Ya sea que elijas cerrar los ojos y juntar las manos o orar con los ojos abiertos y las manos levantadas, lo que más importa es tu deseo genuino de conectarte con Dios y tu apertura a Su presencia y guía.

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