¿Quién es considerado un intercesor en la Biblia?

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La oración intercesora, un aspecto profundo y esencial de la espiritualidad cristiana, implica orar en nombre de otros. Es una práctica profundamente arraigada en la Biblia, con numerosos ejemplos de individuos que se interpusieron por otros, presentando sus casos ante Dios. Entender quién es considerado un intercesor en la Biblia no solo enriquece nuestra comprensión de esta práctica espiritual, sino que también nos inspira a emular a estas figuras bíblicas en nuestras propias vidas de oración.

Uno de los primeros y más prominentes intercesores en la Biblia es Abraham. En Génesis 18:16-33, vemos a Abraham intercediendo por la ciudad de Sodoma. Cuando Dios revela Su plan de destruir Sodoma debido a su maldad, Abraham da un paso adelante y ruega por la ciudad. Negocia con Dios, preguntando si perdonaría la ciudad si se encontraran cincuenta personas justas allí, y continúa bajando el número hasta llegar a diez. La audacia y compasión de Abraham ejemplifican el corazón de un intercesor: alguien que busca fervientemente la misericordia de Dios en nombre de otros.

Moisés es otro intercesor significativo en el Antiguo Testamento. A lo largo del viaje de los israelitas desde Egipto hasta la Tierra Prometida, Moisés frecuentemente intercede por el pueblo. Un caso notable se encuentra en Éxodo 32:9-14, donde los israelitas crean y adoran un becerro de oro mientras Moisés está en el Monte Sinaí. La ira de Dios arde contra ellos, y Él amenaza con destruirlos. Sin embargo, Moisés ruega a Dios que los perdone, recordándole Sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob. La intercesión de Moisés es efectiva, y Dios se arrepiente del desastre que había planeado. Esta narrativa destaca el poder de la oración intercesora y el papel de un intercesor como alguien que se interpone entre el juicio de Dios y Su pueblo, apelando por misericordia y perdón.

El profeta Samuel también sirve como intercesor. En 1 Samuel 7:5-9, los israelitas enfrentan la opresión de los filisteos. Samuel llama al pueblo a reunirse en Mizpa, donde ora en su nombre. Mientras Samuel ofrece un holocausto y clama al Señor, Dios le responde, y los israelitas logran la victoria sobre sus enemigos. El papel de Samuel como intercesor se enfatiza aún más en 1 Samuel 12:23, donde declara: "En cuanto a mí, lejos esté de mí pecar contra el Señor dejando de orar por ustedes. Y les enseñaré el camino que es bueno y recto." El compromiso de Samuel con la oración intercesora subraya su importancia y la responsabilidad de los líderes espirituales de orar por sus comunidades.

En el Nuevo Testamento, Jesucristo se destaca como el intercesor supremo. Todo su ministerio está marcado por la intercesión, culminando en su muerte sacrificial en la cruz. En Juan 17, conocido como la Oración Sacerdotal, Jesús ora por sus discípulos y por todos los futuros creyentes. Intercede por su protección, unidad y santificación. Además, Hebreos 7:25 nos dice que Jesús "vive siempre para interceder" por aquellos que se acercan a Dios a través de Él. Esta intercesión continua es una fuente de gran consuelo y seguridad para los creyentes, sabiendo que el Hijo de Dios mismo está continuamente abogando por ellos ante el Padre.

El apóstol Pablo también ejemplifica la oración intercesora en sus cartas a las primeras iglesias. En Efesios 1:15-23 y Filipenses 1:3-11, Pablo ora por el crecimiento espiritual, la sabiduría y el amor de los creyentes. Sus oraciones son sentidas y específicas, reflejando su profunda preocupación por su bienestar. Las oraciones intercesoras de Pablo demuestran la importancia de orar por las necesidades espirituales de otros y el impacto que tales oraciones pueden tener en la vida de la iglesia.

Otro intercesor notable es Epafras, una figura menos conocida mencionada en Colosenses 4:12. Pablo elogia a Epafras por sus fervientes oraciones en nombre de la iglesia de Colosas, describiéndolo como "siempre luchando en oración por ustedes, para que estén firmes en toda la voluntad de Dios, maduros y plenamente seguros." La dedicación de Epafras a la oración intercesora destaca la importancia de la oración persistente y apasionada por la madurez espiritual de los demás creyentes.

El papel de un intercesor no se limita a un grupo específico de personas; más bien, es un llamado para todos los creyentes. Santiago 5:16 anima a los cristianos a "orar unos por otros para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz." Esta exhortación subraya el aspecto comunitario de la oración intercesora y la creencia de que cada creyente tiene el privilegio y la responsabilidad de orar por los demás.

La literatura cristiana también proporciona valiosas ideas sobre la práctica de la oración intercesora. En su obra clásica, "El Poder de la Oración", E.M. Bounds enfatiza la necesidad de la intercesión, afirmando: "Hablar a los hombres por Dios es algo grandioso, pero hablar a Dios por los hombres es aún mayor." Los escritos de Bounds nos recuerdan que la oración intercesora es un ministerio vital que puede traer importantes avances y transformaciones espirituales.

Otro libro influyente, "Oración Intercesora" de Dutch Sheets, explora los fundamentos bíblicos y los aspectos prácticos de la intercesión. Sheets escribe: "La oración intercesora es una extensión del ministerio de Jesús a través de su cuerpo, la Iglesia, mediante la cual mediamos entre Dios y la humanidad con el propósito de reconciliar al mundo con Él, o entre Satanás y la humanidad con el propósito de hacer cumplir la victoria del Calvario." Esta definición encapsula el doble papel de los intercesores en buscar la intervención de Dios y hacer cumplir la victoria de Cristo sobre los poderes de las tinieblas.

En conclusión, la Biblia presenta un rico tapiz de intercesores, desde Abraham y Moisés hasta Jesús y Pablo, cada uno demostrando el poder y la importancia de orar en nombre de otros. Estas figuras bíblicas nos inspiran a abrazar el ministerio de la intercesión, reconociendo que nuestras oraciones pueden hacer una diferencia profunda en las vidas de individuos, comunidades e incluso naciones. Al seguir su ejemplo, participamos en la obra redentora de Dios, trayendo Su gracia, misericordia y poder al mundo a través de nuestras oraciones.

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