En los Evangelios, Jesús presenta una visión transformadora de lo que significa ser parte de una familia, desafiando las nociones convencionales y ofreciendo una comprensión más amplia e inclusiva. Esta redefinición es especialmente evidente en el Evangelio de Lucas, donde las enseñanzas y acciones de Jesús consistentemente enfatizan el parentesco espiritual sobre los lazos biológicos. Exploremos cómo Jesús redefine la familia a través de sus palabras y hechos, tomando como referencia el Evangelio de Lucas y otros textos bíblicos relevantes.
Uno de los pasajes más impactantes en los que Jesús redefine la familia se encuentra en Lucas 8:19-21:
"Entonces su madre y sus hermanos vinieron a él, pero no pudieron llegar hasta él a causa de la multitud. Y le dijeron: 'Tu madre y tus hermanos están afuera, deseando verte.' Pero él les respondió: 'Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios y la hacen.'"
En este pasaje, Jesús no está desestimando a su familia biológica, sino que está ampliando el concepto de familia para incluir a todos los que siguen la palabra de Dios. Al afirmar que su verdadera familia consiste en aquellos que oyen y obedecen la palabra de Dios, Jesús cambia el enfoque de las relaciones de sangre a los lazos espirituales. Esta enseñanza subraya la importancia de un compromiso compartido con la voluntad de Dios como la base de las verdaderas relaciones familiares.
Jesús enfatiza aún más la prioridad de los compromisos espirituales sobre los lazos familiares en Lucas 14:26-27:
"Si alguno viene a mí y no aborrece a su padre y madre, y mujer e hijos, y hermanos y hermanas, sí, y aun su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo."
A primera vista, esta declaración parece dura y contraria al mandamiento bíblico de honrar a los padres (Éxodo 20:12). Sin embargo, Jesús está usando un lenguaje hiperbólico para hacer un punto sobre el compromiso radical requerido para seguirlo. El término "aborrecer" aquí no se debe tomar literalmente, sino que significa la necesidad de priorizar la lealtad a Jesús por encima de todas las demás relaciones. El llamado a "llevar su cruz" enfatiza aún más la naturaleza sacrificial del discipulado, indicando que seguir a Jesús puede requerir decisiones difíciles y la reordenación de las prioridades de la vida.
El concepto de una familia espiritual se ilustra vívidamente en la comunidad cristiana primitiva descrita en el Libro de los Hechos. Los creyentes son representados como una comunidad unida, compartiendo sus posesiones y apoyándose mutuamente (Hechos 2:44-47). Esta vida comunitaria ejemplifica la nueva familia que Jesús imaginó: una familia unida por la fe y el amor mutuo.
En Lucas 18:29-30, Jesús promete que aquellos que dejan a sus familias biológicas por el Reino de Dios recibirán una nueva familia en la comunidad de creyentes:
"Y él les dijo: 'De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o mujer, o hermanos, o padres, o hijos, por el Reino de Dios, que no reciba mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.'"
Esta promesa asegura a los creyentes que sus sacrificios serán recompensados con una nueva y más grande familia compuesta por compañeros discípulos. La familia espiritual proporciona apoyo, aliento y un sentido de pertenencia, reflejando el amor y la unidad que caracterizan el Reino de Dios.
A lo largo de su ministerio, Jesús demostró inclusividad y compasión, extendiendo su definición de familia para incluir a aquellos que eran marginados y excluidos por la sociedad. En Lucas 5:12-16, Jesús sana a un hombre con lepra, una enfermedad que lo hacía ceremonialmente impuro y socialmente aislado. Al tocarlo y sanarlo, Jesús no solo restaura la salud del hombre, sino que también lo reintegra en la comunidad, simbólicamente dándole la bienvenida a la familia de Dios.
De manera similar, en Lucas 7:36-50, Jesús perdona a una mujer pecadora que unge sus pies con sus lágrimas y perfume. A pesar de las actitudes críticas de los fariseos presentes, Jesús afirma la fe y el amor de la mujer, efectivamente abrazándola como miembro de su familia espiritual. Estas acciones subrayan el mensaje de Jesús de que la familia de Dios está abierta a todos los que lo buscan, independientemente de su pasado o estatus social.
La Parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) ilustra aún más la naturaleza expansiva de la familia que Jesús imagina. En respuesta a la pregunta de un abogado sobre quién califica como prójimo, Jesús cuenta la historia de un samaritano que muestra compasión a un hombre herido, a pesar de la enemistad arraigada entre judíos y samaritanos. Jesús concluye la parábola instruyendo al abogado a "ve y haz tú lo mismo", redefiniendo así el concepto de prójimo para incluir a cualquiera que esté en necesidad, sin importar las barreras étnicas o sociales.
Esta parábola refuerza la idea de que la familia de Dios trasciende las barreras tradicionales y se caracteriza por el amor y la compasión. Al extender misericordia y bondad a los demás, los creyentes demuestran su pertenencia a esta familia espiritual y cumplen el mandamiento de amar a sus prójimos como a sí mismos (Levítico 19:18).
En el contexto cultural de la época de Jesús, las mujeres a menudo eran relegadas a roles secundarios dentro de la familia y la sociedad. Sin embargo, las interacciones de Jesús con las mujeres en el Evangelio de Lucas destacan su papel integral en la nueva familia de creyentes. Por ejemplo, en Lucas 8:1-3, aprendemos que varias mujeres, incluyendo a María Magdalena, Juana y Susana, viajaban con Jesús y apoyaban su ministerio financieramente. Su inclusión en el equipo ministerial de Jesús significa su estatus igualitario como miembros de su familia espiritual.
Además, en Lucas 10:38-42, Jesús elogia a María de Betania por elegir sentarse a sus pies y escuchar su enseñanza, un rol tradicionalmente reservado para los discípulos varones. Al afirmar la elección de María, Jesús desafía las normas sociales y subraya el valor de las mujeres como participantes activas en la familia espiritual.
La expresión última de la familia redefinida por Jesús se encuentra en la cruz. En Lucas 23:34, mientras Jesús está siendo crucificado, ora por aquellos que lo están ejecutando, diciendo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." Este acto de perdón ejemplifica el amor y la gracia ilimitados que caracterizan la familia de Dios.
Además, en Juan 19:26-27 (un pasaje que complementa los temas en Lucas), Jesús encomienda el cuidado de su madre María a su amado discípulo Juan, diciendo: "Mujer, he ahí tu hijo" y a Juan, "He ahí tu madre." Este acto de encomendar a María a Juan simboliza la formación de una nueva unidad familiar basada en la fe y el cuidado mutuo, en lugar de los lazos biológicos.
Como seguidores de Jesús, estamos llamados a vivir este concepto redefinido de familia en nuestra vida diaria. Esto implica priorizar nuestra relación con Dios y nuestro compromiso con su voluntad por encima de todo. También significa abrazar a los demás creyentes como hermanos y hermanas, ofreciendo apoyo, aliento y amor.
Además, estamos llamados a extender este amor familiar a aquellos fuera de la fe, encarnando el espíritu inclusivo y compasivo que Jesús demostró. Al hacerlo, damos testimonio del poder transformador del Evangelio e invitamos a otros a unirse a la familia de Dios.
En resumen, la redefinición de la familia por parte de Jesús en la Biblia, particularmente en el Evangelio de Lucas, nos desafía a expandir nuestra comprensión del parentesco más allá de las relaciones biológicas. Al enfatizar los lazos espirituales, priorizar el Reino de Dios y demostrar un amor inclusivo, Jesús nos llama a formar una nueva familia arraigada en la fe y caracterizada por el cuidado y la compasión mutuos. Esta familia redefinida refleja el corazón de Dios y los valores de su Reino, invitando a todos los que lo buscan a ser parte de esta familia eterna y en constante crecimiento.