La fornicación, definida como la relación sexual entre individuos que no están casados entre sí, se considera un pecado en las enseñanzas bíblicas por varias razones. Para entender por qué es así, debemos adentrarnos en el corazón de la moralidad y ética bíblicas, que están profundamente arraigadas en la naturaleza de Dios, la santidad del matrimonio y el propósito de la sexualidad humana.
En el núcleo de la ética bíblica está el carácter de Dios, quien es descrito como santo, justo y recto. En Levítico 19:2, Dios ordena a Su pueblo: "Seréis santos, porque yo, el SEÑOR vuestro Dios, soy santo". Este llamado a la santidad se repite a lo largo de la Biblia y sirve como un principio fundamental para la vida cristiana. La santidad implica estar apartado para los propósitos de Dios y vivir de una manera que refleje Su carácter.
La pureza sexual es un aspecto significativo de esta santidad. En 1 Tesalonicenses 4:3-5, Pablo escribe: "Porque esta es la voluntad de Dios, vuestra santificación: que os apartéis de la inmoralidad sexual; que cada uno de vosotros sepa controlar su propio cuerpo en santidad y honor, no en la pasión de la lujuria como los gentiles que no conocen a Dios". Aquí, la inmoralidad sexual, incluida la fornicación, se contrasta con la santidad y el honor. El llamado es a vivir de una manera que refleje la pureza de Dios en lugar de entregarse a deseos que nos alejan de Su voluntad.
El matrimonio se presenta en la Biblia como un pacto sagrado instituido por Dios. En Génesis 2:24, leemos: "Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne". Esta unión de "una sola carne" significa una relación profunda, íntima y exclusiva que es tanto física como espiritual. El matrimonio está destinado a reflejar la relación de pacto entre Cristo y la Iglesia, como se describe en Efesios 5:31-32.
La fornicación socava esta institución sagrada al involucrarse en la intimidad sexual fuera de los lazos del matrimonio. Distorciona el propósito del sexo, que está diseñado para ser una expresión profunda de amor y compromiso dentro del pacto matrimonial. Hebreos 13:4 subraya esto al afirmar: "Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho conyugal sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios". Al involucrarse en la fornicación, los individuos no honran la intención divina y la santidad del matrimonio.
La sexualidad, según la Biblia, es un regalo de Dios que sirve a múltiples propósitos: procreación, unidad y placer dentro del matrimonio. En Génesis 1:28, Dios bendice a la primera pareja y les ordena: "Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra". Esta directiva destaca el propósito procreativo del sexo. Sin embargo, el sexo no es solo para la procreación; también está destinado a unificar al esposo y la esposa, fomentando la intimidad y el gozo mutuo (Proverbios 5:18-19).
La fornicación malutiliza el regalo de la sexualidad al separarlo de su contexto previsto. Cuando el sexo ocurre fuera del matrimonio, a menudo carece del compromiso, la confianza y la permanencia que el matrimonio proporciona. Esto puede llevar a daño emocional, relaciones rotas y una serie de problemas sociales. El apóstol Pablo advierte contra tal mal uso en 1 Corintios 6:18-20: "Huid de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa, está fuera del cuerpo; pero el que fornica, peca contra su propio cuerpo. ¿O no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, que está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo".
La fornicación no es meramente un pecado personal; afecta a la comunidad y al cuerpo de Cristo en su conjunto. En 1 Corintios 5, Pablo aborda un caso de inmoralidad sexual en la iglesia de Corinto y enfatiza la necesidad de pureza dentro de la comunidad. Instruye a la iglesia a abordar el pecado de manera decisiva, destacando que un poco de levadura leuda toda la masa (1 Corintios 5:6). Esta metáfora ilustra cómo el pecado no controlado puede extenderse y corromper a la comunidad.
Además, los pecados sexuales como la fornicación a menudo conducen a otros pecados y complicaciones, como el engaño, los celos y las familias rotas. Estas consecuencias pueden obstaculizar el testimonio de la iglesia y la efectividad de su misión. Como cristianos, estamos llamados a ser una luz en el mundo (Mateo 5:14-16), y vivir en pureza sexual es parte de ese testimonio.
A pesar de la gravedad de la fornicación, la Biblia también ofrece un mensaje de esperanza y redención. La gracia de Dios está disponible para aquellos que se arrepienten y buscan el perdón. La historia de la mujer sorprendida en adulterio en Juan 8:1-11 es una poderosa ilustración de esta gracia. Jesús no la condena, sino que le ofrece perdón y un llamado a "vete, y no peques más" (Juan 8:11).
El mensaje cristiano es uno de transformación y renovación. En 1 Corintios 6:9-11, Pablo enumera varios pecados, incluida la inmoralidad sexual, pero sigue con una declaración profunda de esperanza: "Y esto erais algunos de vosotros; pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios". Este pasaje nos recuerda que ningún pecado, incluida la fornicación, está fuera del alcance del amor redentor de Dios.
En resumen, la fornicación se considera un pecado en las enseñanzas bíblicas porque viola la santidad de Dios, socava la santidad del matrimonio y malutiliza el regalo de la sexualidad humana. Impacta no solo al individuo, sino también a la comunidad de creyentes. Sin embargo, la Biblia también extiende una invitación al arrepentimiento y la redención, enfatizando el deseo de Dios de que todos experimenten Su gracia y vivan de acuerdo con Sus propósitos divinos. Como cristianos, estamos llamados a perseguir la santidad, honrar el matrimonio y usar nuestros cuerpos para glorificar a Dios, confiando en Su fuerza para vivir estos altos llamados.