¿Qué es una concubina en la Biblia?

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El concepto de una concubina en la Biblia es uno que a menudo trae consigo una mezcla de curiosidad y confusión, especialmente cuando se ve a través del lente de la ética y moralidad cristiana moderna. Para entender qué es una concubina en el contexto bíblico, es esencial profundizar en las dimensiones culturales, históricas y teológicas del término tal como aparece en las Escrituras.

En las sociedades del antiguo Cercano Oriente, incluidas las que se describen en la Biblia, una concubina era una mujer que vivía con un hombre pero tenía un estatus inferior al de su esposa o esposas. Las concubinas eran consideradas parte del hogar y tenían ciertos derechos y responsabilidades, pero no gozaban del estatus legal completo de una esposa. Esta práctica no era exclusiva de Israel; era común entre muchas culturas de esa época.

La palabra hebrea para concubina es "pilegesh" (פִּילֶגֶשׁ), y aparece en varias narrativas a lo largo del Antiguo Testamento. Una de las primeras menciones de una concubina en la Biblia es Agar, la sierva egipcia de Sara, la esposa de Abraham. Cuando Sara no pudo tener hijos, dio a Agar a Abraham como concubina para producir un heredero (Génesis 16:1-4). Agar dio a luz a Ismael, quien más tarde se convertiría en el padre de una gran nación.

Otro ejemplo notable se encuentra en la historia de Jacob, quien tuvo dos esposas, Lea y Raquel, y dos concubinas, Bilha y Zilpa (Génesis 30:1-13). Bilha y Zilpa eran siervas dadas a Jacob por sus esposas para tener hijos en su nombre. Este arreglo era una forma de asegurar la continuación de la línea familiar y la herencia, que era de suma importancia en tiempos antiguos.

La práctica de tener concubinas también era prevalente entre los reyes de Israel. El rey David tuvo varias concubinas, y su hijo Salomón tuvo un gran número de esposas y concubinas, como se registra en 1 Reyes 11:3: "Tuvo setecientas esposas de nacimiento real y trescientas concubinas, y sus esposas lo desviaron." La acumulación de muchas esposas y concubinas por parte de Salomón era un reflejo de su riqueza, poder y alianzas políticas, pero también llevó a su caída espiritual ya que desviaron su corazón de Dios.

Desde una perspectiva teológica, la Biblia no condona ni condena explícitamente la práctica de tener concubinas. En cambio, proporciona un relato descriptivo de las costumbres y prácticas de la época. Sin embargo, está claro que esta práctica a menudo llevó a dinámicas familiares complejas, celos y conflictos. Por ejemplo, la rivalidad entre Sara y Agar, y más tarde entre Raquel y Lea, creó una tensión y conflicto significativos dentro de sus hogares.

Es importante notar que el Nuevo Testamento no menciona concubinas, y las enseñanzas de Jesús y los apóstoles enfatizan una comprensión diferente del matrimonio y la ética sexual. Jesús, en su enseñanza sobre el matrimonio, se refiere al relato de la creación, destacando el ideal de una unión monógama y de por vida entre un hombre y una mujer. En Mateo 19:4-6, Jesús dice: "¿No habéis leído," respondió, "que al principio el Creador 'los hizo hombre y mujer,' y dijo, 'Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne'? Así que ya no son dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre."

El apóstol Pablo también refuerza esta visión en sus cartas. En Efesios 5:31-33, Pablo escribe: "Por esta razón el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne. Este es un misterio profundo, pero estoy hablando de Cristo y la iglesia. Sin embargo, cada uno de ustedes también debe amar a su esposa como se ama a sí mismo, y la esposa debe respetar a su esposo." Pablo usa la relación matrimonial como una metáfora de la relación entre Cristo y la iglesia, enfatizando el amor y respeto mutuos que deben caracterizar el matrimonio cristiano.

A la luz de estas enseñanzas del Nuevo Testamento, la práctica de tener concubinas no es compatible con la comprensión cristiana del matrimonio. El Nuevo Testamento llama a los creyentes a un estándar más alto de ética sexual, uno que refleje la santidad y exclusividad del vínculo matrimonial. Hebreos 13:4 dice: "El matrimonio debe ser honrado por todos, y el lecho matrimonial mantenido puro, porque Dios juzgará al adúltero y a todos los inmorales sexuales."

Además, el Nuevo Testamento enfatiza la importancia de la pureza sexual y el autocontrol. En 1 Tesalonicenses 4:3-5, Pablo escribe: "Es la voluntad de Dios que ustedes sean santificados: que se aparten de la inmoralidad sexual; que cada uno de ustedes aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honorable, no en pasión lujuriosa como los paganos, que no conocen a Dios." Este llamado a la santidad y pureza se extiende a todas las áreas de la vida, incluidas las relaciones sexuales.

Desde una perspectiva pastoral, es esencial abordar el tema de las concubinas con sensibilidad y comprensión del contexto cultural e histórico en el que ocurrieron estas prácticas. Si bien la Biblia registra la existencia de concubinas, no presenta esta práctica como un modelo para la vida cristiana. En cambio, las enseñanzas de Jesús y los apóstoles proporcionan una visión clara y convincente del matrimonio y la ética sexual que sostiene la dignidad y el valor de cada individuo.

En la vida cristiana contemporánea, el enfoque debe estar en fomentar matrimonios saludables, amorosos y fieles que reflejen el amor de Cristo. Esto implica compromiso, respeto mutuo y una dedicación a vivir los principios del amor y la fidelidad bíblicos. También significa reconocer el valor y la dignidad inherentes de cada persona, creada a imagen de Dios, y tratarse unos a otros con honor y respeto.

En conclusión, aunque la Biblia proporciona relatos de concubinas como parte del paisaje histórico y cultural del antiguo Israel, no respalda esta práctica como un modelo para la vida cristiana. Las enseñanzas del Nuevo Testamento sobre el matrimonio y la ética sexual llaman a los creyentes a un estándar más alto, uno que refleje la santidad y exclusividad del vínculo matrimonial. Como seguidores de Cristo, estamos llamados a vivir vidas de santidad, pureza y amor, honrando a Dios en todas nuestras relaciones.

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